En 2003, Richard Sennet, publicaba su trabajo La corrosión del carácter, que daba cuenta de las nuevas realidades laborales en el capitalismo y del desgaste en la personalidad de los trabajadores.
Por ello el subtítulo: Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Por ello, la puerta abierta al trabajo precario, al trabajo escurridizo, al trabajo temporal y al teletrabajo.
Frente a la permanencia, la provisionalidad; frente a la confianza, la desconfianza, frente a la integridad, la desintegración.
Diecisiete años más tarde, seguimos oponiendo corrosión a la resiliencia en el trabajo.
Y junto a la corrosión del carácter, hoy tras la pandemia, podemos hablar de la corrosión de la cultura.
Escribía días atrás en este medio, sobre la crisis del cine –Las última película– y sobre la consecuente crisis de las salas de exhibición, así como de la caída de espectadores.
Para corroborarlo–no exageraba nada, pese a todo–, me llega después la noticia de los problemas de José Luís Vázquez, eterno animador cinematográfico, que ahora pierde su lugar en los prólogos peliculeros.
Y con él lo perdemos nosotros.
Luego retomé el inventario de pérdidas, para señalar el hundimiento del mundo del circo, con el texto Circo final.
Por más que algunos insistan en el carácter anticuado de esos circos de arrabal
Y hoy, 27 de noviembre, leo las declaraciones de Vanessa Redgrave, a punto de presentar en Madrid la obra Los papeles de Aspern –una excepción en los teatros semicerrados–, una heroicidad y una quijotada.
Que fija en esa entrevista: “la cultura arrasada por la pandemia es el alma del ser humano”.
Pero claro, un alma arrasada, ¿qué es?
Donde además tiene un recuerdo lateral de “local fascinante, maravilloso, con siglos de antigüedad en La Mancha” [el Corral de Comedias de Almagro, fija el entrevistador, Gregorio, Belinchón, donde Redgrave fue premiada en 2006, con el Premio Corral de Comedias].
Y prosigue la inglesa. “¡Qué buen lugar para un Quijote!”.
No sólo para representar teatralmente lo que no es una obra de teatro, sino una novela.
Un Quijote teatralizado, igual que ha habido Quijotes cinematográficos y Quijotes musicales.
Quizá para señalar los aspavientos de lo quijotesco, capaz de luchar contra molinos del presente.
Como ahora, aunque sean otros molinos.
Teatros cerrados y sin programación, ya no esperan a Godot, sino el advenimiento de las vacunas y la vuelta a la normalidad normal.
No la bobada de la Nueva Normalidad.
También los conciertos, de todo tipo de música, que pierden el directo por formas de streaming, componen otro campo de pérdidas.
El mundo del libro se paraliza igualmente.
Decaen las librerías por falta de ventas y por la competencia de Amazon y la venta telemática.
Por ello, el bloque de libreros que subsisten ha ideado una suerte de competencia con la plataforma Todos tus libros.
Algo parecido ocurre con los Museos y Galerías de Arte que, al ser mayoritariamente públicos, dan menos que hablar.
Posponen exposiciones o las anulan.
Limitan aforos y cierran algunos.
Incluso –como ha ocurrido en el Museo de Filadelfia– han comenzado los despidos de personal.
Decae la programación y se diluyen contenidos.
Por más que proliferen las exposiciones al aire libre, como suerte de Ersatz.
Que ya se sabe que es un sucedáneo, un sustitutivo o un recambio.
Buena parte de la cultura como Ersatz
Como las exposiciones de los 200 años del Museo del Prado, o la de la Fundación La Caixa con la muestra De un polo a otro polo.
Incluso –y aunque lo critiquen algunos– las manifestaciones deportivas como parte de la vida social se ven alteradas y aplazadas.
Deportes de distancia y aforos clausurados y limitados.
Salvo en las honras fúnebre de Maradona.
Que voltean toda lógica de la conmemoración y del desencanto.
Periferia sentimental
José Rivero
Si viviéramos en un país marxista seguro que si podríamos ir de exposición o al teatro, no como ahora que por vivir en un país capitalista/corrosivo el virus es más contagioso y hay que limitar aforos o suspender actos
Te ríes porque te tienes que reír .
Es una pena y es verdad que todo lo social esté coartado por el riesgo. Es dramático y este sector económico uno de los que más ha perdido.
Hay que sobrevivir y ser realistas y dejarse de tonterías “corrosivas”, algún día el capitalismo volverá con normalidad y se podrá consumir cultura como cualquier otro producto, con su rentabilidad para el empresario y sus salarios para los trabajadores; mientras, replegar velas y tener esperanza.
El virus de la Cultura llama a nuestra puerta para que leamos, vayamos a exposiciones, llenemos los aforos permitidos de teatros y auditorios, en una palabra, nos contagiemos de lo que nos tenemos que contagiar…..