Lola Merino Chacón. Presidenta Nacional de AMFAR.–En el 2014 se instauraba el 19 de noviembre como Día Internacional de las Mujeres Emprendedoras.
Este 2020 está siendo complicado para el emprendimiento y el empleo autónomo. La crisis del coronavirus ha dañado gravemente a este colectivo que, en demasiados casos, se han visto abocado al cierre total o parcial de su actividad sin ayudas y con oscuras perspectivas de futuro.
Si hablamos de mujeres emprendedoras debemos subrayar que hasta principios de marzo, justo antes de que fuera declarado el estado de alarma, las mujeres lideraban el crecimiento de autónomos en España. Un liderazgo que las mujeres han ejercido durante los últimos diez años. Y es que mientras las autónomas crecieron en un 11% entre el 2009 y el 2019, los autónomos caían un 0,3%, según datos del informe publicado por ATA, Federación de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA).
Un informe que también señala que una de cada cuatro mujeres, elige el comercio para darse de alta como autónoma. Un sector que ahora se reinventa a través de las nuevas tecnologías de la comunicación, también en el ámbito rural.
Sin embargo, la situación derivada del COVID-19 ha vuelto a poner sobre la mesa, la brecha digital, una reivindicación histórica de AMFAR. Y es que en pleno siglo XXI siguen siendo evidentes las carencias digitales que existen en el ámbito rural. Según datos del INE, el 91,4% de los hogares tienen conexión a internet, un porcentaje que baja a 86,8% cuando analizamos los municipios de menos de 10.000 habitantes. Esto origina una triple brecha digital ligada a la ubicación geográfica, la edad de la persona usuaria y el tamaño del municipio.
El acceso a la banda ancha, a las nuevas tecnologías de la comunicación y a Internet son medidas que deben acometerse con urgencia para garantizar la igualdad de oportunidades de la población rural y evitar una nueva discriminación.
En estos últimos meses, hemos podido constatar que la actividad productiva y las nuevas tecnologías son grandes aliados. La digitalización debe servir, entre otras, para que los territorios rurales aprovechen sus recursos y el talento de sus mujeres.
Si conseguimos este objetivo, podremos conseguir otro gran reto que es el de combatir la despoblación.
Garantizar y afianzar el emprendimiento femenino es un factor fundamental para frenar la sangría demográfica que amenaza la supervivencia de más de la mitad de los municipios españoles. Si mujeres y jóvenes encuentran oportunidades laborales en sus municipios, fijaremos población. Estoy convencida de que “donde hay mujeres hay vida”, y por tanto, debemos articular las medidas necesarias para facilitar el emprendimiento femenino allanando el camino a las que decidan dar el salto al autoempleo.
En este Día Internacional de las Mujeres Emprendedoras quiero terminar con un mensaje de admiración, pero también de compromiso de trabajo por las mujeres que pese a las dificultades, continúan luchando para mantener sus negocios, especialmente en pequeños municipios donde el camino es más complicado.
Mi reconocimiento a todas las valientes mujeres emprendedoras.