Lola Merino. Portavoz del Grupo Parlamentario Popular en las Cortes de Castilla.- La Mancha Cuando un político se salta su deber de escuchar a la sociedad a la que representa por miedo a encajar las críticas a las que no está acostumbrado, es porque tiene algo o mucho que esconder.
Cuando un político impide que se oiga la voz del pueblo al que representa, es porque su gestión no es buena, a pesar del esfuerzo de los gabinetes gubernamentales de vender la falacia de una “nueva normalidad”.
Antes o después, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, tendrá que armarse de coraje y enfrentarse al sentir de la sociedad castellanomanchega. Una sociedad que ha sufrido como ninguna otra el azote de la pandemia, sobre todo, en la pérdida de personas mayores. Castilla-La Mancha ha sido la segunda comunidad autónoma con mayor tasa de mortalidad de mayores de 74 años, solo sobrepasada por Cataluña.
Hasta la fecha, solo nos llega el intento de vendernos una realidad engañosa cocinada en los intramuros del Palacio de Fuensalida, en el que Emiliano García-Page vive atrincherado y de espaldas a su gente y a su pueblo. Un pueblo, el de Castilla La Mancha que quiere hablar y pide ser escuchado, a pesar de las incesantes negativas de un presidente arrogante.
Es bueno que recordemos el alboroto público orquestado por los socialistas cuando el gobierno nacional del Partido Popular ordenó el sacrificio de un perro para prevenir los posibles contagios del Ébola.
De la llegada del Covid-19 al mundo, a España y a Castilla-La Mancha no es responsable el presidente del Gobierno, ni de la región. Pero sí son responsables de la gestión, de la manera en que han afrontado la pandemia, los contagios. Son responsables y deben dar debida cuenta del oscurantismo y la mentira en el número de fallecidos, de los medios materiales y humanos puestos a disposición de los centros hospitalarios para proteger a los sanitarios, o en las residencias de personas mayores para evitar fallecimientos, de los protocolos en centros de atención primaria, así como de las medidas de prevención o control para evitar los nuevos brotes, o las propuestas para ayudar al tejido productivo a salir de una recesión que viene y que apunta a una gravedad infinita.
El ejecutivo socialista de García-Page debe hacer un ejercicio de autocrítica, que ni ha llegado ni tampoco se le espera. Deben coger la mano tendida por los colectivos y asociaciones de la región. Debemos unir fuerzas frente a la pandemia y tal y como propone nuestro presidente del Partido Popular de Castilla-La Mancha, Paco Núñez, debemos hacerlo con toda la sociedad, escuchando sus propuestas sanitarias, sociales y económicas. Medidas nacidas del conjunto de reuniones mantenidas con más de un centenar de asociaciones durante estos meses de incansable trabajo. ¿Es descabellado aprobar una comisión para la reconstrucción de la región, como ya se hizo en el Congreso de los Diputados? ¿Es una ocurrencia de Paco Núñez escuchar las propuestas de la sociedad civil de Castilla-La Mancha en las Cortes regionales?
García-Page podrá huir de una parte de la sociedad durante algún tiempo, pero no podrá seguir huyendo de toda la sociedad todo el tiempo. La recuperación de nuestra tierra es necesaria y para ello debe salir del Palacio y escuchar la realidad de la calle, de los profesionales que trabajan en los centros de salud y en los hospitales, de los profesores, directores de centros educativos, de los padres y madres de alumnos que afrontan en breve la vuelta a las aulas y a la Universidad, de los autónomos, del personal sociosanitario de las residencias, de los alcaldes y alcaldesas, de los agricultores y ganaderos… Page debe escuchar a la sociedad de Castilla-La Mancha que quiere verbalizar, proponer, trabajar y salvar lo máximo posible las vidas y la economía de esta región. Para ello, Emiliano García-Page debe abandonar su guion.