Manuel Valero.- El futuro llega demasiado pronto. Supongo que siempre ha sido igual a lo largo de la Historia cuando el relato de la peripecia humana se ha enfrentado y afrontado cambios severos que han supuesto un viraje en el curso de los acontecimientos.
Me imagino, por ejemplo, el florecimiento de las primeras civilizaciones, y el repetitivo capitulaje de nacimiento, esplendor y decadencia y las generaciones que fueron coetáneas del declive. O, la aparición de nuevas ideas, el avance de la ciencia y el conocimiento y la aplicación de nuevos inventos que supusieron un cerrojazo a la etapa anterior: el Renacimiento, la Ilustración, las revoluciones, la imprenta, el vapor o la electricidad.
Todo cambio profundo y evolutivo siempre ha causado temor e inquietud aunque luego la experiencia demostrara que la superstición no tenía hueco en el progreso humano y que todo cuanto suponía de avance lo era para la consolidación del bienestar y la salubridad de los hombres. A su vez los cambios influían a la hora de la ostentación del poder y el resurgimiento de nuevas clases sociales, el fortalecimiento de los grupos poderosos, y en la organización de las masas, burguesas o proletarias, inmigrantes o nativas, a medida que el conocimiento humano, los medios de comunicación, la ciencia y la experiencia despejaban sombras y la democracia mostraba sus primeros brotes.
Hoy estamos ante uno de esos cambios severos que ponen a prueba la globalidad mundial, de facto, de la mano de los avances tecnológicos y la inteligencia artificial. Puede que como ha pasado antes, todo cuanto nos inspira temor o melancolía -los nuevos tiempos siempre traen consigo la carga sentimental de los viejos buenos tiempos— se materialice en un mejor confort mundial porque la tecnología garantizará una salud casi inmortal con técnicas quirúrgicas sorprendentes, con prevenciones maravillosas producto del conocimiento celular y el origen de la dislocación que nos compone. La transmisión de conocimiento se socializará de tal manera que bastará con darle a un botón para llegar al dato deseado. Tal vez se despeje la atmosfera de mugre y la automoción no requiera de piloto carnal y nuestra casa sea una conjunción robótica de precisión que obedezca a nuestra voz y el ocio sea una realidad virtual tan real que no parecerá virtual por la que incluso podamos ver de nuevo a nuestros seres queridos o etapas felices de nuestra existencia. Todo estará muy muy bien e insisto: si será como siempre ha sido, el avance humano es un bien inexorable. Ya tenemos prospectivos que lo auguran con su ritos chamánicos de algoritmos y política.
Pero a mi me da miedo. Reconozco que no es un miedo racional, casi ningún miedo lo es, y me aferro a la querencia jorgemanriquiana de que cualquiera tiempo pasado fue mejor. No es verdad pero no puedo evitarlo. La realidad virtual perfeccionada hasta el detalle orgánico y la inteligencia artificial que dicen los expertos están ya preparadas para irrumpir en nuestras vidas y cambiárnoslas hasta la raíz me produce inquietud y un apego al blanco y negro cultural de los 60 y 70, donde todo parecía nuevo. Y ocurrieron cosas que cambiaron el mundo. Vaya si ocurrieron. La histeria masiva provocada por los Beatles no se había conocido antes jamás y el activismo negro norteamericano resultaba tan insólito como atractivo. Pero aquello estaba provisto de cierta carnalidad que ahora nos parece encantadora aunque nunca vimos a los Beatles salvo en las películas y los madrileños que tuvieron ese privilegio. Las cartas eran a máquina o a mano y enviadas por correo, el teléfono estaba en las esquinas de las calles y la Internet no salía de los cuarteles de mando del ejército USA ni teníamos pajolera idea de su existencia . Y los discos eran vinilo puro. Todo un alarde.
El cambio que se avecina me parece más inquietante y alimenta más los temores distópicos que alientan una sociedad feliz e imperecedera. Hay mucho de humano en lo virtual y en el artificio de una inteligencia casi natural, pero será de tal modo que no lo parecerá. Esos rostros sin vida de los juegos que representan a las personas con asombrosa fidelidad dan pavor. Y sobre todo, si esto sigue su derrota, quien controlará a los controladores del nuevo gobierno global aplicado con perfecta digitalidad? ¿Un gobierno tecnológico que gestione un planeta de autómatas metálicos y un nuevo existencialismo que inevitablemente resurgirá de todo ello como antídoto? Me viene a la cabeza El dormilón de Woody Allen.
Es pura melancolía lo sé. Como sé que no es cierto del todo eso de que cualquiera tiempo pasado fue mejor porque lo que lamentamos en verdad es la fugacidad del tiempo y la consciencia nítida de sabernos con fecha de caducidad a una velocidad superior a la deseada. Hoy los Estados nación son una rémora del pasado y la aldea global que ha destrozado la aldea rural -nuestra paisana Ana Iris Simon, dixit– se prepara para la virtualización universal y la artificiosidad inteligente hasta el último confín de la aventura humana.
Me recreo y asumo mi melancolía. Si pudiera regresar a la infancia volvería a hacerlo en mi tiempo. No me gustan los tiempos en los que cualquiera puede hacer una película, grabar una canción, escribir un libro por el hecho de que haya artilugios que lo facilitan y editoriales de auto edición que hacen que haya más autores que lectores. ¡Si hay hasta audiolibros! Fue la primera vez que me puse en guardia de que los cambios aceleraban, irrefrenables. Dijo Albert Einstein que nunca pensaba en el futuro porque llegaba demasiado pronto. ¿Pronto? Ya está aquí. ¿Para bien o para mal? Para ambas cosas, porque si rascamos un poco la condición humana y el material que la componen -bondad, maldad, verdad, mentira, miedo, valor, fidelidad, traición, amor, odio, celos, admiración, envidias- es lo único que ha permanecido inalterable al paso de los milenios por mucho que hayan cambiado las costumbres, vestimentas, la cocina sobre la mesa y moda. Puritita fachada.
A usted el cambio le da miedo porque es inteligente, conoce el pasado -en parte por la edad, cosa que puede ser peyorativo, pero no lo es- pues es culto sabe de historiA, y observa lo obvio: vamos a peor.
Sin desvelar quién soy le diré que soy de aquell@s que ya viven peor que sus padres haciendo más que ellos en cuanto a mi formación y a día de hoy ni la pensión de ellos, ni mi sustento, están garantizados.
Es la realidad.
Usted es conservador…si, si,si!,, usted, como ana iris, lo que pasa es que usted piensa “progre” -ahora si, peyorativamente, aún siendo conservador. Ve que efectivamente, familia, casa, coche y vacaciones siguen siendo los objetivos vitales y lo pogre nos aleja de estos objetivos NATURALES.
Y claro, el cambio (a peor) le da miedo…. y le da miedo con razón : porque es peor.
Decir todes,ser hombre y definirse mujer, o sandeces así donde los hombres y las mujeres no son. Ni hombres ni mujeres, efectivamente nos lleva a peor… pero es progre y claro, si decimos que hace 50 o 30 años, todo era más fácil, es ser facha.
Ahora compramos fetos y alquilamos uteros…lo que importa es que no haya familia. Un. Padre y una madre, evidentemente.
La laicidad era (y es) buena…pero el laicismo progre mató toda trascendentalidad y lo que podría haber sido una evolución en los valores ha devenido en el relativismo y obviamente la antropología de lo natural,es la que ha perdido.
Hace falta otro siglo de las luces para salir de este nuevo oscurantismo….pero a la inversa
Un drama.
Pero no se apure, señor Valero, las revoluciones,incluidas las conservadoras, que le garantizan “eso” que a usted le acojona, y con razón, también se producen para gozo de la humanidad. Ocurrió en Francia en 1968, donde la derecha obtuvo 396 escaños, frente a los 91 de la izquieda, muy a pesar del mito de “mayo del 68”, o en España en 2011, del 15-m, movimiento minoritario y carente de sentido, frente a las mayorías absolutas del PP en mayo y noviembre de 2011… lastima la corrupción.
Y en 2023, volverá a pasar: el obrero que paga 1,50 el litro de gasoil para ir a trabajar y que le dicen que el calentamiento global es por su culpa, mientras ve que empresas afines a la izquierda se llevan los 70mil millones, el chico de 20 al que le llaman violador potencial por ser hombre, la chavala que le dicen que huela mal para parecer progre, el ganadero que escucha que por criar su ganado mata al medio ambiente, mientras le hablan de la España a rellenar, o el matrimonio que le piden un 10% de itp por su casa si puede comprarla y encima le dicen como educar a sus hijos o que le obliguen a llevarlos a un colegio donde el profesor lleva falda-que es la última gilipollez que nos quedaba por ver, voten en masa conservador, usted, aunque le joda, respirara tranquilo, porque el futuro, sin duda, será mejor.
ANIMO Y ESPERANZA, SEÑOR VALERO.
Bueno, debemos reivindicar el pasado, pero también el futuro de progreso que nos merecemos…..
El progreso es cuidar más del planeta que de los seres humanos, que somos culpables de todo lo que nos pasa. Nos veremos en las elecciones y en las calles. Progresistas también eran Hitler y Stalin. Acabaron mal. Vosotros igual.
El futuro que nos merecemos no es precisamente el que tenemos delante. Mientras no gobiernen personas con formación y ética, el futuro será peor para todos. Estamos en manos de políticos y políticas vacíos y vacías.
De acuerdo en todo Manuel. Yo veo mi vida a los 13 sin tener nada y veo la vida de mis hijos que tienen todo y es evidente yo fui más feliz. Nosotros fuimos unos borricotes pero nobles. Me ha tocado vivir este tiempo y me conformo y menos mal que no voy a vivir en otros tiempos futuros ya que presagian feo.
Además en estos tiempos ya sucede que un youtuber o un tatuador están mejor vistos que un teleco, un abogado etc. Tu que eres? Tatuador…que guaayyy.
Un abogado nunca ha estado bien visto,.. jejeje
Y ahora menos aun
Valero, haz como yo. Toma unas cápsulas que se llaman «Carpe Diem». Son baratas, no hace falta pedirlas por Amazon, no llevan nada peligroso, no tienen efectos secundarios desagradables, no están fabricadas por farmacéuticas infames, no tienen chips de Gates…son la purga del Benito.
Te lo digo yo, que trabajo en Balay:)