Emilio Nieto López, primer decano de la Facultad de Educación de Ciudad Real.- En las relaciones humanas la ley del péndulo nunca fue la mejor de las opciones posibles porque la vida es un continuo que no admite marcha atrás para de nuevo volver al mismo sitio.
El camino del ser humano sobre la tierra no ha sido, ni mucho menos, el más perfecto posible, porque casi siempre, ha imperado la fuerza sobre la razón y el poder sobre el indefenso. Hoy también, aunque arropado por las luminarias de la democracia y de la participación. Posiblemente hoy más que nunca se impone un análisis sosegado sobre la situación en la que nos movemos y en la que nos realizamos y sin ese análisis seremos marionetas que mueve el viento de la historia, como si de aire sideral se tratara.
Por doquier asistimos a manifestaciones, a griteríos, a enloquecidos discursos contra el maltrato a las mujeres por parte de los hombres; por doquier se lanzan dardos envenenados contra nuestros semejantes causantes de todos los males y perjuicios que asolan nuestras almas paralizadas por la corriente desenfrenada que nos lleva a echar más leña al fuego de nuestros rencores. No parece muy sensato que estemos dolidos por los daños, inmensos daños causados por unos pocos, para criminalizar a todos los que estamos comprometidos con la vida, con las personas y por supuesto con las libertades del ser humano.
El hoy del hoy no es el ayer del ayer y parece evidente que el pensamiento y las acciones de los hombres de ayer no tienen o al menos no deberían tener nada que ver con el pensamiento y las acciones del hombre de hoy. Nadie en su sano juicio puede estar de acuerdo con las palabras del filósofo Averroes cuando decía: La mujer no es más que el hombre imperfecto pero alguien con sentido común que, según dicen, es el principal de los sentidos humanos, puede aceptar aquellas palabras del filósofo Schopenhauer escritas en el siglo XIX cuando aseguraba que : Tomadas en conjunto las mujeres son y serán las nulidades más cabales e incurables o cuando el filósofo, también alemán, pero con un sentido mucho más elevado decía: La felicidad del hombre es: yo quiero. La felicidad de la mujer es: él quiere. Esta forma de entender a la mujer y comprenderla como si de un bien propio se tratara, ha pasado a la historia pero a esa historia negra que nunca debería haber ocurrido.
No está del todo claro el momento o los momentos históricos en los que el hombre, en su conjunto, comenzó a discriminar a la mujer como tampoco las causas que motivaron ese alejamiento de la mujer como madre y señora de todos los seres humanos que poblaron la tierra. Ya entre los bárbaros la mujer y el esclavo ocupaban el mismo rango. Algo parecido ocurría en la cuna de la democracia griega como nos relata Hesíodo en el siglo VIII antes de Cristo: las mujeres son malas para los hombres y conspiran en el error. Grecia negó a las mujeres el derecho de ciudadanía. En el Génesis, 3,16 se dice: Multiplicaré tus dolores en tus preñeces; con dolor parirás los hijos y estarás bajo la potestad de tu marido y él te dominará. En Roma concretamente en la Doce Tablas Romanas se llega a justificar que: las mujeres deben estar bajo la tutela del padre, marido o hermano a causa de su ligereza mental.
Cientos de testimonios hacen alusión a la incapacidad de razonamiento de las mujeres, mayor sensibilidad y por lo tanto menor juicio recto en las decisiones a tomar, menor fuerza física, nula o poca creación artística a través de los tiempos o como decía el diputado republicano y de izquierdas Norberto Novoa: El histerismo es consustancial con las mujeres, la mujer es religiosa y de derechas; en definitiva una argumentación tan pobre y tan fuera de razón y de contexto que es imposible que hoy nadie pueda argumentarla sin caer en el mayor de los errores y en la más cruda discriminación entre la raza humana.
La lucha de las mujeres por su autonomía personal, por su identidad propia, por su defensa como personas libres y por el reconocimientos de todos sus derechos ha sido larga y continua a lo largo de estos últimos dos siglos, muestra de este coraje debemos recordar la fecha de 1904 cuando Carrie Chapman Catt y Millient Fawcett fundan en Berlín la Alianza Internacional de Mujeres que reivindicaba el sufragio femenino, hecho importante aunque el movimiento en pro del derecho al voto de las mujeres ya había conseguido sus frutos en el Estado de Nueva Jersey en 1776 cuando por un error, que fue subsanado en 1807, todas las mujeres que poseyeran un patrimonio mayor de 90 libras podían ejercer su derecho a sufragio activo y pasivo. De igual manera en 1893 se reconoció a la mujer en Nueva Zelanda, el mismo derecho que, desde siempre, amparaba al hombre para poder votar y ser elegida como representante de la sociedad. En 1902 lo lograrán las mujeres de Australia del Sur y en 1903 Tasmania. El primer país europeo en el que se logra equiparar al hombre y a la mujer, a la hora de ejercer sus derechos políticos, es Finlandia en 1907.
En España tenemos que esperar al año 1923 con la dictadura de Primo de Rivera quien intentó, por primera vez en la historia de nuestra patria, reconocer a las mujeres el sufragio activo para las elecciones municipales, lo malo de éstas es que no se celebraron nunca. Definitivamente el grupo de los veintiún diputados, entre los que estaba Clara Campoamor, diputada por Madrid, que elaboraron el nuevo proyecto de la Constitución de la segunda república, concretaba claramente el derecho de las mujeres al sufragio activo. Es cierto que hubo un gran debate en el que unos no estaban de acuerdo con esta propuesta como ocurría con el diputado de la Federación Republicana Gallega Sr. Norberto Novoa Santos argumentando lo siguiente: La mujer no reflexiona; la mujer es emoción; el histerismo es consustancial con la mujer; La mujer es religiosa; Si se da el voto a la mujer ganará las elecciones la derecha. O la misma Victoria Kent que argumentaba la no preparación en este momento de la mujer para asumir esta responsabilidad de poder votar, decía: Debe el voto femenino aplazarse; no es el momento de otorgar el voto a la mujer española; Es una cuestión de oportunidad para la república no conceder el voto a la mujer; hoy Sres. diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer. Hizo alusión a que las mujeres católicas habían entregado un millón y medio de firmas al presidente del congreso para que el proyecto nuevo de constitución respetara la libertad de la iglesia católica. En el mismo sentido se expresaba el portavoz del Partido Republicano Radical posponiendo la decisión a la futura Ley Electoral. Sin embargo la defensa que realizó Clara Campoamor fue muy importante porque intentó deshacer todos los argumentos que se habían barajado.
En definitiva, la propuesta de conceder el sufragio activo a la mujer fue aprobada a pesar de que la mujer era considerada por muchos diputados de izquierdas y alguna diputada tal como Victoria Kent, como un hecho que podía dañar el éxito de la república, bien porque la mujer no estaba preparada, bien porque su voto era de derechas o bien porque la mujer era cristiana y en definitiva podía haber un cambio de actitud hacia el gobierno de izquierdas. Al final se votó el proyecto de nueva constitución con 161 votos a favor y 121 en contra.
Debemos indicar que a pesar de haberse aprobado por mayoría el proyecto de ley de la nueva Constitución republicana de 1931, sancionada por las Cortes Constituyentes Españolas el 9 de diciembre de ese mismo año, no contó con el voto de las mujeres, las cuales tuvieron que esperar al 19 de noviembre de 1933 para ejercer su derecho a sufragio activo en las elecciones generales celebradas ese mismo año. Como hemos indicado una de las más fervientes defensoras del voto femenino fue, sin lugar a dudas, la diputada por el Partido Republicano Radical de derechas Clara Campoamor la cual, cosas del destino, no salió elegida diputada nacional cuando realmente las mujeres, por fin, podían ejercer su derecho a voto.
Pero no todos los países del mundo reconocieron el derecho de las mujeres al sufragio activo al mismo tiempo, ni mucho menos. Solamente debemos pensar que hasta 1948 y a través del artículo 21, la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas reconoce el sufragio activo femenino; pero debe convocarse la Convención sobre los derechos políticos de las mujeres para que la Asamblea General de las Naciones Unidas apruebe el sufragio activo de las mujeres, en la resolución 640 (VII) de 20 de diciembre de 1952 que entra en vigor el 7 de julio de 1954.
No cabe ninguna duda que este largo peregrinar de la mujer en defensa de sus derechos más elementales no ha sido grato para ellas que han encontrado multitud de escollos legales, políticos, sociales y culturales para que, fundamentalmente, el hombre se diera cuenta que la mujer es un ser que tiene y que debería haber tenido los mismos derechos y obligaciones que él. Este gravísimo error histórico cometido por el hombre nunca más debe repetirse ni siquiera en el pensamiento. Ha llegado el momento en el que hombre y la mujer o mujer y el hombre deben ser iguales ante la ley y ante todos los derechos que como seres humanos les corresponde.
Así pues, el derecho al sufragio universal de la mujer española, logrado en las elecciones generales de 1933, fue conseguido especialmente por el trabajo llevado a cabo por la diputada del partido radical de derechas Clara Campoamor a pesar de las grandes críticas y descalificaciones realizadas por el diputado Norberto Novoa Santos perteneciente a la Federación Republicana Gallega de signo izquierdista hacia la mujer tildándola, como hemos podido ver, de Irreflexiva, histérica, emotiva y religiosa.
Bueno, la ‘derecha’ suele afirmar que los socialistas se opusieron al voto de las mujeres. Tan solo hay que ir al Diario de sesiones de aquel 1 de octubre de 1931 para ver que éste fue aprobado gracias, entre otros, a los 84 diputados del PSOE……