Rosa Ana Rodríguez. Consejera de Educación, Cultura y Deportes. Atreverse a enseñar. Atreverse a aprender. Ambas acciones valientes son dignas de reconocimiento. Hoy es el Día de la Enseñanza en Castilla-La Mancha y es un buen día para que todos y todas tengamos un momento de reflexión sobre la importancia de quien enseña y de quien es enseñado.
Quien enseña sabe que la definición que aparece en el diccionario para ese verbo se le queda incompleta. Enseñar está lleno de matices, va mucho más allá de instruir y doctrinar, como dice nuestro diccionario. Para quien enseña, enseñar es un reto, o cientos de retos, tantos retos como el número de chicos y chicas que pasan por sus aulas. Quien enseña sabe que la importancia de un aprendizaje se mide por el tiempo que permanece este en la memoria de quien aprende. Y de ahí la complejidad de su labor, porque debe enseñar al alumnado estrategias de vida para sus presentes, para sus futuros posibles y para que le hagan entender sus múltiples pasados, y no únicamente enseñando conceptos o demostraciones, el profesorado enseña con su ejemplo, con su atención, con sus dudas y con sus vacíos, porque mostrar que no se sabe todo es hacer gala de su humildad. Quien enseña es maestro o maestra (‘magister’), palabra latina derivada de ‘magis’, el más grande, por lo que no hay ni vacío ni duda que pueda empequeñecer a un docente.
También hay que reconocer el mérito de quien aprende. Aprender no es fácil. Es, paradójicamente, de las cosas más cotidianas que nos suceden y de las más extraordinarias que nos ocurren en la vida, durante toda la vida, porque somos aprendices siempre, porque somos siempre alumnos y alumnas, estemos o no en las aulas. No debemos olvidar nunca la ilusión con la que regresábamos de pequeños o pequeñas a casa porque nos traíamos de la escuela conocimientos nuevos. Algo había en nuestras cabecitas que nos decía que esos aprendizajes eran para toda la vida. Cada día regresábamos pensando con más perfección y entendiendo mejor el mundo que nos rodeaba. Ignoramos cuánto conocimiento podemos albergar, pero sí sabemos que el conocimiento del que disponemos hay que compartirlo. Muchos de esos niños y niñas que volvíamos del colegio, años después, han decidido transmitirlo a otros niños y niñas y escoger el oficio de docente, o más que oficio, ocupación, y que, quien la desempeña, suele envejecer en y con ella. Hoy vivimos en la sociedad más formada, más justa y más democrática de todos los tiempos, y es gracias a la generosidad de aquellos y aquellas que comparten lo que aprendieron de otros o descubrieron por sí mismos. Vamos a hombros de gigantes, todos y todas poseemos nuestros conocimientos porque alguien nos alzó a sus hombros, y estos se alzaron sobre los hombros de otros. Nadie nace aprendido, nadie aprende de la nada, uno ve lo que ve porque su altura se la ha proporcionado otro, porque camina, como digo, a hombros de gigantes, en multitud de casos, de un docente o una docente.
Hoy, en el Día de la Enseñanza en nuestra región reivindico, además del aprendizaje de las materias habituales, la enseñanza de valores tan importantes y necesarios como son la enseñanza de la democracia, de la libertad, del respeto, de la responsabilidad, de la generosidad y, sobre todo, del atrevimiento: el de enseñar y el de aprender.