Hay un nuevo espécimen surgido de la espesura de estos tiempos, bueno dos: el cenizo y el policía. El primero se queja de todo y por todo y especula con un futuro tenebroso alimentado por los augurios de los filósofos del milenio, y el segundo sale al balcón móvil en mano para hacer fotos de los insolidarios ciudadanos que caminan por la calle para colgarlo en las redes con una buena reprimenda.
Estas horas pesadas como plomo dan para mucho, incluso para ensayar una oportuna revolución personal, que es el átomo que activa los grandes cambios sociales. O debería ser. Los cambios abruptos siempre se han producido y conducido por la violencia y el control de masas.
Los dos paradigmas más importantes en el pasado cercano por lo que supusieron para sus pueblos y el mundo fueron la Revolución Rusa y el nazismo que era un fascismo a lo germano, xenófobo, dramáticamente operístico y plagado de signos de pavor. Los dos movimientos se incubaron en el descontento, sus líderes recondujeron las masas y con la fuerza del mamporro, la cárcel y el paredón impusieron la nueva realidad. Todo cuanto surgió en Rusia después del 17 y en Alemania después del incendio del Reichtag no tenía nada que ver con lo anterior. Lo de Rusia duró hasta que llegó un hombre de aspecto bondadoso con un lunar en el cráneo, Gorbachov, y lo de Alemania hasta la conclusión de la guerra y después con la reunificación. Los nuevos órdenes sustituyentes siempre han florecido con la sangre de millones de personas.
Desde que el mundo del año 20 del tercer milenio se empapó de esta lluvia viral un estremecimiento recorrió el Planeta y lo condenó a un marasmo desconocido. Cada día, con un buen parte de bajas y una lista interminable de los daños colaterales que vendrán. He visto una foto de Venecia. Más sola que la una. Estaba entera sin ruinas de guerra pero chapoteando en una soledad de muerte.
Bien, pues todo cuanto está ocurriendo desde los idus de marzo, es lo que está prodigando estos especímenes. Los cenizos nunca están contentos y siempre le encuentran a la manzana de la circunstancia el agujero por donde horadar, sea cual sean las medidas que se adopten, abominan del sistema desde una artificiosa superioridad moral y pareciera que andan ansiosos por que de nuevo aparezca el tío de la porra para poner en orden.
Los policías son aquellos que fiscalizan el comportamiento del otro y se comportan como pequeños torquemadas. Es cierto que en circunstancias como éstas que nos apabullan requieren de una disciplina democrática, de unas normas de obligado cumplimiento en bien de la salud pública y que aquellos ciudadanos que no las respeten merecen un tirón de orejas, en forma de multa, que es el mayor castigo en países civilizados (mandarlos al campo a recoger fruta sería medieval y en cambio a mí me parece una condena atractiva), pero una cosa es el sentido común, es decir, el que se está aplicando la gran mayoría de los 45 millones y pico de españoles que somos, y otra la vehemencia condenatoria, las especulaciones sobre distopías varias y la tentación de la delación o la sobredimensión de un puñado de insolidarios que se amontonan en una terraza de bar o celebran un botellón, como si la cagarruta no fuera con ellos.
Hay que saber diferenciar el grano de la paja. Durante estos sesenta días, uno ha podido dar fe del comportamiento social de mis paisanos: reclusión dura al principio, más relajada después y aún más según avanzamos hacia el encuentro en la primera, segunda y tercera fase. Y más allá de los aciertos y desaciertos muchos y gordos del Gobierno, los criterios técnicos y políticos del desconfinamiento y la evidente campaña electoral que ya sordinea en los bajos, la actitud ciudadana masiva ha sido de contemporización.
La crítica es saludable y aunque esta realidad incómoda con la que nos venimos desayunando desde la primera alerta también la doblegue un poco, no tiene relación alguna con el cenizo y el policía. Estos tiempos se han convertido en un laberinto y el puzzle de la comodidad ha saltado por los aires por el puñetazo del bicho. Y como todo ha quedado trastocado y convertido en una sopa de letras para la comprensión, va tomando cuerpo la aparición de un conato de nueva realidad o normalidad con su propia jerga conceptual. Ya veremos y por supuesto, será bienvenida si es para mejor.
Sin embargo, uno está dudando si bajar o no al bar del barrio cuando pasemos a la fase 1 no vaya a ser que aunque cumpla con todo lo que ha dictado el Gobierno –distancia, mascarilla y tal- sea mal interpretado por el cenizo como un hijo del sistema egoísta e irresponsable o por el ciudadano fisgón como un insolidario sin corazón y un delincuente que tira por tierra el dique que hemos construido entre todos para que la riada no se llevara por delante a hospitales y sanitarios con sus ingresados dentro. Qué difícil se nos va a hacer adaptarnos a la nueva normalidad.
Uno que a fuerza de tener la pulsión de escribir y va de la prosa a la poesía como de las musas al teatro, hoy cancelados hasta la fase que los libere, ha escrito este ripio –no es otra cosa- después de constatar la proliferación de policías sin uniforme que andan al acecho para denunciar quien se mueve de esta parte o de aquella de la raya:
Empiezan a cargarme
los que vigilan a los demás,
si salen o si entran
si van delante o van detrás
Son como viejas comadres
sin asiento y sin edad
¿Quién podrá salir a la calle,
al bar de la esquina,
a la esquina del bar,
si hay arpías vigilantes
del orden social?
¿Se pueden cumplir las normas
y tomar el adoquín, sin más?
¡Sí, se puede!
Solo así abrazaré la causa
Si no es así cómanse con papas
la nueva normalidad
la verdad que a mi me importa un carajo l@s viej@s del visillo y lo que digan o dejen de decir, simplemente es que paso de ellos.
Deseandito entrar ya en la fase 1 y volver a tomar cañas como siempre y como esta mandado. Los fisgones frustrados mejor que se larguen a Parla ….
Los españoles somos maduros. Todos hemos sido informados de la mortalidad tan grande que trae este virus.
Así es que, no hace falta policía de balcón. Pero si policía real que ponga en su sitio a los cuñaos que saben más que nadie y luego llenan las UCIs.
Como dicen algunos sanitarios a los cuñaos: estamos así por vuestra culpa, así es que quedaros en vuestra puta casa.
En cuanto a los cenizos, las encuestas ya les han valorado. Van de culo en intención de voto. Los españoles estamos hasta los cojones de sus banderas y sus crespones. Este es un maravilloso país que no les pertenece. O al menos, no más que los que queremos ser responsables para salvar está situación y recuperarnos.
Esto es muy claro: la bolsa o la vida. Elijan.
De acuerdo, Hobbes. Pero sin integrismos. Claro que hay que repensar muchas cosas, desde el sistema hasta la misma de ocho. Y que hay que aplicar la norma por solidaridad. Sobre todo con los enfermos sanitarios. Por cierto asumo una subida de impuestos por la Educacion y la Sanidad. Pero que no se nos vaya de las manos. Un saludo y salud.
Solidaridad. Tienes que dedicar uno de tus artículos de Pandemia a esa palabra. Te lo pido de rodillas :).
Solidaridad es la única palabra que nos salvará del virus. Más que los respiradores o el remdesivir.
Solidaridad entre nosotros y con el Tercer Mundo que ya está siendo esquilmado por el virus.
Solidaridad, esa palabra que no existe en el diccionario liberal.
Fíjate que de nada serviría esa subida de impuestos en Sanidad o Educación si no se usarán desde la solidaridad.
Ahí lo pone…
https://www.youtube.com/watch?v=1_Dd-r5SOzk
¿Y qué me dice usted, don Valero, de esos intelectuales comprometidos con el cambio climático, la pobreza, los represaliados del franquismo, animalistas, los preocupados por la reproducción del lince, luchadores contra la precariedad en el trabajo, los plataformistas por las pensiones… esos que hoy callan como el mármol ante la ignominia de un gobierno mentiroso, que esconde los cadáveres de compatriotas y dedica toda la fuerza del Estado a tapar sus tropelías, perseguir bulos y cuidar la reputación de Sánchez e Iglesias? Son mucho peores que los cenizos y policías. Algunos escriben cuentos y disculpas en este digital, o nos avisan sobre un nuevo orden social que está por venir y siempre lo estará. Todo menos relatar la realidad, fuera en prosa o en verso.
Callan ante la ignominia? Me parece que no. Y algunos ya han escrito.
En España se han hecho las cosas mal, como en el resto de Europa. Pero ni se miente, ni se esconden cadáveres.
Por cierto, parece que tampoco se esconden facturas de hotel de lujo a cambio de favores oscuros…ni facturas de clínicas privadas que no han llegado a dar servicios.
Querido Censor, para que tu relato cuele, hay que tener un auditorio muuuuy simple….y no es el caso.
Es más, la realidad se escribe cada día en los medios y cada vez más se ajustan los muertos y las realidades en hospitales y residencias. Se empezó mal por la avalancha, pero ya se está aclarando.
Recuerda que los funcionarios que lo hacen también estaban confinados. Ellos también tienen derecho a la vida.
Lástima que los medios de la caverna no lo hagan y sigan, como buenos cenizos, viviendo en su ático de la soberbia y la mentira.
Lástima que los cenizos estén en los parlamentos y plenos atentando contra la verdad e intentando que la bolsa supere a la vida. Pero que no se preocupen que se lo vamos a reconocer en las urnas.
Lástima.
Creo que mi opinión está bastante clara respecto a la pasarela y algunos personales que abanderan las buenas causas por pura estética sin que ello desmerezca a quienes defienden sus propias causas currándoselo desde la suela de los zapatos, los cuales merecen todo mi respeto.
Muchos policías y cenizos, pero lo que aquí sobran, de verdad de verdad, son los gilipollas: aquellos que son tontos y, encima, están tan orgullosos de serlo que los demás se creen que son otra cosa. Otros son los lameculos: esos que van con nick infamando gratis y que son tan religiosos que tiran la piedra y esconden la mano.
Es cierto que los primeros pasos hacia la ‘nueva normalidad’ no están exentos de dificultades. Pero hay que dirigirse sin miedo hacia esa ‘normalidad’ con nuevos hábitos. Ánimo…..
Charles, lo que tiene que hacer el Gobierno es dejar a las CCAA su cuota de responsabilidad.
Sánchez está cometiendo el error de no creer en el Estado de las Autonomías. Y eso se le va a caer encima. Que cada Presidente de CCAA se retrate defendiendo la vida de sus ciudadanos.
Unos pilares nacionales, unas bases nacionales mínimas para que no haya contagio entre CCAA, pero el resto, al estar transferido que quede en manos de las CCAA. Así lo dice la Constitución, que lo que afecte a dos o más CCAA es cosa del Gobierno Central.
Yo quiero (en mi caso) que Page, que está pidiendo que Ciudad Real pase a fase I, se responsabilice personalmente de los efectos de lo que pase. Porque Ciudad Real es la provincia que peor está de España, la que más se ha contagiado y más muertos tiene por millón. Y quiero que Ayuso se responsabilice de los miles y miles de muertos de su nefasta gestión, al igual que Torra o Urkullu. No vale de nada ser tan bocachanclas defendiendo las CCAA y luego, en un caso como este ponerse a rajar y decir «pío pío que yo no he sío». Las CCAA deben estar en primera linea y tomando decisiones que luego les pesen si son erróneas.
Los presidentes de las CCAA, en las que creo firmemente, han convertido esto de la desescalada en una carrera política, y no, no es eso, es una carrera por encontrar una cura y una vacuna.