Disciplina de molinos

En agosto de 1939, en los Juegos florales, de la ‘ciudad liberada’ –ya perdida su condición nominal de Ciudad Leal que no Real–, el trabajo sorprendente del segundo premio versó sobre Evocación histórico-literaria de El Molino de viento como símbolo de La Mancha.

Una evocación histórico-literaria en momentos tan difíciles como dolorosos, parecería un paseo por las nubes.

O una divagación impropia.

Evocación histórico-literaria,sorprendente por el tema y por el autor.

Sobre el tema, lo iremos viendo en esa pretendida simbología auroral.

Sobre el autor, Francisco Pérez Fernández, que llegaría a ser Cronista Local, junto a Julián Alonso, a petición de Francisco García Pavón.

Francisco García Pavón que además le bautizó como Ciudadrealito Fernández

Francisco Pérez Fernández, más tarde conocido como Antón de Villarreal.

Seudónimo con el que comenzó a publicar las Efemérides manchegas en medios periodísticos locales.

Recientemente reeditadas por la BAM hace algunos años.

Un FPF que, viniendo de zonas templadas del republicanismo de izquierdas –había publicado con frecuencia, en Vida Manchega y había intimado con gentes del PSOE de los años 30–, derivaba a otros mares ideológicos, en la baraúnda del final de la contienda.

Pese a todo el pleonasmo del momento, Pérez Fernández da forma a un ensayo singular.

Que creo bebe en las aguas olvidadas del no menos sorprendente Idealismo sobre la llanura, de Antonio Cano.

Un ensayo de 1936 hoy inencontrable –cuando se publican y editan tantas obviedades–.

Cano da forma a diferentes temas con fondo paisajístico, como el aludido sobre la llanura y su idealismo.

Donde se puede leer: “Ejemplo de la inercia filosófica tenemos los molinos. Cada molino es una fortaleza inerte que espera. Cada hombre una inercia que aguarda”.

Tres años más tarde, FPF, vuelve al núcleo conceptual del molino, como si se cerrara un círculo.

“Aquí en estos cerros que se alzan suavemente sobre la meseta reina el viento sin obstáculos y con frecuencia relativa”.

“Y como el agua escaseaba, nuestros antepasados supieron aprovechar esta otra fuerza natural y vivificadora. Por eso construyeron estratégicamente sus molinos”.

“Había entonces una técnica del viento…y nuestros padres pedían al viento la fuerza necesaria para moler sus granos”.

Un anticipo de la eficiencia energética de las renovables y una eficiencia de la simbología cultural.

“Y en tanto, el molino, que es nuestro símbolo permanece quieto, erguido, desafiante y mudo, esperando la locura de cualquier caballero del Ideal que quiera acometerle”.

“Sabe que vencerá. Está seguro de su victoria contra todos. ¿Contra todos?”.

“Nuestro símbolo, nuestros molinos de viento, está llamado a desaparecer”.

Desaparición más allá de la ruina física.

¿Desaparición o enaltecimiento?

Hasta hoy, que se le ha dado la vuelta.

Ni se si al símbolo o a la función.

O a las dos cosas.

Cuando un grupo de diputados del PSOE posan en formación significativa, ante los molinos, como apoyo al Turismo patrio, se están refiriendo ¿al pasado o al símbolo?

Verificando una repetición como un eco extraño sobre el serrazo.

Igual que otras imágenes del pasado.

Con exaltación molinera de fondo y de forma.

Y por eso se habla ahora, de la restauración de los tres molinos de Puerto Lápice.

O de la iluminación de los de Campo de Criptana.

Por eso, días pasados, se nos mostraba bajo la rúbrica de “12 lugares en los que perderse por Castilla-La Mancha” con un fondo de cerro de molinos.

Perderse en los molinos, como un viaje imposible al pasado, por más que se publiciten formas actuales.

Periferia sentimental
José Rivero