La mitad del territorio de Castilla-La Mancha está cubierta de bosques y montañas. La región encierra enclaves naturales únicos en el planeta. Atesora más de un centenar de espacios naturales protegidos, entre ellos dos parques nacionales y siete parques naturales. Lugares cercanos, saludables y descongestionados, entornos limpios y puros en los que perderse y desconectar. Nunca estos rincones han estado tan cerca.
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Su geografía permite a los amantes de la naturaleza, el sosiego y la libertad descubrir valles, sierras, ríos, cañones, simas, barrancos y lagunas que configuran un fantástico escenario, ideal para el contacto con la naturaleza, la desconexión y la práctica del turismo activo
Paraísos naturales
Los grandes símbolos de la naturaleza de Castilla-La Mancha son sus dos parques nacionales: el de Cabañeros y el de las Tablas de Daimiel. Se trata de lugares únicos. Excepcionales refugios naturales donde observar las especies más emblemáticas de la flora y la fauna ibérica. Cabañeros es lugar único idóneo para hacer de senderismo y a caballo. En sus escarpadas sierras y en la quietud de sus rañas, es fácil observar águilas imperiales, cigüeñas negras, buitres, ciervos, corzos y jabalíes; y su riqueza botánica es de excepcional interés. En las Tablas de Daimiel el protagonismo es del agua y de las aves; considerada como Reserva de la Bioesfera por la UNESCO, dispone de una cuidada red de pasarelas que sirven de original camino para conocer uno de los ecosistemas húmedos más valiosos del planeta.
La red de parques naturales y los rincones de especial riqueza medioambiental –que se extienden ocupando más de medio millón de hectáreas del territorio regional– completan un abanico de colores y emociones que no dejan indiferentes, ahí están para goce y disfrute: las coloridas y mágicas Lagunas de Ruidera, las escarpadas Hoces del Cabriel, la norteña Sierra de Ayllón, la desconocida Sierra Norte de Guadalajara –con el espectacular Hayedo de Tejera Negra, el Pico del Lobo Cebollera y la Reserva Fluvial del río Pelagallinas–, el salvaje Alto Tajo, el cañón de la Hoz de Pelegrina –con el Barranco del río Dulce y su espectacular mirador de Félix Rodríguez de la Fuente–, la Sierra de San Vicente entre los valles del Tiétar y del Tajo, la Vía Verde de la Jara –cuya ruta en bicicleta de montaña es apta para todos los públicos–, los enigmáticos volcanes del Campo de Calatrava o la agreste y espectacular Serranía de Cuenca con su Ciudad Encantada, el Ventano del Diablo, el nacimiento del Río Cuervo, el Parque Cinegético de El Hosquillo –donde habitan ciervos, gamos, muflones, corzos, cabras monteses, lobos y hasta osos pardos–, las hoces de Beteta y sus famosos manantiales de aguas minero-medicinales, el cañón del Júcar o el nacimiento del río Mundo.
Mención a parte merece la treintena de rincones de Cuenca y Ciudad Real que se han convertido en los último años en escenarios únicos para la observación del firmamento. Estos lugares ofrecen cielos limpios y despejados donde disfrutar de la inigualable experiencia de contemplar estrellas, constelaciones y planetas. Están agrupados en el Parque Astronómico de la Serranía Conquense y en el Parque Natural Valle de Alcudia y Sierra Madrona y son Destino Turístico Starlight, un sello que solo poseen aquellos lugares del mundo en los que es posible observar el cielo en toda su grandiosidad. Todo un viaje estelar en contacto con la naturaleza.
Experiencias únicas
A pie, en bici, a caballo, por tierra, agua y aire, el viajero encontrará en estos paraísos naturales únicos una fuente inagotable de experiencias, emociones y aventuras. Pasear por bosques centenarios, subir una montaña, descender un cañón, colgar de una cuerda a centenares de metros del suelo, surcar los rápidos de agua cristalina sobre una balsa, descubrir lugares mágicos dando pedales sobre nuestra bici, sentir la brisa en la cara empujados por el viento, disfrutar del silencio con la mochila como compañero de fatigas, observar con paciencia aves y plantas, adentrarse en una cueva, relajar la mente con el sonido del agua, extasiarse ante dehesas infinitas, asomarse a un volcán, adentrarse en el reino del lince y el ciervo, deleitarse con la danza de las aves, contemplar el firmamento en los cielos limpios e infinitos, bañarse en las aguas cristalinas de las “playas de interior”, relajarse con el paseo sereno por paisajes eternos… Desde la pausada y relajante observación, en búsqueda de la tranquilidad y el sosiego, hasta las experiencias más excitantes y atrevidas de los deportes en la naturaleza, las posibilidades son inagotables y la experiencia cercana e inolvidable.