Cuando un iceberg hundió el Titánic, la única clase que pudo largarse de allí fue la primera; no estaba prevista otra cosa. Cuando el coronavirus nos hundió, los únicos que se vacunaron como el rayo fueron los militares de más alta graduación (unos cuantos quisieron pasarnos por el paredón hace poco), y, sin respetar el protocolo y mintiendo (faltando al octavo, que es su propio protocolo), un ex arzobispo, un par de obispos y un canónigo que sepamos, así como numerosos próceres de izquierda y derecha elegidos por listas cerradas, ya que son el pueblo elegido y por tanto mejores que nosotros y las leyes. Se consideran tan necesarios como el culo.
¿Soy un antiguo por considerar que los líderes de tan medievales instituciones deben dar ejemplo o hacerse el harakiri? Por lo menos dimitir, esa palabra antiputinesca, o irse fora, como el aforado y aforrado ex rey, que se ha ido a un soleado exilio informal por cuestiones de vergüenza y mentira. Si esto es el sálvese quien pueda, y no las mujeres y niños, víctimas de siempre, especialmente si son de escaso caudal, las armas deberían ser legales para reclamar nuestro derecho a la igualdad de trato, como en los Estados Unidos. Ahí, no en vano, llamaban al revólver Colt «el Empatador», y no precisamente por la empatía. Y aunque estoy contra las armas y contra cualquier tipo de violencia, las actitudes de algunas personas alérgicas a la ética y a la dimisión a veces me hacen preguntarme si por lo menos no podría permitirme la violencia mínima de asestarles un tartazo de cine mudo en los morros o toserles en la cara; lo cual no quiere decir que iría vestido de ciervo al Congreso, esa manada de venados y de venales.
Las vacunas son pocas. Yo mismo, que pertenezco a un grupo de riesgo, no puedo tomar la que ha comprado apresuradamente esos magníficos europeos, porque tengo más de cincuenta y cinco años. Si son pocas, es preciso hacer triaje y cola y aguardar turno. Algo a lo que no están acostumbrados aquellos impacientes a los que les gusta mandar en su provecho.
Contornos
Ángel Romera
http://diariodelendriago.blogspot.com.es/
Es algo en lo que estamos de acuerdo y como ha repartido por igual, a diestra y siniestra, sin distingos ni excepciones, no hay controversia, ni tan siquiera opiniones.
Pues si, es vergonzante, las cosas como son.
Estamos en un momento de crisis en el que todos buscamos referentes éticos, morales, políticos que nos ayuden a ver algo de luz, pero la realidad es tozuda, y más en un país como este.
A la ristra de hijoputas que has mencionado anteriormente (y no rebajo el insulto ni un milímetro a ninguno), se le unen gerentas de hospitales a las que, hasta me da vergüenza decir lo que le haría si me toca el móvil, presidentas de comunidad autónoma que dejan la palabra cretino a la altura del betún, presidentes de partidos que ni sabían nada antes, ni saben nada ahora que van a ser sorpasados; hosteleros que han defraudado hasta la saciedad y ahora quieren que les paguen las vacaciones en Mallorca; la ultraderecha queriendo fusilar a los inmigrantes….
En fin…se me agria el carácter cada vez que abro la ventana de la radio…Así es que, seguiré aislado y trabajando para que no me pille el virus, y este país pueda salir a flote para que esos «hijoputas» sigan viviendo a cuerpo de Rey gracias a mis impuestos. Es lo que hay…
Solamente pido una cosa, que si la cepa inglesa viene con fuerza, al menos les haga pasar un mal rato a todos estos malnacidos. Estén vacunados o no. Ya que, ni es delito, ni nadie les va a echar nada en cara, que lo pasen un poquito mal…
Totalmente de acuerdo con Ud. Sr. Romera. Pero quien o quienes están permitiendo administrarles las vacunas a estos adelantadillos. Por qué no se lleva un control exhaustivo de dichas vacunas?.
Porque no creo que llegue uno, y por las buenas lo vacunen, tendrá que haber una lista, y algún sanitario que las ponga, o es que no se pregunta, solo se ponen y ya está.
Sí,yo también me pregunto lo mismo. Y me respondo que la española es una sociedad de cortesanos o, dicho en roman paladino, un país de lameculos. El medicucho de turno cómo le va a negar una vacunita al alcalde, concejal , demás próceres y sus cónyuges. Un asco.
Esto es España, amigo. La de los pelotas, la del enchufe y la marrullería y las canonjías. La que escupe al mendigo mientras dedica una sonrisa suavona al alcalde, esperando que le regale un puestecito a su cachorro.
A mi no me decepcionan esos fulanos, de todos los estamentos, porque tengo un pésimo concepto de ellos. Me decepcionaría, eso sí, que la Ministra de Trabajo, la muy trabajadora y honrada Yolanda Díaz, la única política que ha estado y está a la altura de las circunstancias, cometiera la cacicada de vacunarse antes de que le corresponda.
Pues ojo…que al iceberg no se le ve nada mas que la puntita…igual que cuando el Titanic…¿como será de grande debajo del agua?
Recordemos que nos criamos entre pillos, piratas, ninfas y rufianes cuyos referente moral y máxima aspiración social eran los hidalgos, que si demostraban ser tales, estaban libres de sus obligaciones fiscales.
Así somos, contradictorios, duales, esquizoides y pícaros. Bueno, pícaros los que no dan para más, los que tienen posibilidades ejercen la delincuencia de altos vuelos…..
Los obispos se están vacunando como si no hubiera un mañana.
Como marketing de empresa yo lo veo regulichi.
Muy bueno, jejje.
El título debería ser La monserga del histriónic. Joer qué tufazo a rancio