Pinturas rupestres en el Valle de Alcudia-Sierra Madrona: El arte más antiguo, aún por descubrir

Carlos Sanz.-El arte parietal rupestre en la provincia de Ciudad Real es, sin duda, el gran desconocido pese a que algunos abrigos gozan de visibilidad y puesta en valor. Son la punta del iceberg de un extenso patrimonio que se enfrenta a dificultades para su correcto mantenimiento, ya sea por inexistencia de una adecuada conservación, así como de habilitación de infraestructuras y accesibilidad para que sean visitables.

Conjunto de pinturas rupestres de Peñaescrita en Fuencaliente

A ello se añade el que una parte de este patrimonio pictórico aún no ha sido objeto de investigación e inventariado. No es ninguna exageración afirmar que la pintura rupestre esquemática de la provincia de Ciudad Real posee todos los mimbres para estar a la misma altura de la pintura esquemática levantina. En nuestra provincia se distribuye prácticamente por toda la parte montañosa de la provincia; esto es debido, probablemente, a la existencia de una intensa ocupación del territorio, desde la Edad del Cobre hasta los albores de la Edad del Hierro.

La mayor parte de los yacimientos rupestres se sitúan en los afloramientos cuarcíticos, aunque la mayor concentración se produce en Sierra Morena, a ambos lados del Valle de Alcudia, disminuyendo su presencia hacia el norte. En esta zona se ha localizado más de un centenar de estaciones, si bien sólo han sido publicadas algo más de la mitad. En la mancomunidad del Valle de Alcudia y Sierra Madrona se incluyen algunos de los municipios englobados en el grupo de Sierra Morena: San Lorenzo de Calatrava, Solana del Pino, Fuencaliente y Almodóvar del Campo y otros del de las Sierras Interiores: Mestanza, Hinojosas de Calatrava, Cabezarrubias del Puerto, Brazatortas y Almodóvar del Campo. Prácticamente en todos ellos aparecen yacimientos con pinturas rupestres esquemáticas de características muy semejantes, si bien cada uno tiene su propia idiosincrasia.

Pinturas rupestres del Collado del Pajonar en Mestanza

Las pinturas rupestres esquemáticas del Valle de Alcudia y Sierra Madrona comenzaron a investigarse durante el siglo XVIII. Dicha investigación va íntimamente ligada a la del resto de Europa, debido a que fue precisamente en esta comarca donde se produjeron los primeros hallazgos. La primera alusión aparece en la obra de Lope de Vega, «Las Batuecas del Duque de Alba». En 1783 el cura párroco de Montoro, Francisco José López de Cárdenas, descubre las pinturas de Peña Escrita y la Batanera, en Fuencaliente, mientras realizaba un trabajo de recogida de minerales y otras antigüedades para el Conde de Floridablanca. A él se deben las primeras copias de pinturas rupestres esquemáticas de las que se tiene noticia en la Península y probablemente en el mundo.

Pero el verdadero interés por el estudio de estas manifestaciones artísticas nace a raíz del descubrimiento de las pinturas de Cogull (1907). A partir de ese momento los prehistoriadores se dedican a buscar nuevas estaciones, mientras tratan de explicar su significado, origen y cronología. Dos nombres serán decisivos para sentar las bases de una metodología de investigación. Juan Cabré y el abate H. Breuil, figuras relevantes para entender el arque rupestre esquemático de la península, que deciden estudiar los yacimientos de Peña Escrita y La Batanera en Fuencaliente antes de acometer el de nuevos conjuntos. Fruto de este trabajo fue la primera de una serie de grandes obras en las que H. Breuil lleva a cabo una exhaustiva recopilación de los yacimientos con pintura rupestre esquemática de España, cuyo tomo III está dedicado íntegramente el conjunto pictórico de Sierra Morena.

Pinturas rupestres de La Tabernera en Mestanza

Esta fase de investigación entra en un paréntesis entre los trabajos de H. Breuil y A. Caballero Klink, quien hacia 1980 lleva a cabo una revisión de los antiguos descubrimientos, al mismo tiempo que contribuye con nuevos hallazgos en su obra “La Pintura Rupestre Esquemática de la Vertiente Septentrional de Sierra Morena (C. Real) y su contexto arqueológico (1983)”.

Ese mismo año se celebra el bicentenario del descubrimiento de Peña Escrita con una exposición itinerante y la publicación de un pequeño folleto informativo. A partir de 1990 se producen nuevas aportaciones con la publicación de las pinturas de la comarca de Puertollano y los Montes de Toledo. Con todo, se puede afirmar que el arte rupestre esquemático ha sido y es una de las manifestaciones culturales prehistóricas menos estudiadas, quizá debido a su tendencia esquematizante, de difícil interpretación y a las dificultades que entraña su localización.

Pinturas rupestres del Peñón Collado del Águila en Solana del Pino

Aparte de la complejidad para establecer un significado concreto (autores como H. Breuil no siempre enmarcaron las representaciones esquemáticas rupestres en la esfera religiosa o de cultos chamánicos), el gran hándicap que nos encontramos en la provincia es el estado de conservación del arte rupestre provincial. El deterioro se debe, sobre todo, a la acción natural debido a la exposición a condiciones ambientales adversas, como humedad y proliferación de líquenes.

El dilema de garantizar la conservación y divulgación

Hace unos años, la Mancomunidad del Valle de Alcudia y Sierra Madrona encargó la elaboración de un proyecto de conservación preventiva de diversas estaciones rupestres de la comarca, a un equipo de restauradores formado por Elsa Soria y Fuencisla Merino. El objetivo era hacer un diagnóstico de la situación en la que se encontraban estos yacimientos, frenar su continuo deterioro y proponer medidas correctoras para erradicar algunas de estas agresiones. En total, se estudiaron 17 yacimientos, se realizaron pruebas en laboratorios y se insistió en la necesidad de una conservación preventiva.

Callejones de Ríofrío de Mestanza (Exposición de ANASMA)

Esa sigue siendo la asignatura pendiente, un plan de conservación preventivo que permita tanto el mantenimiento de estos abrigos rupestres como su puesta en valor como recursos turísticos. Conviene recordar que cualquier manifestación de arte rupestre en España, por el hecho de serlo, está declarada Bien de Interés Cultural por la Ley de Patrimonio Histórico Español de 1985. Además, en los últimos años se están poniendo en marcha Parques Culturales con Arte Rupestre en diversas regiones de nuestro país, con el objeto de preservar y potenciar este patrimonio.

Esta modalidad de parques conjuga dos vertientes distintas: por un lado, la expositiva (protección, vigilancia y exposición de las pinturas rupestres) y otra científica, control de conservación y publicaciones divulgativas. En Castilla-La Mancha, los parques culturales de Nerpio y Letur en Albacete y el de Villar del Humo en Cuenca, son ejemplos de esta apuesta para organizar y poner en marcha una política de gestión integral del patrimonio.

Por último, hay destacar un trabajo de divulgación muy relevante que, a través de una exposición fotográfica, pudo verse este verano en el centro social polivalente de Solana del Pino. El colectivo ANASMA reunió una variada muestra fotográfica con diversas estaciones rupestres localizadas entre las hoces de Riofrío, Jándula y Montoro. Una tarea titánica, pues según los autores les ha llevado más de 9 años poder acceder a abrigos rocosos donde estas pinturas rupestres no estaban inventariadas ni mucho menos conservadas.

Covatilla del rabanero en Solana del Pino (Exposición de ANASMA)

Desde esta asociación se asegura que este descubrimiento es una de las concentraciones de arte rupestre esquemático más importante de la región. Señalan que las sierras de Madrona, Quintana, Herruzo y Umbría de Alcudia “necesitan la implicación de las instituciones, agentes privados y asociaciones para la conservación y puesta en valor de estos recursos que con las nuevas tecnologías permitan abrir expectativas en aquellos núcleos rurales que necesitan un desarrollo turístico”. Lo cierto, es que una parte del arte más antiguo de nuestra provincia continúa en peligro y urge actuar.

Pinturas rupestres de la Covatilla del rabanero (Exposición deANASMA)

Carlos Sanz.– Durante más de 12 años me he dedicado al oficio de contar las cosas. En la universidad me convertí en historiador del arte, me metí en el proceloso mundo del turismo formándome como informador turístico y trabajando como técnico. De todo ese batiburrillo sale una devoción, la de comunicar, una pasión por el patrimonio, lo cultural y el arte. De eso va esto.

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