El regreso de Don Quijote

La prensa calla. También la televisión. Sin embargo, una corriente silenciosa se expande a los dos lados del Atlántico: la necesidad política de una articulación de la Hispanosfera. Habrá quien piense que su disolución en el magma globalista sería indiferente; incluso algunos lo aplaudirían con entusiasmo; sin embargo, es muy probable que Carlos Marx lo observara de otra forma.

En su obra cumbre, El Capital, el filósofo alemán, explicó la derrota de España –en realidad, del Imperio- de una manera magistral:

“Ya D. Quijote pagó caro el hecho de pensar que la caballería andante era compatible con toda forma de organización socioeconómica”

(La cita no es literal. Está tomada de una entrevista a Santiago Armesilla en el canal “el aullido del lobo”. En dicha entrevista se basa el texto de este artículo)

Para entender las palabras de Marx es importante recurrir al filósofo español, vinculado a la Escuela Filosófica de Oviedo, Juan Bautista Fuentes Ortega, quien afirma que España trató de proyectar a través de su Imperio una modernidad alternativa. Una modernidad de carácter universalista construida sobre postulados filosóficos y teológicos católicos que entendían que nadie era más que nadie, así como en un desarrollo económico, político y social diferente al que se llevaría en Inglaterra y en la Europa del norte basado en la acumulación originaria, tan criticada después por Marx en El Capital.

La alternativa española era la del “mare clausum” –mar cerrado- y el imperio universal, cuyo lema, creado por Felipe II, era: “Non sufficit orbis” -“El mundo no es suficiente”-.

Ese momento histórico se caracterizaría por la transición entre el feudalismo medieval y el capitalismo, y el sistema económico vigente sería el mercantilismo, donde el Imperio español mantendría una posición hegemónica.

Al mismo tiempo tendría lugar el proceso de acumulación originaria de capital en Inglaterra, consistente en el despojo –verdadero latrocinio- de las tierras comunales de los campesinos, protegidas por la iglesia católica y después explotadas por diferentes sectas protestantes, lo que permitiría la posterior industrialización de dicho país.

Volvamos a la explicación marxiana de la derrota del Imperio español

“Ya D. Quijote pagó caro el hecho de pensar que la caballería andante era compatible con toda forma de organización socioeconómica”

Don Quijote muere al final del libro II, cuando recupera la cordura y, al recuperarla, advierte que el mundo de la hidalguía y de la nobleza defendidos por su persona ya no eran posibles, al menos en el sentido que él entendía.

En el capítulo titulado “D. Quijote, espejo de la nación española” de la obra “España no es un mito”, Gustavo Bueno explica el discurso sobre las armas y las letras, porque las armas son las que sustentan a las letras.

España fue derrotada en las armas y en las letras –la propaganda y las teorías económicas subsiguientes- porque D. Quijote no advirtió que la forma de entender el mundo, desde la perspectiva hispánica: el “desfacer” entuertos, la búsqueda de la justicia……, era incompatible con la cosmovisión descarnada del capitalismo industrial manchesteriano de la explotación de la plusvalía y las matanzas coloniales.

Mientras en 1593, Felipe II había establecido la jornada laboral semanal de 40 horas,  con descanso los sábados y los domingos, para los trabajadores de las fábricas y construcción de fortificaciones, o de 7 horas diarias para los mineros, tanto en los virreinatos como en la España europea, y el trabajo infantil estaba prohibido, los obreros industriales de Inglaterra tenían jornadas agotadoras y los niños trabajaban para ayudar al sustento familiar. Los mineros de la Nueva España ganaban entre 2 a 4 veces más que los de Sajonia o la India –según Humboldt-. Mientras Inglaterra destruyó la industria textil y siderúrgica de Bengala para evitar su competencia -eso sí, después de aprender cómo lograr un paño como el indú o conseguir la calidad de su acero- los virreinatos gozaron de total libertad para desarrollarse, pues eran tan españoles como Oviedo, Ciudad Real, Valencia o Sevilla. El famoso paño inglés era un remedo del paño bengalí.

Se ha acusado con frecuencia a España de realizar tarde la revolución industrial, cuando ese retraso más que pecado hubiera sido virtud si no hubiera sido derrotada, sencillamente porque el modelo de revolución industrial que triunfó no tuvo en cuenta a las personas. Millones de campesinos sin tierras y muertos de hambre vagaban por Inglaterra. Así fue la manera inhumana en que se produjo la industrialización. Nadie entendió, ni quiso entender, que España tenía su propio modelo, sencillamente porque el modelo inglés fue el importado por el liberalismo español del XIX y el de las nuevas repúblicas emancipadas. 

Viniendo al “presente en marcha” -siguiendo la nomenclatura de Gustavo Bueno- las élites dominantes de España e Hispanoamérica siguen defendiendo la Leyenda Negra, confundiendo, adrede, lo que hizo el capitalismo anglosajón con la obra de España ¿Cómo explicarían, si no, que ciudades como México o Lima eran de las más bellas y desarrolladas del mundo o que el virreinato de Nueva España tardara un siglo en recuperar el PIB previo a la balcanización y el del Perú pasara a ser la quinceava parte, nada más y nada menos? ¿Quiénes ganaron y beneficiaron con la derrota y fragmentación del Imperio? El pueblo llano, no, desde luego.

No es la primera vez que hablo de Santiago Armesilla; un marxista formado en el pensamiento de Gustavo Bueno, por tanto, patriota; defensor de la obra histórica de España y de la Hispanidad, que tiene claro que la prioridad es defender la eutaxia del Estado: su unidad es innegociable. Defensor de que los partidos que pretendan la destrucción de España no pueden estar en las instituciones que representan a la Nación.

Conocedor y admirador de la filosofía escolástica española, pretende elaborar un marxismo adaptado a la tradición e historia de España. Es ateo, pero siente gran respeto por el cristianismo católico español. En cualquier momento nos sorprenderá liderando una nueva formación cuyo objetivo será triturar políticamente al partido que más ha engañado a los electores que se consideran de izquierdas: el PSOE.

Repasando algunas de sus sentencias más recientes, puede adivinarse su afán por el regreso de D. Quijote.

En este sentido, nos viene a recordar que  el pensamiento imperial se escribió en latín –la filosofía académica de la Escuela de Salamanca- y en español –la filosofía popular del Siglo de Oro-.

“Hay que recuperar la dialéctica entre ambas para construir una alternativa en la que D. Quijote todavía tenga algo que decir al mundo que lo derrotó”.

Totalmente de acuerdo.

¡A por ello, Santiago! Te acompaña hasta el nombre.

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Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com