San Carlos del Valle: un pequeño Vaticano en La Mancha

Carlos Sanz.-En pleno Campo de Montiel, y a escasos kilómetros de Villanueva de los Infantes, se encuentra la sorprendente localidad de San Carlos del Valle a la que se la conoce con el sobrenombre del “Vaticano manchego”. ¿Por qué esta denominación? Nos encontramos ante un conjunto arquitectónico del barroco tardío que destaca por una curiosa simbiosis estética entre plaza mayor e iglesia cupulada de planta centralizada (cruz griega).

Fachada de la iglesia del Cristo del Valle

Nada más llegar al pequeño municipio, lo primero que se aprecia son los chapiteles de pizarra y la gran cúpula que remata la iglesia del Cristo del Valle, que junto con la plaza mayor ostenta la categoría de Bien de Interés Cultural.

¿Qué hace tan singular a este conjunto arquitectónico? Son varios factores. En primer lugar, San Carlos del Valle fue una de las villas construidas a raíz del Plan de Colonización de Carlos III en Sierra Morena y que urbanísticamente ordenó su superintendente Pablo de Olavide. La idea era crear un conjunto de aldeas en todo este territorio (entre las provincias de Ciudad Real y Jaén) que además destacaran por su belleza arquitectónica. A ello había que añadir la privilegiada ubicación de San Carlos del Valle como lugar de paso en el Camino Real de Andalucía, lo que favoreció su inclusión en la política colonizadora durante el reinado de Carlos III.

Bajo la dirección de Pablo Olavide, se configura un núcleo urbano en torno al conjunto arquitectónico de iglesia y plaza mayor; ésta última se construye con la idea de servir como atrio de la iglesia para enmarcarla y ensalzarla aún más. Acceder a este espacio es una maravilla visual. La plaza tiene forma casi rectangular, sus dimensiones son de 53 metros de longitud y 21 metros de anchura, y en sus flancos surgen dos arcos de ladrillo que permiten el paso a las calles radiales y rectas del municipio.

La Plaza Mayor con columnas toscanas

Está configurada con columnas toscanas que sostienen piso y galerías de dinteles, zapatas y balaustres de madera. Tiene aspecto de enorme espacio teatral con forma de plaza central, y muchos historiadores coinciden en comparar su belleza con las plazas mayores de Almagro y Villanueva de los Infantes.

En la fachada norte nos encontramos con el ayuntamiento y la escuela, con una única galería, igual que la fachada sur. En la fachada oeste, donde no hay galería, aparece un balcón corrido en un tercio de su lado y el resto lo ocupa la iglesia del Cristo del Valle y una plazuela anexa. Por último, la fachada este es la más emblemática al estar porticada mediante columnas.

Interior de la iglesia

Pero lo que confiere a esta pequeña localidad su marchamo especial es la imponente iglesia de cruz griega que fue edificada sobre la antigua ermita de Santa Elena. Se cuenta que su período de construcción duró 16 años (1713-1729) y posteriormente ha sufrido varias reformas relacionadas con la estabilidad de las torres.  Su estilo se enmarca en el barroco tardío que se extendió a nivel provincial, aunque también cuenta con elementos neoclásicos. Según los documentos consultados, a Juan Alejandro Núñez de la Barrera se le puede adjudicar la construcción del conjunto arquitectónico.

Se trata de una iglesia de peregrinación de corte centroeuropeo, un proyecto con ecos de Bramante, elegante y refinada a pesar de su ejecución tosca y popular. De planta centralizada de cruz griega, inscrita en un cuadrado y cubierta por una gran cúpula. Su interior, de gran sencillez, presenta un alzado de pilastras toscanas con festón rehundido doble y entablamento decorado con ménsulas que sostienen la bóveda de cañón, alrededor de toda la iglesia posee tribunas formadas por balconcillos de hierro, con gran decoración. La cúpula encamonada posee tambor y media naranja dividida en plementos por pilastras, decoradas con granadas en su terminación, que convergen en la linterna. La iglesia está decorada con elementos mixtilíneos y decoración vegetal carnosa. En el lado del evangelio se constituye la capilla del Cristo, de planta rectangular y cubierta por una cúpula elíptica con linterna, de gran similitud al resto de la iglesia.

Detalle del relieve de Santiago Matamoros

Su exterior estaba concebido inicialmente para cuatro fachadas, aunque en la actualidad solo tiene dos, precedidas de dos grandes lonjas, una de ellas la plaza mayor. Las fachadas impostadas, poseen cuatro torres cuadradas cubiertas con chapiteles de pizarra, en el centro un cuerpo de mayor altura con un arco-cimbra poco sobresaliente que cobija las portadas. Concebidas como portadas-retablo, las dos son muy similares, la principal se divide en dos cuerpos decorados los laterales por sencillos almohadillados; el primero de columnas toscanas que avanzan sobre grandes pedestales, y el segundo columnas salomónicas de tipo churrigueresco que remarcan el relieve con el Cristo y el milagro de los ladrones. La otra portada sigue el mismo esquema de columnas dobles, el relieve, muy primitivo, representa a Santiago Matamoros y fue posiblemente copiado de algún grabado. Representa la batalla de Clavijo, en recuerdo a la orden militar a la que pertenecía el santuario, la de Santiago.

Placa del parador

Por último, la cúpula posee un gran tambor y sobre él una media naranja de zinc con ocho buhardas, rematada por la linterna con una esbelta aguja u obelisco. En las cuatro torres existen figuras sobre pedestales. En lo referente al simbolismo del templo, es una clara alusión al templo de Salomón, por su planta centralizada, el revestimiento externo de su cúpula y el orden salomónico de sus portadas. A su vez, es patente su carácter cósmico y solar por el obelisco que remata la cúpula.

Otra construcción ligada al conjunto es el antiguo parador o casa de hospedería. Fue construida en 1704 y se abre a la plaza por una gran portada en piedra y balconada de arquitectura similar a la portada de la iglesia. Fue usada como parada y fonda para viajeros y peregrinos en su desplazamiento a Andalucía a través del camino real. También, acudían los peregrinos que tenían como intención visitar el Santo Cristo.

En definitiva, una parada obligatoria para todo aquel viajero que tenga pensado visitar el Campo de Montiel.


Carlos Sanz.– Durante más de 12 años me he dedicado al oficio de contar las cosas. En la universidad me convertí en historiador del arte, me metí en el proceloso mundo del turismo formándome como informador turístico y trabajando como técnico. De todo ese batiburrillo sale una devoción, la de comunicar, una pasión por el patrimonio, lo cultural y el arte. De eso va esto.

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