Jesús Millán muñoz.- No citaré concursos y premios con nombre y apellidos de pintura, artículos periodísticos, literatura, etc., que las bases son difíciles y enormemente dificultosos.
Presentarse a un premio o concurso, sea en el ámbito que sea, actividad, arte, letras, o del tipo que sea, lleva para el autor o autores que se presentan una dificultad. No es fácil psicológicamente, más si ya tiene o tienen experiencia en esos asertos-realidades-acervos y, por lo general, como en todo son más los llamados que los elegidos.
También ocurre, aunque no se lo crean, que hay personas, que ya con cierta experiencia, en la actividad cultural que crean o inventan o diseñar o interpretan o investigan, ya, con suficiente experiencia, se han desanimado, y su producción, sea en esos momentos correcta o no, adecuada o no, válida o no, después, de muchos años de fracasos, pueden ser cinco o diez o veinte o cuarenta deciden, ni siquiera enviar sus obras a los distintos concursos existentes en el panorama de esa lengua o de este territorio o de esa posibilidad o temática…
Los concursos, se indica, que ya se hacían en la Antigua Grecia, no es una realidad sin importancia, es una manera de selección, de descubrir talentos, quizás olvidados o semiolvidados, es una manera de revalorizar trabajos y personas que se han dedicado uno o diez o treinta o cincuenta años a una actividad cultural, de investigación o creación.
Pero, en lo que desearía fijarme especialmente, en este modesto artículo aquí, es en las bases de dichos concursos y premios. Aunque es obvio y evidente, que existen otros puntos de vista de análisis, como el tema de los comités de selección, la ética y moralidad correcta en los planteamientos de los concursos de selección, buena voluntad por parte de los seleccionadores hacia todos los trabajos que se presentan y autores, circunstancias de los premios, historia de ellos, incidencia que pueden tener en la cultura provincial o regional o nacional, el tema de las preselecciones y las personas que lo realizan, etc.
Todo lo anterior y otras muchas cuestiones son importantes, y, quizás en otros momentos habría que analizar mínimamente, aunque como es obvio y evidente, existen y entrañan dificultades y diferencias, no es lo mismo un concurso de poesía que de artículos periodísticos publicados, que de arquitectura, o, sea sobre el valor de una obra concreta, o sea sobre la trayectoria de una vida.
Parto del hecho de la buena voluntad, de todos los integrantes, o tipo de personas que forman un concurso, por ese motivo aboceto esta columna si yo pensase que existe malas intenciones, no gastaría mi tiempo, en redactar un artículo, sino que pienso-siento lo contrario. Pienso que la inmensa mayoría de concursos-premios y, existen miles en la geografía de la Piel de Toro, de todas las disciplinas y áreas, quizás, de algunos menos que otros, existe buena voluntad. Pero…
Deberíamos todos ser o tener la intención y voluntad de darnos cuenta, que para un autor o autora, un concurso o premio en su modalidad, es o puede ser un acontecimiento importante. Y, que quizás, el siguiente, ya tardará un año más o dos años más. Y, aunque existen muchas diferencias entre los concursos por su especialidad o temática, si desearía que fuésemos conscientes, que tenemos que reflexionar sobre ellos. De algunas temáticas pueden existir solo una docena en toda la geografía territorial, por consecuencia debemos incentivar que sea fáciles las bases, para que todo el mundo se presente. Indicaría varias características:
– Lo primero, que sean las bases lo más sencillas y simples posibles. Si es posible, que enviar a un concurso, recoger, realizar fotocopias si lo exigen, preparar la obra, rellenar las inscripciones y todo ello. Reitero sea lo más sencilla posible, en dificultad, en exigencias, en tiempo dedicado, en coste, etc.
Cierto es, que no niego, que los seleccionadores de dicho concurso tengan todas las garantías de veracidad, verdad, legalidad de las obras y de los autores.
– No exigir documentos que son innecesarios, o que pueden realizarlos en un momento posterior.
– Cada concurso o premio fíjense en los de su ramo o actividad, y, procuren aprender lo bueno, lo simplificado, no compliquen aún más los concursos y sus bases, con más exigencias, con más datos, con más papeles…
– No exijan en principio una copia del DNI, sino en un momento posterior, por ejemplo, para los finalistas, o para otorgar el premio, para que esos datos, sean necesarios, absolutamente necesarios para otorgar el premio. Por exigir una copia del DNI, es una complicación problemática en la era digital, y, que se aconseja de mil modos, por las autoridades del ramo, que no se realice. No solo por la privacidad de los datos, sino al ser una sociedad online, las manipulaciones que podrían realizarse teniendo en cuenta esos datos, por personas de malas intenciones, ya que los papeles se pueden traspapelar. Por lo cual, hasta dónde sé, las autoridades policiales aconsejan ser muy prudentes en ofrecer datos de cada persona a todo tipo de entidades…
– Pondré un ejemplo, existen concursos de artículos periodísticos, que parecen una lucha en una selva de reglas y condiciones. Por ejemplo, demostrar con firma que ese artículo es del autor. Esta norma era válida cuándo existía solo columnas en papel, pero ahora, las personas que presentan un artículo con nombre y apellidos y enlace a Internet, ya eso es suficiente prueba. Pueden si quieren exigírselo a artículos que se hayan publicado solo en prensa escrita.
La realidad, es que existen concursos-premios sobre la misma materia y especialidad, realizados el mismo año, algunos con enorme prestigio, que no exigen apenas nada, es fácil enviarlos, en media hora, de preparación se puede por correo electrónico concursar. Y, otros con menos prestigio, es una batalla presentarse a ellos. Aunque existan la posibilidad también en papel o correo normal, y otros, son enormemente complejos, hay que enviarlos de distinto modos, en papel, y, también, al mismo tiempo online, y rellenar distintas hojas, y distintas exigencias…
Pediría y sugeriría a los que forman el mundo de los concursos, a mi modo de ver, por tres categorías de personas: los promotores-promocionadores que otorgan el premio, empresas o instituciones; segundo, las personas que seleccionan, en sus distintas fases; tercero, autores. Que entre todos, construyan unos premios de la forma más simple y sencilla, eficiente, racional, sin problemáticas posteriores, porque al final, una persona puede estar esperando un premio de año en año. Incluso aunque no lo crean esperar ganarlo o ser seleccionado o ser finalista, durante diez o treinta o cincuenta años. Esto, aunque no lo crean ocurre…
Porque aunque no lo crean, una persona, pongamos por caso, que construya artículos periodísticos, de su región, y exista un premio en su misma región de esa temática, no pueda enviar, aunque publique veinte o cincuenta cada año, de su región y de esa especialidad y temática, por la enorme dificultad que entraña enviarlo. Sé de personas que se pasan días interpretando las bases de un premio. No pondré nombres. Es, al final, una riqueza que se pierde-olvida, porque quién sabe si una columna, puede abrir horizontes, aunque sean pequeños y nuevos, en una temática o en una región. Paz y bien y bondad y racionalidad…