Se dice que hay verdades, mentiras y estadísticas. La recopilación de datos y los criterios de interpretación a menudo distorsionan la realidad: las estadísticas no son verdad ni mentira, sino todo lo contrario. Sin embargo, no podemos dejar de recurrir a ellas para tomar decisiones.
El confinamiento se ha ordenado por tres causas principales: la facilidad de contagiarse y la progresión en el número de contagios; la dificultad de saber el alcance de la pandemia entre la población (por no haber estado a nuestro alcance hacer millones de tests); y la limitada capacidad de respuesta de los sistemas sanitarios. Se estira nuestra capacidad de aguante (casi siempre se puede aguantar más si uno está dispuesto), pero los niños ya llevan mal el confinamiento, y los ancianos su soledad. Los que viven hacinados, o en domicilios menudos, o con poco sol, también. Además, aunque el movimiento sea limitado, uno se sorprende en ocasiones del nivel de tráfico rodado en las calles. Incluso es inevitable incumplir a menudo la recomendación de mantener una distancia prudente en los supermercados. Hasta M. Rajoy se saltó ejemplarmente el confinamiento para hacer marcha [digresión: a veces me pregunto qué habría hecho aquél, cuya única capacidad de respuesta ante el desafío catalán fue aplicar el Art. 155 “in extremis” solo para convocar elecciones], como también se lo saltó Pablo Iglesias, los miembros de Vox en el Congreso o su Vicepresidenta, que estuvieron contagiados – y en mi opinión, si no acudieron enfermos a su trabajo, por haber tenido tiempo para superar la infección, deberían haberlo aclarado mejor y así despejar las dudas.
El martes 3 de marzo falleció el primer enfermo detectado previamente de infección por coronavirus. Ese día se confirmaron 45 nuevos casos sobre un total acumulado de 165. El viernes 6 de marzo ya eran 5 los fallecidos, y 400 los casos en toda España. Por una parte, hay quien opina que el confinamiento se debería haber producido mucho antes, deberían de haberse prohibido las concentraciones en toda España (muy particularmente las manifestaciones feministas del domingo 8) y haberse paralizado ya la actividad económica, con el desastre económico personal y colectivo que ello comporta. Por el contrario, ahora que la “curva” se aplana, desciende el número de afectados registrados, de hospitalizados y de fallecidos diarios,se estudia cómo rebajar las medidas de restricción de movimiento y actividad económica, porque los niños, los ancianos y la economía lo necesitan ¿No les parece una incoherencia, que frente a datos con una diferencia tan abultada, la respuesta sea tan opuesta?
O sea, que la valoración de los datos y de las medidas de restricción se pueden relativizar ante las necesidades de tipo físico o mental, la experiencia que tenemos al salir a la calle, más cierto optimismo por el decrecimiento cierto del número de afectados y fallecidos. Ojo, que no se prevé un final a corto plazo. Tampoco hay certezas en los pronósticos a medio o largo plazo. Creemos que para tener controlada la situación basta con que cada uno tome medidas extremas de prevención–aunque haya cierta gente propensa que no deja de retar al virus ¿De verdad, tenemos suficiente confianza en nuestra sociedad, en la responsabilidad del prójimo, en la disciplina, para que la desescalada no comporte riesgos? Si la respuesta es no ¿Entonces qué medidas habría que tomar para minimizar los riesgos que surgen con la relajación de las restricciones? En mi opinión, debería depender de la interpretación de los datos.
En este tiempo hemos comprobado que cuando se cuestiona o se relativiza la autoridad del Gobierno del Estado, hasta los datos bailan y pierden fiabilidad. Pero esto tampoco puede dar pie para exagerar y confundir a la población infundiendo que se nos ocultan datos: la inexactitud no significa conspiración. Además, España no es el único país con bailes de cifras, no se crean. En Francia, el 18 de abril, el dato de nuevos casos fue negativo, aunque ese dato se corrigió y ahora consta como 0. En cambio, el día anterior en Wuhan se elevó el dato de fallecidos por coronavirus. Bueno, restemos importancia a ese baile de cifras (que poco más puede aportar a lo esencial), aplicando a esos datos un cierto “margen de error”, y volvamos a las estadísticas.
Uno piensa que los datos son fieles a la realidad, pero esto es cierto y falso a la vez. Sería importante añadir ciertas variables que den un paisaje más fidedigno de la situación. Sería muy, muy interesante saber cómo han afectado la edad y la precariedad laboral a las estadísticas de otros países. Veamos. Los datos porcentuales (oscilantes día a día, obviamente son aproximados) de contagiados y fallecidos por franja de edad en España, mayores de 50 años, son aproximadamente los siguientes:
Vemos que la población más envejecida es la más afectada por el coronavirus; sabemos que España es uno de los países con mayor tasa de población anciana del Mundo, por lo que la tasa de mortalidad en esas franjas ha de dar cifras superiores a las de otros países; y sabemos que el número de afectados encerrados en las residencias de ancianos es elevadísimo: a 21 de abril, han ocurrido 14.225 fallecimientos en RESIDENCIAS DE ANCIANOS sobre un total de 20.852 personas de toda condición fallecidas en todo el país – aproximadamente DOS TERCIOS del total de fallecidos a nivel nacional– de los cuales 5.272 han ocurrido en residencias de Madrid, y 750 en Castilla-La Mancha (sobre un total regional de 7.460 y 2.075 fallecidos respectivamente).
Sabemos también del alto número de sanitarios contagiados, por falta de información o de medios (por lo poco que había y por el tiempo que ha llevado conseguir material apropiado), aproximadamente entre el 15 y el 17 % del número total de contagiados (datos de 17 de abril, 29.457 sobre un total nacional de 190.838 contagiados oficialmente). No sé si dicha lista incluye a los cuidadores en residencias. Así pues, la suma de datos de contagiados sanitarios y población mayor de 60 años (con un número de sanitarios poco representativo, seguramente), es aproximadamente DOS TERCIOS del total de contagiados – dicho por pasiva: el tercio de afectados por coronavirus son menores de 60 años y personal no sanitario (y también sanitario) del país.
Porque resulta difícil no caer en la tentación de comparar los datos que se publican de un sitio u otro (por pueblos, por provincias, por comunidades, por países de la Unión Europea, por Extremo Oriente, por EE.UU., por el resto del mundo…) alimentando sensaciones de todo tipo (frustración, odio, resignación…). Por una vez, nadie quiere ser el primero en nada, mejor que haya alguien peor que nosotros – aunque para algunos, “cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político”. Da mala imagen, y constará enmendarla. Los titulares de prensa ponen el énfasis en quién encabeza la lista, con cierta intencionalidad sensacionalista. Pero atención, no se destaca que, con el tiempo, los países que no han adoptado medidas de confinamiento más drásticas al inicio, empiezan a superar a España en número de contagiados activos, sea en números absolutos o porcentuales (como ya sucede en países pequeños como Islandia, Luxemburgo, o Andorra). Otro dato no menos importante, es el 40% de enfermos recuperados en España, que resulta alentador dentro de la lista de datos “positivos” a escala mundial. Ahora bien ¿Qué aporta estar o dejar de estar por encima o por debajo en esa lista, o centrar la atención en los primeros puestos? ¿No es en el fondo una forma de simplificación y distorsión de la realidad?
La OMS trazó una gráfica en la fase de crecimiento, por la que se concluía que las cifras podían reflejar un 15% del número de contagiados reales. No sé hasta qué punto pueden aplicarse estos datos para tomar medidas de desescalada. Pero lo que sí parece, es que es pronto para que nuestros ancianos se beneficien de la relajación de las medidas de confinamiento, y que la atención a la salud de los mayores merecería una reflexión más amplia, y un cambio de paradigma. Y para los demás, sigamos acotando nuestras salidas a la calle.
Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde
Que una muerte es una tragedia y miles una cuestión de estadística.
El gobierno lo ha hecho de fruta madre…
Y nos va bien por eso no nos podemos quejar.
Es imposible esperar que las neuronas salten la valla del sectarismo.
Esto de ser de izquierdas, progre, centrista o de derechas tiene que tener una razón genética.
O eso o somos idiotas.
Me incluyo.
Me rindo a la realidad.
No puedo darle la espalda aunque pueda destrozar mis esquemas.
Sin honestidad no se puede construir nada sólido.
Mi admiración por Antonio Costa, presidente socialista de la República de Portugal.
Me rindo ante su eficacia y buena gestión antes y después de esta crisis. La oposición tiene mucha suerte de contar con una izquierda allí humilde, realista y sensata. Así se forja un gran país y se sirve eficazmente a los portugueses, y se les protege de la pandemia.
España tiene un grave problema, y se llama PSOE.
Sin humildad se destruye todo.
Gran artículo.
Me ha encantado leerlo.
Si la salud es lo primero, algo con lo que estoy , estaremos todos de acuerdo, es preciso ser muy cautos y aguantar en casa durante el tiempo necesario para ver despejadas las calles de la amenaza del bicho. No soy funcionario ni pensionesta ni disfruto de un contrato blindado, pero basta ya de blandenguerías. Basta de quejicas y llorones. Señores, permanecer en casa durante dos, tres o cuatro meses no es ningún drama. Peor lo pasaron en la batalla del Ebro. Poca fortaleza mental o espiritual tenemos si no sabemos disfrutar entre cuatro paredes. Conozco algunas personas, más mujeres que hombres, ciertamente, que llevan años, lustros, cuidaando noche y día a personas absolutamente dependiente sin permmirse salir a la calle como no sea para realizar la compra semanal. Y no se quejan.
Lo que no quiere decir que no tenga mi pensamiento y solidaridad puestos en esas personas que viven en soledad o en viviendas carentes de espacio suficiente para subir y bajar escaleras o caminar por un amplio pasillo. Pero el resto, principalmente jubilados con buena salud y funcionarios, deberían dejar de dar la tabarra con sus quejas. Si no tienen un bar abierto , que abran el frigo.
Recétate a ti y no recetes a los demás.
Diego, yo sí que me quedo con tu receta. Y muchísimos millones más de españoles.
Una desescalada progresiva con todas las cautelas…..