Un buen domingo

Manuel Valero.- Cuando leí en la prensa que el escrutinio del referéndum para el nacimiento de una nueva ciudad pacense por la fusión de Don Benito y Villanueva de la Serena tenía problemas informáticos pegué un respingo.

Oh, my God, hubiera dicho de ser británico pero como soy mitad manchego mitad cordobés como somos los de Puertollano (La Mancha acaba en el puente del ferrocarril anexo a la ermita de la Virgen de Gracia, según me dijo un día un topógrafo viejo) dije, Ostias, Pedrín. Más que nada porque en el barullo de esta actualidad de vértigo vi la voluntad de ese hermanamiento urbano en una sola entidad como un respiro de aire fresco en el pútrido ambiente de la actualidad, como un vórtice de normalidad en el corazón de la borrasca.

Estuve en vilo y a partir de ese momento, el culebrón del PP y las maniobras de tanques  al otro lado de la frontera ucraniana pasaron en mi registro de valoraciones a un lugar secundario. No faltaba más que a la pandemia que parece debilitarse por la parte del ómicron, a la inquietante crisis abierta por la voladura de uno de los principales partidos políticos de España, a los tambores de guerra y a esta sequía que no hace aguas ni a cobetes, no faltaba, digo, más que ese referéndum fraterno le pasara lo que a ese diputado que votó una cosa y el ordenador leyó otra -que dice él- y la Reforma Laboral quedó aprobada por un voto a favor de un errático parlamentario popular.

Así que continué atento a la jugada del matrimonio o pareja de hecho entre ambas ciudades, más que a las evoluciones de los partidos de fútbol. Finalmente se subsanó lo que fuera que pasase y los llamados a la hermandad pacense se dieron el Sí para albricias de la mayoría. No me imagino qué hubiera pasado si el referéndum se hubiera invalidado. ¿No sería Putin el capitán general de los hackers en su arrebatada pulsión desestabilizadora? Para una vez que hay una noticia positiva por la conclusión feliz de un proceso en el que unos y otros estaban de acuerdo y con el compromiso de buen gusto de que los alcaldes de San Benito y Villanueva de la Serena no serían los candidatos de la ciudad resultante, viene un aire maléfico y lo jode todo. Hasta la ministra de Política Territorial, la paisana Isabel Rodríguez, se hubiera llevado un susto de muerte, uno más a los que tiene que sortear por su condición de portavoz gubernamental.

Afortunadamente, una vez desbloqueada la web y aparte los porcentajes arrojados por una población y otra, se hizo la luz y Extremadura asistió feliz al parto. Muchas son las ventajas de ello, porque la unión y la construcción siempre son más difíciles que la separación, la discordia y la destrucción. Me quedó, además de las ventajas prácticas, tanto políticas, como económicas, urbanas, turísticas y municipales, con la lección dada a este atormentado país acostumbrado a la gresca, el mal humor, la crítica agria y anónima, el sectarismo y el auto derribo, como le está pasando a los populares. No es bueno que el PSOE esté solo, como no es bueno que el PP lo esté o cualquiera otro partido que busque la unión y la cooperación bajo una exquisitez democrática. Toca Congreso, el que ya estaba fijado o un anticipo de choque. Ellos sabrán.

Supongo que la noche del domingo la ministra territorial paisana dormiría un poco mejor. Fue un buen domingo pese a lo que vomitaba la televisión. Un buen domingo que anticipó el golazo de Asensio y que me suscitó la pregunta. ¿Cómo sería España si bajo la excelencia democrática todos los pueblos que la componen estuvieran bien avenidos? Bueno, soñar es gratis. Todavía.