Manuel Valero.- He leído con espanto el artículo que publiqué en MICR hace ahora un año. Fui tan estúpido que me quedé embelesado en la extraña belleza esférica del guarismo y dado que caí seducido por esa repetición numérica pensé que un número tan claro, tan memorizable, tan fotográfico, no podía colgarse del calendario con nada sombrío que no fuera lo de siempre: el devenir azaroso de la vida y la tragedia que de vez en cuando salpimenta con sangre el transcurso de los días.
Fui tan inocente que titulé el artículo: 2020. Les reproduzco un párrafo y así les ahorro el trabajo de buscarlo aunque pueden hacerlo. El rastro digital que dejamos desde que se inventó la Red ha venido a sumarse con fuerza a las arcaicas huellas con que marcamos el camino:
2020 es mucho año. Se lee tan limpio que no parece esconder ninguna celada dramática como otros años que siempre se les recuerda por su tragedia global: 2001, los atentados de Nueva York (el año de la Odisea en el espacio) o el 2004, los atentados de Madrid. El devenir es azaroso, imprevisible y aun no se ha inventado un algoritmo adivinatorio. Por eso ahora que el 2020 está a las puertas me recreo en leer el número, otra vez, con las decenas separadas, 20-20, de una sola tacada 2020, o con cada número individualizado, 2-0-2-0. Y me parece un número simpático y esperanzador. Aunque en realidad los años y fechas auténticos son los que cada cual anota en su agenda personal como determinantes en su peregrinaje por la vida.
¡Santo Dios! Ahora leo el párrafo y se me vuelan las cuadernas del alma del escalofrío. Me ha venido a la cabeza cuando me he puesto a teclear este escrito. Lo rastreé en la hemeroteca cósmica que cabe en un chip y me di de bruces con lo que hay escrito más arriba.
He tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para continuar con el trabajo. ¡Santo Dios! ¿Cómo pude estar tan ciego? El bochorno me trepó desde el dedo chico del pie al último pelo de la coronilla. Me dispuse sin demora a justificarme. Al fin y al cabo no era un político que había dicho una cosa y días después la contraria, ni un adivino, ni un mago. Me dejé llevar por la maldita estética de la cifra y como un diletante que se extasía ante un cuadro, caí en las redes de la belleza del cardinal y como un bobo atrapado me recreé en la beldad de unos números tan perfectos como la esfera primordial. Ha funcionado a medias, lo reconozco, porque haciendo un repaso de lo que ha sido este año que ya no nombro, perdón, que ya no enumero, (y que no les cuento porque ya lo saben y lo han padecido) y leyendo después el párrafo de mi martirio, aún no he encontrado agujero en la casa para meterme hasta que llegue el primer minuto del año venidero.
“En una bandada de blancas palomas, un cuervo negro añade más belleza incluso que el candor de un cisne” dijo Giovanni Bocaccio. Todo año naciente es un vuelo de palomas con grajos inevitables, pero este año ha sido una gigantesca nube de córvidos que nos han sobrevolado hasta convertir este engañoso y luminoso 2020 en una noche perpetua. La belleza esconde a veces ramalazos de perversidad. Refrescando el arqueo del año, una emisora ha recordado que fue el último día del añorado 2019 cuando las autoridades chinas informaron del primer caso. Para mi consuelo, el artículo fue publicado antes, concretamente el 23 de diciembre, y ahí que fui yo escribiendo mi retahíla de piropos al año que cambió nuestras vidas como un enamorado a la mujer que ama, alelado por las curvas perfectas del criminal guarismo .
Me consuela el hecho de no tener conocimientos profundos de cábala, ni de numerología, ni dotes chamánicas para haberlo barruntado. Pero podía haber consultado las cuartetas de Nostradamus o al mismísimo Iker Jiménez antes de entregarme al delirio de la loa irresponsable.
En fin, confío en que puedan entenderlo. Me embotó la infantil ensoñación de que número tan bonito tendría que ser necesariamente bueno, que no era posible que ante tanto cristal de que parecía estar hecho, se escondiera tanta oscuridad. Así que llegados a este punto les tranquilizo porque no me voy a presentar a ningunas elecciones, aunque sigue intacto mi deseo de que sean lo felices que puedan en 2021, aunque nos salga tan hijo de puta como el guaperas y macarra de su predecesor. Lo dicho.
Y quien lo sabía? Y quien se lo podía imaginar? Por si acaso no escribas nada del 2021. Manolo el Covid 19 quedará en anécdota y ojalá me equivoque pero esto ha salido medio bien o medio mal según se mire y me dá que vendrán los covid23 covid27 etc etc
Bueno, según la numerología Pitagórica, el año 2021 es un año ‘5’ que anuncia grandes cambios…..
Por cierto, el año 2020 ha sido un año ‘4’, que tiene que ver con la forma y el orden de nuestras estructuras, los poderes jerárquicos y los sistemas establecidos de nuestra existencia, que determina lo firme e incuestionable, lo disciplinado y lo organizado…..