Concha González. Militante de Izquierda Unida Valdepeñas.– De repente nos cuentan que en Cuba reclaman libertad como si no la tuvieran o como si estuvieran pidiendo cañas en Madrid.
Eso quiere decir que con trolls, robots y algoritmos, se puede “dar la paliza” a propósito de un pueblo, el cubano, al que se le acumulan los problemas: la pandemia y la estrategia injerencista de los Estados Unidos, que son unas gentes que no solamente cuentan con fuerzas armadas que se movilizan cuando la injerencia necesita mostrar su carácter militar, sino también con instituciones dedicadas a la guerra económica, la guerra mediática y la guerra ideológica.
En el caso de Cuba, la guerra económica engloba sanciones, embargos y bloqueos, es un fenómeno conocido que ha experimentado un gran desarrollo en las últimas décadas; es una agresión: (a) unilateral y sin ninguna base legal; (b) que produce más víctimas que las acciones militares y entre la población más vulnerable; y (c) que evita las imágenes sangrientas y por tanto consigue una mejor aceptación y más cómplices, llegando a la perversión de presentarla como una acción “con fines humanitarios” cuando se llega al cinismo de proclamar “S.O.S. Cuba” después de ciscarse en todas las resoluciones de la ONU contra el bloqueo.
Lo siguiente es deslegitimar a quienes defienden su soberanía, y, si lo consideran útil para sus fines, se criminalizan los procedimientos electorales mismos, sentando las bases que permitan incluso justificar golpes de Estado, siempre en nombre de la Democracia y la Libertad.
La lógica es la siguiente: Un grupo promueve un proceso de agresión, los científicos y técnicos evalúan su implementación, la clase política lo traslada a las instituciones, ya en ese momento los medios de comunicación han iniciado su parte, los agentes sobre el terreno comienzan sus acciones, se encapota el ciberespacio anunciando la tormenta perfecta, se mueven ingentes cantidades de dinero, se conforman disidentes, opositores, fuerzas de choque… y en todos y cada uno de esos momentos el bombardeo ideológico; la propaganda de guerra.
Todo esto transcurre a una velocidad de vértigo y se reproduce y se divulga a los cuatro puntos cardinales. Por ejemplo: en cuanto los espectadores españoles tuvieron la oportunidad de contemplar supuestas (porque hubo de todo) imágenes de la ”rebelión” de los cubanos contra la “dictadura”, la extrema derecha de acá inició su campaña de denuncia contra la “tiranía comunista” en Cuba y exigió al Gobierno de Coalición que se distanciara de ella políticamente.
Los agentes mediáticos hacen su trabajo de acoso, como si fueran a ganar el premio Pulitzer y hay que reconocer que las respuestas del bando socialdemócrata no hacen justicia a la realidad cubana. Los que se autoasignan la facultad de conceder el certificado de pedigrí democrático parece que recibieron el suyo de una conocida universidad madrileña.
Pero lo más importante es explicar a la sociedad española que lo que hoy pasa con Cuba (que viene pasando desde mucho tiempo atrás) es lo mismo que nos pasa cuando tratamos de ampliar el desconchado marco democrático en el que tratamos de encuadrar nuestros problemas y nuestras soluciones y cuando tropezamos con los intereses del Imperio y de sus rancios señoritos de cortijo o avariciosos administradores de fincas y negocios, partidarios del beneficio máximo para unos pocos y la “austeridad” (así le llaman ahora a la pobreza) para la mayoría.
Y la pobreza no es solo monetaria. Hay una miseria moral y cultural que provoca un debilitamiento personal y colectivo. Busquemos las cifras que lo demuestran, reflexionemos sobre las causas de nuestra crisis sanitaria, socioeconómica, ideológica, ahora también geopolítica, mantenida y aprovechada para extender y asegurar el dominio del Imperio y de las grandes corporaciones que lo sostienen. Y busquemos hombres y mujeres, jóvenes y veteranxs que aporten a la comunidad la voluntad sociopolítica de adquirir suficiente fuerza para defender nuestra independencia.