Cuando los momentos tocan médula mejor condensarlos en pocas palabras. Ocurre que el pulso se acelera para describir intensidades vívidas. De modo que mejor dejarlo reposar como la madre de un buen vino. Quizá resulten más efectivas palabras sueltas: lluvia, recogimiento, oración, paz…- que aún queda la llegada al Obradoiro.
EL VAGABUNDO Y EL PEREGRINO
Un relato de viajes de Manuel Valero
Tiemblo al pensar cómo describir ese momento. ¿Y si de repente me asalta el último dragón mostrándome la inutilidad de lo vivido? En la pizarra virtual común del Camino la peregrina ha escrito: LA CUMBRE. ¿Cómo describir una sensación que no conozco su nombre, ni tengo palabras para ello? Un camino largo, difícil y lluvioso. Una ducha hirviendo, unas lentejas calientes y un viento helado. Un apretón de manos, que calienta el corazón. Un diálogo que ignoro que libera el alma. Unas lágrimas retenidas durante tanto tiempo que alivian el dolor oculto. Un abrazo que da vida. Volver a caminar en la misma dirección. Y que cada cual saque sus propias conclusiones. Anoto aquí lo que el peregrino-pater nos facilita por la virtualidad mural: la paz del monasterio no debe ser un recurso psicológico de evasión-falsa paz-, sino una señal para la búsqueda del camino de la paz definitiva. E
La esculpida playa de Ribadeo, el diluvio hasta Gondán, la marcha hasta Mondoñedo, la escalada a la Terra Cha, la apacible llegada a Gontán-Abadín, el alquitranado calvario hasta Villalba y Baamonde, la parada de Miraz, impregnada de surrealismo, el ventarrón espiritual de Sobrado… todo ello, entre paréntesis de verdores atigrados por las franjas de un sol huidizo, van dando forma a la senda escrita con los versos de cada peregrino. El orbayo es saltarín y va a deshora. Santiago se presiente próximo. El peregrino advierte que su recóndita vagabundez se va tornando en un peregrinaje tranquilo. ¿Y si al final de la meta, estuviera Dios? El Camino continúa, y ahora sí, los peregrinos se fijan en el mojón con el indicativo kilométrico que va menguando a cada paso. Un peregrino va dejando trozos de papel a lo largo del trayecto: debajo de una piedra, entre la maleza, sobre un mojón. Cumple así el encargo de un amigo que no puede estar allí porque su rodilla pulverizada no se lo permite. El papel contiene sólo palabras, cosidas sobre la recia tela de la amistad. El Camino y el camino continúan. De Sobrado a Arzúa. Allí confluyen el Camino Norte y el Camino Francés.
El número de peregrinos aumenta pero no son una multitud: en bicicleta, a pie… En un tramo los peregrinos se cruzan con una muchacha que hace algunos tramos… corriendo, ayudada por un ciclista que rueda a su paso… Una alternativa de hacer el camino, cuando menos, impactante. En las guías del Camino está la opción de peregrinar a Compostela… a caballo. Algo cruje en esa alternativa. ¿A quién darle el mérito? ¿Al animal o al jinete? ¿Y la credencial, la Compostelana? Hay quien apunta que el potro se limita a avanzar por instinto y que el peregrino que lo monta es quien lleva puesto en marcha el corazón y las preguntas. Pero aún así resulta un argumento poco convincente. No, no es lo mismo. La marcha hasta Arzúa es mayormente en descenso. Cuesta abajo, afirma un peregrino. ¿A que sí?, pregunta al guía. Puede que sí… ¡¡¡Puede que no!!! la respuesta es coral.
El grupo ya se ha cohesionado tras días de lento horneado de caminatas, charlas, silencios, comentarios, fotos, bocadillos y…cigarracos. Conviene avisar que en el Camino de Santiago no hay distinción entre fumadores y no fumadores: la regla natural de la tolerancia se activa sin problemas, y por si eso no es suficiente, tenemos alrededor un exterior infinito de aire húmedo, muy purificador. De modo que asumiendo que fumar es muy perjudicial para la salud-como la estupidez-, de vez en cuando el guía detiene la marcha y casi ordena con cómico autoritarismo: ¡¡Cigarraco!!, después, eso sí, de indicar el servicio de los chicos y de las chicas para atender las necesidades inexorables del cuerpo: arcén de la derecha, pa las tías; el de la izquierda, pa los tíos. O viceversa. ¡¡Ah, el aburrido, recurrente y pegajoso chiste en cuanto salen a colación las palabras de marras: derecha-izquierda.
En Arzúa, un joven valenciano cuenta su experiencia: camina sin dinero. Se adivinan los primeros tejados. Estaba allí, en lo alto de un repecho sin alma, una cuesta agotadora después de seis horas de marcha… Y de alquitrán puro y duro, quizá más lo segundo que lo primero si damos por válida la sospecha general de que en estos tiempos, la pureza escasea. El peregrino-escritor avanza a duras penas: el metal de la carretera le golpea los talones como un martillo pilón. Pero no va solo. Manos amigas lo sostienen, voces cómplices lo animan y en la cima, sentados al borde de la carretera, los otros peregrinos lo esperan. Es imposible desfallecer… ¿pero de dónde vienen las fuerzas? Como suele ocurrir en los estrenos de una obra de teatro que todo sale bien pese a los problemas que se acumulan a última hora… ¡es un misterio! ¿Pero, realmente es un misterio? No, el peregrino que se acuerda de la peregrina que le prestó su bastón porque el despistado se lo dejó olvidado en una parada, comprueba que no tiran de él, las fuerzas propias, no solamente.
En Arca, un joven valenciano cuenta su experiencia: hace el Camino, sin dinero. Y ha llegado hasta el umbral compostelano sin problemas: el dinero es un formalismo menor en la dimensión tubular jacobea. Se oyen campanadas de vida, ya hay como un temblor de vísperas…
El punto de partida
El peregrino escritor medita. Evitaré la nota sentimental y no escribiré: “Al llegar al Obradorio los peregrinos se fundieron en un abrazo, emocionados, entre lágrimas, satisfechos de haber llegado hasta la Catedral de Santiago. Llegaron cantando el Jubilate Deo, mientras los turistas les hacían fotografías, sorprendidos ante tanta alegría saludable y natural. El Camino había concluido”. Pero no puede evitarlo, pues todo eso ocurrió y mucho más que obvia para no recargar el sentimiento de sentimentalismo. Todo eso fue cierto desde el 11 al 22 de julio del año del Señor de 2011. De esa modesta expedición peregrina del Valle de Alcudia partieron 34 desconocidos hacia el lejano Campo de la Estrella: creídos, descreídos, indiferentes, comprometidos, pródigos, místicos, dubitativos, curas … y todos llegaron a destino siendo otros. Algo había cambiado, alguien nos había cambiado … y acogido. En estos tiempos de corrección política, de relativismo activo, de hogueras mediáticas, de telebasura, de espectáculos de saldo, de infantilismo histórico, de personajes histriónicos al frente del mundo, 34 personas dieron testimonio de que la fe es tan consustancial al hombre como el aire que respira, y que después de 2000 años, aún son millones los cristianos que buscan un sentido a sus vidas …compartidas . El párrafo de inicio es cierto salvo una cosa: no es en Santiago donde concluye el Camino. Santiago es el kilómetro de partida de la verdadera peregrinación: la busca y el encuentro con el Dios de los creyentes, con el Espiritu del espiritual, con la X del escéptico. Todo menos el azar. El azar no es capaz de generar tanta belleza.
Excelente. Como dice un proverbio chino, «si te sientas en el camino, ponte de frente a lo que aún has de andar y de espaldas a lo ya andado»……
Suscribo las vivencias, las emociones, el cansancio, el dolor de pies, la llegada al Obradoiro con abrazos y lagrimas y joder, el Jubilate Deo. Fue en el 20008, desde Verin. No se si aquello me hizo mejor, diferente seguro. Lo he vuelto a hacer 4 veces mas, como aquella primera ninguna.