Aceleración de los cambios que veníamos registrando

Ayer, Pedro Sánchez se acercó a la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados; saludó a la Sra. Batet; ella le devolvió el cumplido susurrando “buenos días”; él comenzó su exposición.

18 minutos después, aproximadamente, enunció, a mi entender, un mensaje de enorme trascendencia; apenas duró 3 minutos:

“… Cuando dispongamos, señorías, de suficiente perspectiva, seguramente comprobaremos que esta emergencia mundial tiene como efecto acelerar cambios que ya se estaban poniendo en marcha desde hace ya años: El cambio hacia nuevas formas de trabajo no presencial, con la introducción del teletrabajo. El cambio hacia formas de producción y consumo compatibles con la respuesta a la emergencia climática. El cambio acelerado a la digitalización y automatización (…). El cambio hacia formas de gobernanza mundial para hacer frente a amenazas (…) que son también globales, como hemos visto (…) esta pandemia. Pero ha llegado una sacudida mundial que ha acelerado todos estos cambios que veníamos registrando”.

Desconozco si quienes siguieron el discurso tomarían nota de estas frases o pasarían desapercibidas. A quien no se le escaparía un detalle sería a Juan Luis Cebrián. Hace unas semanas, en un artículo publicado en El País, el exjefe de la sección española del Club Bilderberg, le reprochó a Sánchez, sin nombrarlo, que no hubiera aludido a la necesidad de crear nuevas formas de gobernanza mundial. Este detalle lo hice constar en un artículo anterior dedicado a analizar el texto de Cebrián. Ayer, D. Pedro rectificó su omisión.

No he sido partidario de las cesiones de soberanía; sí, de una estrecha colaboración internacional. Los políticos son servidores públicos, aunque ya sabemos que tienden a actúan como casta. Si ya cuesta trabajo controlarlos en el corto alcance del Estado-nación, depender de entes supranacionales cada vez más alejados de los gobernados, los que, a la postre, sufrirán sus decisiones, sólo servirá para incrementar su estatus de casta; de servidores públicos apenas quedará el recuerdo teórico y su servicio efectivo se dirigirá a unas oligarquías repartidas por diferentes partes del mundo, desconocidas por aquellos a quienes la propaganda seguirá llamando sujetos de la soberanía nacional. Pongamos por ejemplo a la OMS, tan en boga en estas semanas.

¿Cuántas personas conocían al menos el nombre de su máximo responsable? ¿De cuál es su composición? ¿De quiénes la financian y qué prerrogativas tienen sus financiadores? ¿Sabían que las empresas financiadoras entregan el dinero para que se emplee en proyectos que les interese a ellas? Cuando la Fundación de Bill y Belinda Gates, por ejemplo, aportan fondos, lo hacen para que se dediquen a las acciones o investigaciones de su interés. En una palabra, la OMS es un poliedro irregular donde una de sus caras principales actúa como una contrata del capital privado que la soporta económicamente ¿De verdad alguien puede creer que la OMS es un organismo independiente? Sin embargo, este ente con categoría de agencia de la ONU, financiada de manera mixta con dinero público y privado, marca las políticas mundiales de salud, desde qué debe considerarse enfermedad hasta qué terapias son recomendables.

Como muy bien afirmo Ángel Romera en su artículo El hombre en la cofa del palo mayor, su actual director general, Tedros Adhanom, ha sido señalado en su propio país como responsable de la muerte de niños por –según esas fuentes- ocultar epidemias de cólera ¿Cómo es posible que alguien sobre el que recaían semejantes afirmaciones fuera elegido para dirigir la OMS? ¿Qué intereses lo auparon a semejante puesto? ¿Acaso no había en todo el mundo algún otro candidato con un currículo algo más digerible?

Un apunte más sobre la responsabilidad de la OMS en esta crisis sanitaria: El gobierno de Taiwán fue el primero en notificarle la aparición de una neumonía atípica en Wuhan muy peligrosa para el ser humano; lo hizo el 31 de Diciembre de 2.019. La OMS no le respondió y, además, recomendó, urbi et orbi, no interrumpir el tráfico aéreo con China; más tarde, tuvo que rectificar.  Afortunadamente para los taiwaneses, su gobierno ignoró la recomendación y los prohibió. A pesar de que Taiwán ha sido un modelo en la anticipación y posterior gestión del Covib-19 nunca recibió ni una felicitación diplomática de este organismo, paradigma de esa nueva e idílica forma de organizar al mundo llamada  gobernanza mundial ¿Qué pudo hacer mal el gobierno de la isla? ¿Tendría algo que ver no estar reconocida por China?

Un error de un organismo mundial con poder ejecutivo podría suponer una catástrofe al afectar a todo el planeta. Es una temeridad dejar en manos de muy pocas manos el destino de todo el mundo

Aceptar la gobernanza mundial como la panacea universal sería parecido a creer que existen humanos de una raza superior con una sabiduría y un conocimiento técnico de las cosas absoluto, con un índice de aciertos equivalente al de seres sobrenaturales ¿Dónde se encuentran personas tan extraordinarias? ¿Dónde, que nadie las conoce? ¿Aparecerán de repente con la gobernanza global? ¿O nos encontraremos con gente como la que ya conocemos a la que habremos dado un poder desproporcionado imposible de recuperar?

La gobernanza mundial es la mejor forma de acabar con la poca soberanía de los ciudadanos del Estado-nación. Curiosamente, los que están más empeñados en arrastrarnos a ella son quienes se llenan la boca de repetir hasta el hartazgo una palabra tan ensalzada en lo formal como pisoteada en lo factual: Democracia.

La gobernanza mundial es dar el VºBº al gobierno de una oligarquía, por fin, legalizada.

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Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz