Natividad Cepeda.- Un libro es un tesoro preciado que espera ser cogido por las manos para que la mirada se pose sobre él y así adentrarnos en su Historia y, con su contenido en el autor que lo creó. Eso es para mí cualquiera de los libros que guardo en mi biblioteca personal.
En el pasado, cuando Internet no nos colonizaba, accedíamos al libro tocando su textura y amando el formato de donde surgía todo lo creado sin reparo alguno. Ahora accedemos al autor y conocemos sus rasgos, antes, a veces, que conocer su obra. No es el caso personal de Don Francisco Caro, autor conocido y seguido en redes informáticas y en cualquiera de sus libros publicados, que conviven conmigo en los anaqueles revueltos de mis baldas. “Aquí”, es un libro sobre el que se han publicado artículos en diferentes medios desde su aparición y por ello pareciera que es un libro al que no hay que volver a él. Ahora vivimos tan deprisa que lo aparecido hace escasos meses nos parece que convive en el pasado y hay que dejarlo allí. Es realismo actual. No para mí.
“Aquí”, es la restauración del pasado unido al presente porque en el poeta convergen los dos espacios y de esas vivencias a corazón abierto y de su experiencia escribe poema a poema este profesor que es Francisco Caro. Ciertamente es así cuando en la página 41 escribe:
“Aquí,
en este patio
que me aísla del mundo y lo contiene.”
Y después nos dice que en Un sábado de marzo que
“He podado el laurel y se derrama
por la tierra la anchura de su aroma”
…el poema continúa hablando de esas experiencias del alma que nos unen al poeta; al Hombre.
“Aquí” es un libro para leer en éste otoño cuando los días van buscando la tibieza de la sabia dormida de los árboles. Leer al margen de lo que se ha escrito sobre el libro y su autor porque en ese coro de poemas hay escenas humanas con el vigor y la pureza de quien se nos muestra a través de la palabra. Y no hay necesidad de desentrañar nada más. Vida y vivencias narradas con voz serena de poeta
Creo que hay demasiadas pantallas acuciándonos de lecturas rápidas y de cotejar quien o quienes opinan sobre libros publicados y, en ese proceso, dispuesto a la carta, en grupos diversos, nos quedamos sin adentrarnos en la buena poesía. Pertenezco a esa generación que como Francisco Caro vive acompañada de recuerdos. De cambios entre una bohemia rebelde de juventud y porciones de romanticismo, a dúo de lo rural y lo urbano, en esta tierra de pueblos manchegos y de sierra tan alejados unos de otros. “Aquí”, es libro forjado en el aciago año 2020 de la pandemia del COVID con poemas escritos en el siglo pasado y con el equipaje de éste. Leyendo sin premura los poemas asistimos a la resurrección de sus padres enlazados en la continuidad de las nietas, que son las hijas de Francisco Caro. Por sus venas transita el espacio de su Piedrabuena natal con los oficios olvidados al lado de la globalización de Madrid confesando…
“Soy a mitades
Madrid y pueblo mío, territorios
en donde amé la vida, donde me amó la vida.”
Leer un poema es desentrañar la piedra rosetta de los mensajes personales de quien lo escribe. En cualquier caso es este un libro de infancia y vejez acumuladas sobre la visión panorámica del poeta con aliento de amor a pesar de las aristas de la vida. Sin dejar de lado la pericia y conocimiento de Francisco Caro. Y como no emocionarme con el poema que describe la tarde aquella de un seis de mayo en la Fuenteagria frente a la estela de Nicolás del Hierro; yo estuve allí y quisiera poder volver (si Dios me lo permite) un día cualquiera a sentir su aire y vaciarme en su paraje, tan de ellos, de Nicolás y de Paco… Todo eso descrito en un bello poema que se hace corto al leerlo y visualizar a los dos poetas y al paraje amado por ellos.
“Si nos vieras contigo.
Está fértil la tarde y su aroma pronuncia
también tu nombre,
el caño mana en su canción tu verso,
la luz no quiere irse, no desea
guardarse todavía en el crepúsculo,
tal vez
por no traer la noche hasta los trigos.”
Este libro entre mis manos, nada distante ni alejado de la vida de los que por sus páginas cruzan, son tesoro único de versos incandescentes. Porque hay que desprenderse de ataduras para leer poesía. Para leer “Aquí”,cualquier tarde de otoño. No porque con mi anarquía literaria escriba este comentario; no, más bien porque emociona su verdad y su belleza.