Suciedad y ruido de redes

Es deplorable. El paseo matutino ha sido descorazonador. Puertollano es una cochambre. Lo digo con sangre en la yema de los dedos con que tecleo. Mugre alrededor.

Papeles, bolsas, mascarillas, envoltorios, plásticos… No de manera aislada sino con una frecuencia que dice muy poco, o dice mucho pero mal de todos los que somos y vivimos aquí. Y como siempre, la misma pregunta. Y como siempre la misma superficial y cínica contestación que apunta al Ayuntamiento. Pues no, señores. La contestación y el dedo acusador apunta a todos y cada uno de nosotros, porque es el ciudadano el primer responsable del aspecto externo de la ciudad donde habita. Y visto lo visto cualquier inspector de la limpieza si lo hubiera informaría implacable que los puertollanerosse acercan más a la condición porcina que a la humana. Somos unos guarros indolentes e insolentes y que se salve no el que quiera sino el que pueda. Y todo va unido. Posiblemente o sin posiblemente el servicio de limpieza podría ser mejor, con más personal y maquinaria; posiblemente si hubiera más presencia policial de proximidad que conminara a los sucios a que lo fueran en sus casas no en la calle, con la libreta del cruje bien a la vista.

En el primer caso, el Ayuntamiento espera a la conclusión del contrato con la actual empresa para volverlo a sacar a concurso de modo que pueda notarse una mejoría; en el segundo, la propia policía –mejor dicho, un sindicato de la policía- se queja del escaso personal, o de la demora de la RPT. Y todo es un círculo vicioso que suscita soluciones de párvulo a situaciones complejas. Para completar el panorama hay un loco o varios por ahí mechero en mano pegando fuego a contenedores y rastrojo s, lo cual se une a la propia queja policial. Como decorado de fondo, cual si se tratara de una ópera trágica, la situación económica de los ayuntamientos y los efectos noqueantes , social, económica y laboralmente, de esta maldita pandemia. Para que no falte de nada, la banda sonora, o sea el ruido de redes, en más ocasiones de las debidas rayano en la demagogia, la venganza  y la falta de empatía.

Es verdad que hay que preguntarse si el Ayuntamiento hace hoy todo cuanto puede y más por mantener limpia la ciudad que gobierna o si se mueve convenientemente conforme a las leyes para que en Puertollano haya una policía acorde con la ratio poblacional.  Convendría que el actual equipo de gobierno fuera más explícito en informar a los ciudadanos sobre el estado de ambas cosas: limpieza y policía, y se sometiera a las preguntas de los periodistas. Y si ha cometido errores, como el depósito de comida en las dependencias policiales, enmendarlo.  Los ciudadanos, que aunque a la vista del panorama que dejamos en las calles no nos lo merecemos, tenemos el derecho democrático a saber qué piensa hacer exactamente para mejorar la limpieza y para que la policía sea la que debe ser. Y si para ello tiene que contar la realidad y toda la verdad de un antes y un después, que lo diga. Pero desanima y mucho que sea la propia policía local –un cuerpo uniformado y armado- la que afirme que los agentes huyen de la ciudad como si la ciudad fuera una ciénaga. Tal vez un poco de moderación en el lenguaje no vendría mal.

Las dos cosas cuestan dinero y tener un equipo de limpieza efectivo y una plantilla policial idónea lo demanda. Y cuando no hay, hay que ir a préstamos y cuando se está con la soga de Hacienda al cuello, no hay endeudamiento que valga y, si al final, se repercute en las tasas municipales, se soliviantan los ciudadanos y lo que es peor los malabaristas de las redes sociales. Un círculo infernal que se retroalimenta y genera un clima de decepción y desánimo. Pero es lo que hay. Y a pesar de este tiempo desafecto y raro no cabe el desmayo. Los chavales que están limpiando el cinturón verde de la ciudad son todo un ejemplo. Pero sobra ruido, falta acercamiento y sobre todo la única y gran pregunta de obligado planteamiento: ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros por mejorar la ciudad  que compartimos? Yo me la hago todos los días. Sobra jolgorio de redes y falta civismo –ese que se aprende en la propia casa y en la escuela- y un mínimo de disciplina y mano dura. Porque esto amigos no está reñido con la democracia ni con los derechos civiles. El grado de irresponsabilidad vial, la aparición de ciudadanos insensibles y pirómanos degradan una ciudad ya tocada que increíblemente parece alegrar a los voceros del Facebook, y a los enemigos pasionales y a ultranza del equipo de gobierno. Pues bien: es el equipo salido de las elecciones municipales libres, guste o no. Salvo que achaquemos de cortedad intelectual a los puertollaneros por volver a darle la confianza en este caso a Isabel Rodríguez, en  cuyo caso estaríamos ante una situación terrible: además de cerdos y sucios, tontos para alegría de la toxicidad militante. Repito. Me quedo con los chavales que limpian y con el compromiso personal por mi ciudad. Lo demás es una triste y perenne  suciedad y un ensordecedor ruido.

Manuel Valero
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