El señor Carl Sagan fue un divulgador de la Ciencia −entre otras cosas− que se esforzó durante dos décadas por dar a conocer al paisanaje los secretos del Universo, algo que puede sonar a título de entrega por fascículos pero que, al mismo tiempo, se convierte en una necesidad que pocos seres humanos ven cubierta con competencia.
Al señor Carl Sagan, como a otros muchos, le inquietaba la idea de que el mundo se precipitaba (en los años en que apareció esta obra: la década de los 90 del siglo XX) en un abismo de ignorancia. Preocupado por la posibilidad de que su país, Estados Unidos, estuviera entonces precipitándose hacia una era oscura que, por ser el suyo el imperio que gobernaba el planeta, hundiría a las democracias occidentales en unas formas de gobierno basadas en la superstición, la incultura y el miedo a lo sobrenatural, inquietado por todo esto, decimos, este hombre de ciencia escribió este libro para alertar a la basca de los peligros de la ignorancia.
Por ejemplo, la proliferación de sectas religiosas, que prometen la salvación en la otra vida a cambio de la sumisión a unos cuantos listillos, son un indicador indubitable de que las masas iletradas pueden ser utilizadas por gentes que no valoran en nada los limitados logros de nuestra cultura. Y ello hasta el punto de que millones de cristianos de raíz protestante sostienen que el hombre (y todo lo creado por Dios) existe desde hace unos cuantos milenios, que los fósiles de los dinosaurios fueron puestos en la Tierra por el Demonio para crear dudas en nosotros, humanos, que le sirvieran para condenar nuestras almas, y que el Fin del Mundo se encuentra a la vuelta de la esquina. Esta última idea resulta, según Carl Sagan, especialmente perniciosa, por no decir letal: el Apocalipsis sería una de esas profecías que se autocumplen, como lo fueron para los pueblos precolombinos la creencia secular de que un día habrían de llegar desde el otro lado del océano unos hombres que les aniquilarían. Pizarro, Cortés y otros conocieron esta superstición y se aprovecharon de ella haciendo creer a incas, mayas otros indios que ellos, precisamente, eran los que venían a acochinarlos. Por eso, esos imperios ofrecieron tan poca resistencia a los conquistadores españoles porque estaban convencidos de que su llegada significaba su fin. Así, los cristianos protestantes radicales, que dominan muchos aspectos del poder en Estados Unidos, podrían estar creando el escenario propicio para un apocalipsis nuclear, como decimos, por ejemplo y según Carl Sagan.
Otro ejemplo: la superstición de los OVNIS, que en los últimos años ha decaído para ser sustituida por otras insensateces, preocupaba al señor Carl Sagan hasta el extremo de que dedica varios capítulos de esta obra a explicar al ignaro el origen de este subproducto de la ignorancia científica y, más en concreto, del analfabetismo matemático que ahoga a los ciudadanos de a pie. Como el Universo que conocemos requiere una explicación matemática (pues, por ahora, otra no hay), aquellas personas que han sido privadas por el propio sistema educativo de su derecho a conocer los fundamentos matemáticos jamás podrán comprender no solo el mundo en que viven, sino, y esto es lo peligroso, el alcance de las supercherías, las filfas y la poca vergüenza de aquellos que afirman engaños palmarios con toda tranquilidad. Los charlatanes campan a sus anchas en una cultura que desdeña el saber en favor del hedonismo mal entendido. La escasa preparación de la clase docente también conspira para que nuestros hijos salgan al mundo real sin entender el mundo real. Los universitarios son solo programados con el fin de trabajar en empleos que detestan para comprar cosas que no necesitan. La nada disimulada intención de nuestro sistema universitario de crear productores compradores de las baratijas que el capitalismo pone al alcance de que los que se portan bien, ha transformado las universidades de lugares que nacieron para potenciar el pensamiento crítico en meras factorías expendedoras de títulos que sirven para ganar dinero. Y para poco más, según afirma Carl Sagan en este esclarecedor documento.
En definitiva, El mundo y su demonios es un inquietante aviso de que nuestra cultura, lo que sabemos de Ciencia y nuestros sistema políticos son solo una delgada capa que cubre un interior animal, salvaje y potencialmente asesino.
Emilio Morote Esquivel.
El libro es una defensa del saber científico. Muy recomendable para universitarios……