Política energética

No es por incordiar, pero a estas alturas del discurso de lo políticamente correcto, se puede advertir que la política energética está tocada del ala.

Y bien tocada.

A pesar de la Ministra de Transición ecológica, Teresa Ribera.

Quien primero fue beligerante con los combustibles fósiles, defendiendo el automóvil eléctrico y luego entró en fase catatónica.

Baste apreciar la noticia de hoy 16 de julio, de que la gasolina –por más que se me quiera objetar que cada vez haya menos coches de combustión de gasolina y su impacto sobre las economías privadas será menor– pasa de 1,40 euros el litro, y bate un record histórico.

Un precio que no se alcanzaba desde 2014.

Ni más, ni menos.

Culpa del gobierno de Mariano Rajoy, dirán algunos en su afán de explicar todos los males –cualquier tipo de males políticos, sociales, enérgeticos o económicos– en el momento en que gobernaba la actual oposición.

Y con ello, la pretensión de salir indemnes del deterioro de la gestión actual, al imputar las responsabilidades al gobierno precedente.

¿Se imaginan las reacciones a estos males, con un gobierno del PP y con estos disparates tarifarios?

Reacciones en la calle, reacciones en el parlamento, reacciones de denuncia ante los medios de comunicación, boicot al consumo en una franja horaria determinada y cosas parecidas.

Como hemos visto en el pasado: ejerciendo la protesta y liderando el descontento social originado por algunas políticas.

Todo ello sería parte de la batería de medidas de la oposición virtual, del que hoy es el gobierno factual.

En una demostración de la maestría desplegada en el ejercicio de la propaganda de los actuales gobernantes, cuando ejercían de oposición.

Si ahora esas medidas –de protesta y de liderar el descontento social– la ejerciera la actual oposición, oiríamos el mantra de “falta de sentido de Estado”.

Eso dicho por quien tampoco lo tuvo en su momento.

Y no se ruborizó por ello, ni se ruboriza ahora haciendo lo contrario de lo que pedía entonces.

Vean el argumentario, por otra parte, de los problemas catalanes y sus derivadas múltiples–penales, judiciales, penitenciarias, económicas, políticas y sociales–.

Problemas, por así llamarlos suavemente, –todos los problemas arrancan, indefectiblemente, del mismo sitio del pasado– para entender la voluntad de desplazar las responsabilidades al vecino y anterior ocupante del Palacio de la Moncloa.

Incluso y en relación a la pandemia fenomenal que estamos padeciendo, ha habido voces que señalaban los problemas suscitados en el universo sanitario y epidemiológico, a los recortes y privatizaciones realizadas por los gobiernos precedentes del Partido Popular.

Algo parecido podríamos decir de la factura del diésel –pese a objeciones parecidas a las anteriores– que experimenta precios de otro record olímpico.

Por más que la fluctuación del precio del crudo no justifique esas subidas, como ya ocurrido tantas veces.

Siempre habrá quien pondere –siempre hay argumentarios de todo tipo para justificar y encubrir toda política oficial– que, si hubiéramos seguido las instrucciones gubernamentales y hubiéramos cambiado a coche eléctrico, el impacto negativo en las economías privadas habría sido de otro tenor.

Un tenor, que pese a todo no canta.

Desoyendo claro está, con ese razonamiento deslizante y confuso, la fenomenal subida de las tarifas eléctricas.

Tarifas que han dejado en nada el incremento de los derivados del petróleo.

Y que ningún agente político o empresarial ha sido capaz declarar, explicar y justificar.

Sólo se alude a ejemplos del pasado – como la tempestad invernal Filomena, que disparó el coste del kilovatio a las nubes y se justificó entonces por imponderables climatológicos.

Una política energética que no se visualiza ni se constata en el día a día.

Todo amparado bajo la huella difusa de la Agenda 2030, de la economía verde, de la economía circular, de la descarbonización y del imperio del cambio climático.

El impacto negativo delas subidas tarifarias de la electricidad ha sido tan radical y desmedido que se ha adoptado la medida excepcional de reducir el IVA sobre la electricidad, del 21% al 10%.

Aunque sea una reducción temporal.

Hasta que termine el temporal tarifario.

Periferia sentimental
José Rivero