El Reino de Todavía

Manuel Valero.- ¿Qué cosa es el comunismo? Desconozco la respuesta que pueda dar hoy un chaval de veinte años. Por lo que a mi respecta lo aprendí en los libros de Historia, leí textos específicos y sentí simpatía por lo que predicaba. Aun hoy recuerdo a mi generación embebida en lecturas iniciáticas ajenas al traqueteo inmisericorde del metro.

No era difícil contestar contra los últimos años del franquismo con la revista Triunfo en la mano, reclamando democracia, con tanto candor que a los tipos de provincias como yo se nos pasaba el sutil detalle que de comunismo y democracia es un oximorón bastante notable, y mucho menos entendíamos qué era eso del comunismo a la europea, el llamado eurocomunismo, de Georges Marchais (Francia), Enrico Berlinguer  (Italia) y Santiago Carrillo (España). Hubo de pasar el tiempo que todo lo esclarece y sedimenta para explicar en su justa medida que el eurocomunismo venía a ser algo así como una socialdemocracia extrema ajena a los dictados de Moscú. Ya no se trataba de hacer la revolución sino aceptar las reglas de la democracia occidental,  burguesa y capitalista a sabiendas de que el objetivo final era imposible: el cambio de sistema, no de régimen. Pero para entonces el contador cronométrico de la Historia ya había acopiado los suficientes años para escribirla. Hay que reconocer que un potente PCI europeizado a punto estuvo de llegar en las elecciones italianas de 1976 de inquietante trasfondo (Operación Gladio).

Como filosofía era y es ideal: todos felices, iguales, sin fronteras sociales, desalienados, amalgamados en el Estado que centraliza medios de producción, riqueza, mercado y precios hasta su propia extinción, la del Estado, como ingreso definitivo en el paraíso social: un anarquismo idílico. O sea, un remedo del hombre primitivo pero purificado ya de los males derivados de la germinación de la propiedad privada, el acaparamiento y el fin de las clases sociales, cuya lucha había sido el genuino motor de la Historia.

Pero había una pega: como filosofía era tan perfecta como imposible. La praxis, es decir, la puesta en práctica de la filosofía de Karl Marx chocaba frontalmente con la condición humana, por lo tanto, solo era viable el sistema liberador de toda explotación del hombre por el hombre mediante una revolución que deviniera en un paradigma nuevo, implacable con la disidencia, la libertad individual y la democracia burguesa. Calificadas de populares, las repúblicas nacientes eran la coartada perfecta para la nueva democracia vestida con el atuendo del pueblo: el hombre nuevo eran todos los hombres al mismo paso… pero dirigidos manu militari por la nueva clase dominante del Partido Único bajo la jerga cínica de la igualdad retórica de la camaradería: tan camarada era Stalin como el último obrero de una fábrica o el más insignificante campesino de las granjas colectivas.

 Pronto empezaron las purgas en la Patria Madre. La parodia sangrienta y esclavizante de los Juicios de Moscú casi lleva al banquillo de la ejecución hasta la sombra de amostachado Gran Timonel georgiano tan temeroso de ella, de su sombra, que decían que jugaba a pegarle un tiro en sus momentos delirantes y paranoicos. Todo ello llegó a oídos de los intelectuales y  comunistas europeos, franceses sobre todo, quienes denunciaron y declararon su antiestalinismo: Jean Paul Sartre, André Gide, André Malraux, André Breton o Albert Camus, etc. Algunos, como existencialistas hacían al hombre único responsable de su libertad y vida y defendieron un comunismo humano más cerca de una socialdemocracia dura, pero socialdemocracia al fin y al cabo. Fueron el germen del eurocomunismo, antes citado.  La extensión del nuevo sistema engendró monstruos (Polpot, Ceaucescu) y convirtió el mundo en el tablero donde ambos sistemas, capitalismo y comunismo, (EEUU-URSS) jugaban a la guerra por barrios. Solo en la crisis de los misiles estuvo la cosa al rojo vivo a sabiendas de que de haberse producido se habría cobrado la factura de millones de rojos muertos y el Planeta convertido en un erial. Cuba fue el primer grano comunista que le salió a América en el corazón del desenfado caribeño. El comunismo es mejor con ron que con vodka, dijo alguien.

Pero hoy, en este mundo global que ha experimentado un corrimiento incierto con nuevos actores, después del desmoronamiento comunista cuyo liderazgo lo reclama China, una potencia híbrida capitalcomunista… ¿qué cosa es el comunismo? En nuestro gobierno tenemos a una ministra, Yolanda Díaz, pero yo la veo más como una rocosa socialdemócrata que como una comunista ortodoxa.

Vuelvo al principio: una quimera filosófica perfecta e inconcreta, terrible en su práctica terrenal. Sin embargo, algo de razón llevaba Marx en lo referente a la extinción de los Estados. Hoy son menos soberanos y se diluyen en bloques de influencia que parcelan el Plantea en varios puntos de gravedad, EEUU, China, la UE y Rusia. Suena un poco al orweliano 1984, ¿no?

Libertad, democracia, comunismo o socialismo real son imposibles de conjugar en el mismo tiempo. Y como Silvio Rodríguez canta en la rebuscada pero bella letra de El Reino de Todavía  (a todas las cosas importantes se las entroniza con la corona regia: reino animal, rey de la casa,  rey de la jungla, la madre que le dice a su bebé, te como, rey mío… excepto las Letras que éstas sí casan gozosamente con la República), digo que uno se pregunta qué cosa es el Comunismo hoy:

Balseros, navidades, absolutismo,
bautismos, testamentos, odio y ternura.
Nadie sabe qué cosa es el comunismo
y eso puede ser pasto de la censura.

Hay otra estrofa de la misma canción que dice:

El sistema invisible tendrá su precio,
su frontera y tamaño, su analogía.
Dios le llaman algunos, otros Comercio,
mas para mi es el Reino de Todavía.

Puede aducirse que cuando fue escrita y publicada en 1996, dentro del álbum Domínguez, ya hacía años que había caído el Muro de Berlín y la Historia aventaba huracanes contra los restos del comunismo mundial. Parece, pues, que la canción era una llamada a resistir los embates del nuevo orden y permanecer en los ideales, en ese paradójicamente, comunismo resistente. En ese Reino del Todavía que seguía y sigue en pie en la Perla del Caribe. Dicho lo cual afirmo y me reafirmo, pese a todo, en la belleza textual de las canciones del cantante y poeta cubano más universal, merecedor del Premio Nobel de Literatura por su paternidad de un comunismo lírico extraordinariamente humano y casi amoroso. Silvio estremece (que lo cortés no quita lo valiente), pero dudo si a día de hoy, en el siglo XXI, ante el mundo que cambia como una bola de plastinina es capaz de definirme qué cosa es el comunismo, si ha evolucionado con las décadas  y si tiene la fórmula de encajarlo en la rabiosa pulsión de libertad individual que pregonaban los existencialistas franceses, y qué siente cuando contempla, hoy, las detenciones de sus compatriotas disidentes y la descascarada imagen de una Habana como espejismo de una quimera.