Carlos Javier Rubio.- Este 10 de febrero de 2021 Villanueva de los Infantes celebra su sexto centenario como villa independiente. Se cumplen seiscientos años de la constitución de su Ayuntamiento y del nombramiento de los primeros alcaldes.
Aquel día de febrero de 1421 el maestre de la Orden de Santiago e infante de Aragón, don Enrique de Trastámara, firmaba el documento más importante para la historia de la capital campomontieleña, un pergamino con su sello de cera colgado con cintas de seda, cuyo original se perdió en el tiempo, pero no su contenido.
El documento fue firmado en Ocaña, una villa santiaguista que era en aquellos tiempos el principal centro de operaciones del infante. Cercana a Toledo, Ocaña le facilitaba a don Enrique gestionar sus políticas tanto en la Corte como en la Orden. Porque hace exactamente seiscientos años la situación política en la Corona de Castilla se encontraba muy convulsa y don Enrique era el protagonista principal. Para ponernos en contexto, hay que saber que en aquellos tiempos reinaba Juan II, un adolescente, y que, por ello, el ejercicio del poder no lo ejercía él. Primero asumió tal responsabilidad su primo, don Juan de Trastámara, el hermano mayor del infante don Enrique. Cuando en el verano de 1420 este infante don Juan marchó a desposarse y a hacerse rey de Navarra, don Enrique entendió que había llegado su turno y se nombró nuevo regente de Castilla. El joven Juan II aceptó a regañadientes que don Enrique fuera su nuevo padrino, y más sabiendo que el infante de Aragón no era más que otro chaval, tan solo cinco años mayor que él. Cansado de don Enrique y animado por los rivales, el 29 de noviembre Juan II aprovechó un descuido para escaparse de las redes de su primo, y encontró refugio en el castillo de Montalbán, a unos kilómetros al oeste de Toledo. Don Enrique fue tras él y rodeó la fortaleza con sus tropas, reclutadas la mayoría en sus tierras santiaguistas. Confió que la reclusión y el hambre de los sitiados ayudasen a la rendición. Cuentan las crónicas que don Enrique no permitió que entrase alimento alguno al castillo, a excepción de aquellos que eran para la mesa del rey. Pero el plan fracasó. A mediados de diciembre de 1420, llegaron al lugar, desde villa real, unas tropas en socorro de Juan II. Don Enrique prefirió levantar el campamento y huir. El rey Juan II, premió a los valientes de Villa Real concediendo a la población el título y el nombre de Ciudad Real. Acontecimiento del cual la capital manchega celebró su centenario el año pasado.
De este modo, el año de 1421 comenzaba muy frío para el infante don Enrique, rechazado y privado del calor de la Corte. Se recluyó en Ocaña y allí, arropado con algunas de las tropas que le habían acompañado en Montalbán, aprobó la independencia de la Moraleja, la actual Villanueva de los Infantes. No es extraño que en aquel momento le acompañasen algunos caballeros villanos de la aldea del Campo de Montiel y que recogieran el privilegio antes de su vuelta a casa. Tampoco es de extrañar que el privilegio fuera una recompensa a los vecinos por los servicios prestados y por prestar a la causa. Porque el infante no se rindió y se dedicó todo el invierno y la primavera a reclutar hombres con los que recuperar el poder perdido. Pero el esfuerzo no fue suficiente y, al finalizar el verano, decidió cambiar de táctica, para hacerse más fuerte. Así, en vez de presentar batalla, se retiró para seguir reclutando durante el otoño y el invierno.
Para ello el Infante buscó una nueva estrategia. Cambió su centro de operaciones a un punto más alejado de Ocaña, de Toledo y del rey. Ese lugar escogido no fue otro que aquella misma aldea a la cual le había dado el privilegio meses atrás. No sabemos exactamente por qué el maestre eligió a la Moraleja, aunque sí por qué al Campo de Montiel. La tierra montieleña estaba en contacto con otras tierras santiaguistas próximas, como las de Segura y Murcia, también le facilitaba mejor huída hacia Aragón, donde reinaba otro de sus hermanos, y además estando en estas tierras le permitía jugar la carta de pedir colaboración al reino musulmán de Granada. La estancia del infante en La Moraleja fue políticamente fructífera y fue precisamente en este momento cuando el propio don Enrique decidió rebautizar la villa con un nuevo nombre, grandilocuente y pretencioso, con el que quería que quedase imborrable su causa. La llamó Villanueva del Infante. Mediaba el mes de diciembre de aquel año de 1421.
Resultaría largo seguir relatando los años que se sucedieron. Venturosos y fructíferos para su Villanueva, la cual ascendió hasta convertirse en una de las principales capitales de la Orden de Santiago; aciagos para don Enrique, que llegaron más allá de su derrota definitiva y muerte, en 1445, pues aún en 1480 siguieron empeñados los defensores de la autoridad regia en enterrar su memoria, haciendo mudar el nombre de su villa del singular al plural “de los Infantes”. No obstante, el mismo tiempo ha permitido que siglos después se haya podido restaurar el recuerdo de aquellos hombres y de aquellos tiempos.
¡Felicitaciones, infanteños!…..
Infanteños e infanteñas, Charles. Que te van a llamar la atención.
La plaza mayor de Infantes parece un cuadro de Giorgio de Chirico.