Lola Merino. Portavoz del Grupo Parlamentario Popular en las Cortes de Castilla-La Mancha.– A nadie se le escapa ya que unos Presupuestos Generales del Estado que llegan al Parlamento nacional, avalados por los partidos que anuncian sin tapujos que van a Madrid a tumbar definitivamente un régimen democrático, no pueden ser unos buenos Presupuestos Generales, ni para el Estado, ni para Castilla-La Mancha.
Y, más allá de dimes y diretes, la realidad es tan tozuda como los propios peajes que el Gobierno paga por este borrador de PGE, entre ellos, la reforma educativa que impone ERC. Y la realidad nos dice que dos años y medio después de la moción de censura a Rajoy, lo único que crece en España son las colas del hambre y el desempleo.
Cierto es que la sacudida de la pandemia sanitaria es un hecho determinante a nivel global, pero no lo es menos que será España el país con mayor desplome del PIB de la Unión Europea durante este año, un 12,4%; y esto sucede, en parte, porque las cuentas de España se sostienen sobre los partidos a los que España les parece un cuento. El Gobierno del Partido Socialista y del presidente Pedro Sánchez asienta sus reales propósitos sobre los que vienen a tumbarnos a todos, al Estado de Derecho en primer término, pero también al propio PSOE de Emiliano García- Page y Pedro Sánchez.
Es en esa frágil línea divisoria que sortea la ambición personal de Pedro Sánchez y sus aliados separatistas frente al sentimiento mayoritario del conjunto de los españoles, es donde García-Page ha alertado tibiamente a los suyos de que los principios fundacionales del Partido Socialista Obrero Español amenazan por diluirse por las madrigueras bilduetarras. Las patadas al castellano como lengua vehicular, el ataque a la libertad de Educación, la connivencia con los presos golpistas, el retorcimiento de la independencia del Poder Judicial, las puertas giratorias de los ministros hacia la Fiscalía General del Estado… y todas aquellas cesiones que cercenan la Constitución Española, conducen al Gobierno de España, el de Pedro Sánchez y Podemos, a aniquilar la España que ha dado a sus habitantes, con sus vaivenes, los mejores años de progreso económico y social, en su historia reciente.
La vieja táctica de Emiliano García-Page de llorar ante los micrófonos amigos lo que no es capaz de defender ni ante los suyos, es decir, todo aquello que tiene que ver con la sustancia de la Constitución Española como es la cohesión territorial, el principio de solidaridad en las relaciones entre el Estado y las Comunidades Autónomas que lo integran; la lengua española, o la Monarquía parlamentaria como garante de la unidad de España, ponen al presidente socialista de Castilla-La Mancha en la difícil diatriba de ser tan cómplice de ese flagrante desafío al Estado como todos aquellos diputados y senadores socialistas de nuestra región que van a unir sus votos a los de Euskal Herria-Bildu, Esquerra Republicana, Podemos y todo el aquelarre de formaciones rupturistas que abogan por tumbar a España.
A Page, que ha demostrado ser un patriota de boquilla, se le acaba el cuento en tanto que las cuentas del Estado tienen la conformidad y el pacto de los que todavía siguen sin condenar los atentados terroristas. Un cuento, el de Page; y unas cuentas, las de Pedro Sánchez y EH-Bildu, que dañan a Castilla-La Mancha porque no están concebidas para fortalecer el régimen democrático que nos hemos dado, sino para tumbarlo. Así es el PSOE de Pedro Sánchez; pero también es el PSOE de los nueve diputados de Castilla-La Mancha y así es el PSOE de García-Page.