Cuando salieron las medidas restrictivas para Navidad, mucha gente empezó a preguntarse qué era eso de allegados, quiénes entraban en ese término.
Los que vivimos en una ciudad que no es la nuestra lo teníamos claro. Son aquellos que, sin ser familia, se comportan como tales. O mejor aún: te acogen con tus neuras, tu forma de ser, tus idas de olla, tu prole (y, ojo, que somos cinco) sin que obligue la sangre (bueno, y sin tener que compartir habitación, que eso también suma).
Son aquellos que saben si estás bien, mal, reguleras, cabreadísima o contentísima con solo mirarte, igual que tus hermanos, pero sin pedir turno para el baño. Aquellos que llegan a tu casa, siempre bien recibidos, que encuentran sitio donde acomodarse entre juguetes desparramados y el desorden que reina y están tan a gustito. Los que, con su presencia, nos hacen reír a y que se nos quite el cansancio acumulado.
Son aquellos que te abren la puerta de su casa un sábado por la mañana porque te has levantado con una teta hinchada y vas a que te serenen antes de ir a urgencias (mi primera mastitis). Son aquellos que se quedan con tus hijos, aunque jamás hayan tenido a un niño en brazos y los dejan en el carrito toda la tarde porque no saben desabrochar ese invento del diablo. Son los que cuentan con tus hijos como uno más de la familia. Son aquellos con los que disfrutas de sus triunfos y con los que sufres cuando algo les va mal. Los que te ayudan escuchándote o simplemente acompañándote. Los que van a por magdalenas para ayudarte a resolver tus dudas. Son aquellos a los primeros que les dices que estás embarazada… una vez más (ahora no, muchachuelos). Los que saben que siempre cuentas con ellos y ellos contigo sin tener que pedirlo. No te ayudarán a esconder un cadáver, porque son gente «güena», pero te visitarán todas las semanas en la cárcel y te llevarán libros sin lima dentro (tal vez un vinito, sí).
Son aquellos con los que estas fiestas que vienen no vamos a poder compartir roscón, pero que estarán en nuestros pensamientos cuando brindemos. Como la familia. Porque eso son, aunque no compartamos ADN. Yo sí tengo la suerte de saber lo que son allegados. ¡Gracias!
Por eso, un christmas dibujado hace años, que lo recibí con igual mimo con el que fue pintado, forma parte ya de nuestra tradición navideña.
Beatriz Abeleira
Postales desde Ítaca
Al final, la clave somos nosotros mismos. ¡Felices Fiestas!…..
¡Felices fiestas, Charles!