Alcántara y las hormigas del articulismo

Jesús Millán Muñoz.-Debo confesar que en estas últimas semanas y meses he estado oyendo-viendo-percibiendo los distintos Congresos que la Fundación Alcántara ha realizado. 

Debo confesar que personalmente a Manuel Alcántara, poeta-articulista, columnista-poeta, lo descubrí tarde, en cuanto a mi biografía, soy hijo como modesto pensador-filósofos-ensayista-escritor más de Unamuno y Ortega y los Cuatro Evangelios, que en mi adolescencia-juventud, ya formaban parte de mis reflexiones-lecturas-meditaciones. Desde aquellos soleados silencios de lluvias de ideas-conceptos se han atravesado muchos huracanes y días plácidos y desiertos y vergeles y bosques y mares de aguas saladas y dulces… 

También he indicado, en esta serie de y sobre articulistas y columnas que estoy construyendo, de ayer y de hoy, todos en/con una perspectiva-coloración de homenaje y respeto y agradecimiento. Que siempre deseé escribir-redactar artículos, pero en mi situación, de ser nacido-criado-desarrollado en provincias, en alguna de las tantas que podemos consumir-agotar-ser-desear-estar, siempre resultó ese sueño imposible de materializar. Por diversas razones, que el Buen Dios conoce, y que los humanos, ya habrán olvidado. Se deja pastar a determinadas reses y no a otras. Esta es la historia de la creación, en cualquier campo en esta Piel de Toro, sin deseos de ofender-herir a nadie. 

Un artículo es un cuarteto de silencios de palabras, a veces, escribo sinfonía, quizás con demasiada ampulosidad, otros han denominado un soneto o un endecasílabo, puede que sea un cocido, no de gastronomía de gran autor, sino de la modesta abuela de familia, que ha ido heredando dicha práctica-concepto durante siglos, perfeccionándolo poco a poco los siglos y docenas de generaciones de abuelas… Porque al final, un cocido no es lo mismo si el fuego-calor es de leña o de carbón o de gas o vitrocerámica con electricidad –ni en puchero de cerámica, ni en olla a presión, ni en perol…-. Supongo que no será lo mismo realizado con paneles solares que recogiesen el calor de la estrella de ese trozo del universo. 

No sé, si por fin, ya me han dejado entrar en el banquete-mar-colectivo de los columnistas. Gracias a los cientos de digitales existentes. Ahora que ya me han dejado que con mi pequeña cucharadita, no sé, si ya es demasiado tarde. Ya, ya tengo una edad, en la cual, no puedes calcular con suficiente racionalidad que te restan-quedan todavía, de amaneceres-crepúsculos, si no sucede nada, uno o diez o quince o veinte traslaciones terráqueas alrededor de la estrella fulgurante de nuestro sector de la galaxia. Por lo cual, no sé, si además de tener salud y paz interior y situación equilibrada en todo, podré construir cien o mil o tres mil columnas más. Porque pienso que el número y la cantidad es necesario para este oficio, ya sabemos que Juan de Yepes/de la Cruz, solo edificó unos cientos de versos, que son geniales, pero para el resto de mortales, pienso que para expresarse-entenderse-conocerse-comprenderse se necesitan unos miles de renglones sintéticos de poemas o metapoemas. 

Aunque en este campo-criadero-viñedo de ostras, he bebido en muchas fuentes, pero siempre diversas, siempre, parafraseando a Brancusi, como indicaba, el gran escultor, “no es conveniente estar debajo de un gran árbol, porque no te deja crecer” se refería, si no recuerdo mal a Rodin-. Pienso que aunque he bebido-degustado-alimentado de vino y cerveza y agua y leche y vinagre de muchos autores y autoras, no he deseado estar debajo con demasiada sombra de ninguno, individuo o tendencia o ideología, porque, equivocada y acertadamente, siempre he creído, entonces, no eres capaz de crecer –te conviertes en un interpretador o erudito, pero no en un criador-creador-. La gran catedral hace sombra a la pequeña ermita que está a cien metros, que es tan antigua como ella. Y, que apenas ningún turista-viajero va a sentir los siglos de espiritualidad que se han ido sembrando en sus paredes-suelos-techos, ese atravesar del galope de generaciones e historia, alegrías y penas de los hombres/mujeres… 

De todos y en todos he aprendido y aprehendido, de todos me he acercado y de todos me he alejado, no solo de los articulistas y literatos y artistas de todas las ramas y filósofos y pensadores y teólogos y de tantos tratados de diversas ciencias, y, de tantos aspectos de tantas culturas… Ahora, pienso, ya en el atardecer de mi existir, aquí produciendo espacio, creo que debo acrisolar, sabiendo que quizás, no permanezca, como casi nada de lo que he fabricado, en estos horizontes dentro de unas décadas. Ahora, ya, la última bala-cañón-sermón-cristal que intentaré edificar, es unos cientos de columnas periodísticas

Sé, supongo-imagino que un día cada artículo periodístico no tendrá solo letras-frases textuales del lenguaje oral-escrito, sino también, imágenes, que ya dispone, también de sonido o música real, cada columna, al abrirla sonará una melodía, clásica o inventada para ella. También, se irán añadiendo otras artes y sentidos y percepciones. No sé, cómo se podrá ayuntar el sabor y el tacto. Pero supongo que se hará también. Todas esas columnas ya serán hibridaciones-combinaciones-sinfonías de todo y en todo. Será(n) otra cosa. Se habrán alejado ya mucho de lo que llevamos tres siglos haciendo de palabras en papel o digital, palabras y oraciones y frases, y, dentro, percepciones, sentimientos y conceptos… 

Del maestro Alcántara intentamos seguir aprendiendo, también de Umbral, Ruano, Plá, Azorín, Ortega, Unamuno, y en medio cientos, cientos de articulistas. Porque al final, una columna, es una mezcla de varias artes, literarias y no literarias. Al final, hoy, se ha producido un cambio, un artículos puede ser comentado por varias docenas de personas. Y, y, ya la columna se convierte, en una excusa para que los lectores dialoguen entre ellos y con el articulistas. El texto y el hipertexto. Ha cambiado todo. Aunque todavía no somos conscientes de ello. 

Aquí mi homenaje a los miles de columnistas, que rehacen su arado-campo-trilla de palabras formando un artículo, que están en provincias o han respirado en ella, y, que nunca ningún congreso los recuerda, ninguna tesis doctoral, ningún TFG. Paz y bien. 

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