José Carretón Moya.– En el verano de 1927 tiene lugar en Argamasilla de Alba la detención de un estafador de origen alemán llamado Johnn Adan Waldmann, de 35 años de edad miembro de una organización criminal afincada en Núremberg (Alemania).
Durante casi un año, este delincuente, lograría hacerse pasar por un destacado miembro de la aristocracia germana, mientras urdía junto a sus compinches un meticuloso plan para estafar a empresarios vitivinícolas de nuestro pueblo. De la detención y andanzas de este embaucador y mentiroso sin escrúpulos, que llegaría a declararse autor del asesinato del primer presidente de Baviera Kurt Eisner, se hizo amplio eco la prensa nacional de la época. Estos son los hechos tal y como fueron relatados por diversos periódicos como ABC, La Voz, El Heraldo de Madrid, La Nación, La Libertad o La Época.
A finales del mes de agosto de 1926, un hombre de nacionalidad alemana desaliñado, de pésimo aspecto y sin blanca llegaba caminando a Argamasilla de Alba procedente de la provincia de Córdoba. La “casualidad” quiso que tropezara con el médico de la localidad D. Juan Serrano que había sufrido una avería en su coche. El desconocido se ofreció a ayudarle a reparar el vehículo al tiempo que pedía al médico ayuda y trabajo. Su aspecto y estado debió causar profunda impresión al galeno argamasillero que compadeciéndose de él lo admitió en su casa y le proporcionó trabajo en la vendimia. Con el tiempo ambos entablarían una relación de cierta amistad. No pasaría mucho tiempo hasta que este hombre supiera captarse por su educación y exquisitos modales la confianza del Doctor Serrano y su familia, hasta el punto de que aunque carecía de documentación alguna que acreditara su identidad alegando que toda ella le había sido sustraída con su maleta en una estación de la línea Madrid-Sevilla, el doctor y su familia fueron acentuando su afecto por él, acogiéndolo en su casa en condiciones de la más absoluta confianza. En este clima de cordialidad el nuevo huésped terminaría por confesar a su benefactor su origen aristócrata, identificándose como el conde Carlos Von Arco, oficial aviador del ejército bávaro, hijo del general de Ferrocarriles Conde Von Arco y único superviviente de su familia tras la Gran Guerra donde habían fallecido heroicamente su padre y sus cinco hermanos. Su madre Marquesa de Munebner también había fallecido en Munich a consecuencia de la revolución. El conde decía tener todos sus bienes establecidos en la región del Rin y hacía depender su recuperación de la retirada de Francia de esa región ocupada tras el conflicto bélico mundial. Carlos Von Arco llegó a invitar a sus patronos a visitar su castillo de San Conrado en Renania, lugar de su nacimiento y cuna de su poderosa familia teniendo casi decido el Doctor Serrano y su familia acompañarle en dicho viaje.
A esas alturas el Conde Von Arco había manifestado al doctor Serrano y a su consocio D. Cesar Lucendo Asensi, su deseo de entrar a formar parte en la prestigiosa casa de elaboración y exportación de vinos que este último había fundado en Argamasilla de Alba en 1919 y cuyos caldos gozaban ya de gran prestigio, habiéndose hecho eco de su buen hacer la prensa española. A cambio de su admisión en el negocio, Von Arco prometió una aportación de trescientos mil marcos oro una vez hubiera recuperado sus bienes.
El conde alemán, deseoso de probar su procedencia y afianzar su relato con documentos escritos, recibiría por correo a través de sus compinches, diversa documentación de origen alemán entre la que figuraba su ejecutoria de nobleza, traducida al español, su partida de nacimiento y hasta una brillantísima hoja de servicios militares, en los que aparecían detalles de la heroica conducta del personaje en la Gran Guerra, figurando nada más y nada menos que hasta 58 victorias obtenidas como teniente aviador sobre aviones de todas las categorías y nacionalidades de los ejércitos aliados. A estos documentos se añadían fotografías vestido de militar con elegantes uniformes, ya fuera en solitario, o bien en compañía de supuestos hermanos de armas.
Sin embargo el efecto logrado sería precisamente el contrario. Ese exceso de cuidado en probar su origen acabará por sembrar la sospecha en el Doctor Serrano, que establecería contacto con el cónsul español en Munich para intentar obtener antecedentes sobre su huésped. Al mismo tiempo, tal y como relata El Heraldo de Madrid, en su número de 30 de agosto de 1927, D. Cesar Lucendo Asensi con motivo de un viaje comercial por tierras alemanas, visitaría Renania, donde el titulado conde Von Arco decía poseer el castillo de San Conrado y amplios bosques que constituían su fortuna. De las averiguaciones practicadas por el empresario resultaría que todo era falso, pues ni en la ciudad de Espira (Speyer) ni en todo el Palatinado de Baviera existía finca alguna con la denominación de castillo de San Conrado. No se conocía tampoco el título de conde von Arco, que casualidades de la vida coincidía con el popularísimo Conde Antón Von Arco auf Valley, autor del magnicidio del primer presidente de Baviera Kurt Einsten en 1919.
Cesar Lucendo Asensi se desplazaría seguidamente a Núremberg, donde supo que existía un encargado de negocios de compraventa de inmuebles con el que el supuesto Conde Von Arco había establecido contacto. Este gestor inmobiliario confesó que había sido utilizado por una tal Carlota Adan Waldmann, la cual fingió llamarse Ana Marta en un intento de estafa a través de la venta de un castillo que supuestamente era propiedad del Conde Von Arco. El castilllo se localizaba en Austria y tras advertir ciertos detalles que le hicieron desconfiar había denunciado a la señora Waldmann ante la policía. Puesto en contacto con la policía de Núremberg a Cesar Lucendo le fueron mostradas fotografías de esta mujer y de su hermano Johnn Adam Waldmann fugado de Alemania en 1914 ambos fichados como estafadores peligrosos, reconociendo al último de ellos como el falso Conde Von Arco que había llegado a Argamasilla de Alba hacia casi un año.
A partir de ahí y gracias de diversas comunicaciones realizadas por el cónsul español en Munich al Ministerio de Estado en los días 7, 9 y 13 de julio, pronto se darían instrucciones a la Dirección de Seguridad en Madrid para someter a vigilancia al sospechoso, trasladándose agentes de la Brigada de Investigación Social a Argamasilla de Alba, para finalmente detener al supuesto conde el 23 de julio de 1927, casi un año después de su llegada a nuestra localidad.
Una vez detenido será finalmente identificado tras diversas gestiones como Johann Adan Waldmann, fichado como apache[1] desde 1907, el cual huyó de Alemania al estallar la Primera Guerra Mundial, trasladándose después a España.
Con su detención se conocerán los pormenores de la azarosa vida delictiva de Waldmann en España. Enrolado en el Tercio de Extranjeros, unidad del ejército español creada en 1920 precursora de la Legión tal y como la conocemos hoy, será acusado de desertor en 1922 siendo reclamado por el Servicio de Aerostación de Cuatro Vientos. En ese año se le localiza en San Sebastian donde se hará pasar poa Oficial de Aviación del ejecito alemán y tiempo después tras descubrirse que había desertado de la Legión, fue detenido y encarcelado en la cárcel de Ondarreta. En noviembre de 1924 será detenido en Granada por estafa y en 1926 en Cartagena por igual delito tras cometer varias estafas en comercios usando un uniforme de Oficial de Aviación, ingresando en prisión tras ser detenido. Tras ser liberado volvería a Cartagena trabajando como mozo de pista en el circo ecuestre “Roxana”.
En los distintos interrogatorios a que fue sometido en la Segunda Sección de la Dirección General de Seguridad (Brigada de Investigación Social) bajo la dirección del Comisario Luis Fenoll, sostendrá firmemente que era el Conde Carlos Von Arco defendiendo la misma versión que había facilitado al Doctor Serrano en Argamasilla de Alba. Reconoció su permanencia en el Tercio desde 1920 a 1925, pero aseguraba que nada tenía que ver con Waldmann y que su verdadera personalidad era la sostenida de Conde Von Arco.
Gracias a los distintos artículos publicados esos días por la prensa de la época, sabemos que las invenciones con las que Waldmann ilustró a la Policía en sus distintas declaraciones sobre su azarosa vida no tuvieron desperdicio: huida a Paraguay desde Alemania tras el final de la Gran Guerra donde se dedicó si gran éxito a la agricultura, enganchado después en el Tercio donde demostraría, según él, inusitado valor mientras perteneció a las tropas de infantería, alcanzando fama de valiente, pasando después a Aviación cuando dijo haber sido aviador en Alemania. Declararía también haber ingresado en una compañía de circo en calidad de mecánico tras licenciarse, con la cual recorrió diversas poblaciones de Andalucía y Levante, abandonando su empleo cuando el circo se dirigió a Portugal, emprendiendo nuevamente su odisea en busca de trabajo. Sin un destino cierto, en una estación de la línea de ferrocarril Sevilla-Madrid, declaró que le fue robado el equipaje, viéndose obligado a vestir pobremente y viajando a pie, hasta que casualidades de la vida, llegó a Argamasilla, donde encontró trabajo y pudo vestirse decentemente.
Gracias a la labor periodística, sabemos que el Comisario Fenoll no se anduvo tampoco por las ramas y ni corto ni perezoso ofreció al Waldmaan que demostrara sus habilidades como piloto en el aeródromo Cuatro Vientos haciendo que lo trasladaran a dicha instalación, donde Waldmann declinaría prudentemente dicha invitación para demostrar su pericia con los aeroplanos.
Sin embargo el culmen de las invenciones y mentiras de este sujeto estaba por llegar. Sabedor de que las autoridades españolas estaban barajando la opción de extraditarle a Alemania donde también tenía causas pendientes, (motivo por el cual protagonizaría dos intentos de suicidio e incluso se declararía en huelga de hambre), sorprendería a todos con una confesión extraordinaria, declarando haber sido el autor de la muerte del primer Presidente de Baviera, Kurt Eisner, el 8 de noviembre de 1918. La estratagema estaba clara. Pretendía atribuirse un crimen de claros tintes políticos e intentar frenar así su posible extradición. Tras captar la atención del comisario Fenoll, declaró formalmente que estando de guardia en el Ministerio de Estado de Baviera, en Munich, momentos después de proclamarse la república y nombrado Eisner como presidente, lo mató de tres tiros de pistola maüser al ir a tomar posesión de su cargo. Tras ser detenido, fue posteriormente libertado por sus amigos, que le proporcionaron la fuga a Holanda, donde residió un mes, y posteriormente, con documentación falsa, su marcha a la Argentina, donde permaneció hasta 1920, en que vino a España par a ingresar en el Tercio.
Tras la inicial sorpresa, pronto el comisario Fenoll haría caer la historia argumentada por Waldmann como un castillo de naipes. En primer lugar porque el asesinato de Kurt Eisner ocurrió un 21 de febrero de 1919 y lo segundo porque pronto las autoridades alemanas confirmaron que el autor del magnicidio, Antón Von Arco auf Valley, fue detenido y cumplía condena en 1922 cuando Waldmann ya estaba en nuestro país y tercero porque en aquellos momentos el verdadero Von Arco se hallaba en libertad residiendo en Alemania tras beneficiarse de un indulto.
El comisario Fenoll llegaría a declarar a la prensa que Waldmann era uno de los hombres más interesantes que había conocido en sus veinte años de servicio: “A veces da la sensación de un cínico atento sólo a su medro personal; en ocasiones parece un hombre altruista, generoso. Físicamente es ordinario, vulgar; no existe en él un solo rasgo aristocrático. Empero, tiene instantes en que revela una educación exquisita. Es hasta sentimental.”
No
sabemos si finalmente Waldmann fue o no extraditado a Alemania o cumpliría
condena en España, lo que no podemos negar es la habilidad demostrada por este
embaucador en el arte de la mentira y de la estafa, argucias que no evitaron
que finalmente fuera puesto a disposición de la justicia, sin olvidar que en
buena parte esto fue posible gracias a la sagaz labor de investigación llevada
a cabo por el empresario Cesar Lucendo en tierras germanas y a las gestiones realizadas por
doctor Juan Serrano con el cónsul español en Munich, las cuales permitieron
desenmascarar a un apache oculto bajo
el pelaje de un falso aristócrata que
por casualidades de la vida …. o no, vino a parar a El Lugar de La Mancha.
[1] El término apache, era utilizado en la época para designar a aquellos delincuentes, gente del hampa y de los bajos fondos cuyo origen cabe situarlo en el París de comienzos del siglo XX aunque su presencia se extenderá por otras ciudades europeas llegando también a las grandes urbes españolas. Adoptaban una forma de vestir determinada (botines, fular al cuello, el cual usaban para inmovilizar a sus víctimas, y gorra.). Estos delincuentes constituyeron auténticas organizaciones criminales dedicadas al robo, la estafa y control de la prostitución, en una época en que la policía contaba con pocos medios para hacer frente a este tipo de delincuencia organizada.