Con la misma rapidez que la enfermedad se extendía por el país y llegaba a nuestra ciudad, una ola de solidaridad inundaba Puertollano para hacerle frente. Con una sorprendente celeridad se tejían redes de solidaridad y trabajo que han servido de protección y defensa mutua, frente al golpe local de la pandemia.
Las primeras en organizarse fueron las costureras: surgía como de la nada un numeroso y hasta ahora desconocido batallón que se ha revelado capital. Empezaban a tejer mascarillas, decenas quizás centenares de miles de esta sencilla protección. Según iban avanzando las necesidades, su trabajo se iba volviendo más complejo: de las mascarillas se pasaba a las batas desechables, de estas a las batas de plásticos con elásticos y hasta cierres de velcro, delantales o gorros se han confeccionado igualmente por miles.
Las costureras de Puertollano rápidamente crearon un circuito discreto, cerrado y útil: sustituían los memes por fotos de patrones o esmerados vídeos donde unas a otras, se enseñaban y aprendían con paciencia el arte de elaborar prendas cada vez más sofisticadas con materiales cada vez más inverosímiles: plásticos y lonas industriales.
Si en los EEUU de la II Guerra Mundial, la imagen de Rosie la remachadora se convertía en icono de las mujeres que tomaron las fábricas para que no se paralizara la producción del país, en Puertollano quedará la menos conocida imagen de las sencillas costureras tejiendo en 4-8-12 horas diarias para abastecer a su Hospital, a los servicios sanitarios y a sus profesionales.
A las costureras se unieron rápidamente otras iniciativas como los ingenieros, empresas y profesores que elaboraban pantallas faciales en impresoras 3D o hidroalcohol. Y también comenzaron a aparecer donantes: empresas grandes y pequeñas, particulares, asociaciones que conseguían el material necesario para la labor de los anteriores: plásticos de todo tipo, hilo, goma o elásticos y otros productos necesarios: productos de limpieza y desinfección. O artículos como las mascarillas de snorkel, bebidas y alimentos o pequeños lotes de guantes. Aparecían las plataformas que apoyadas en las Nuevas Tecnologías, han recogido dinero que en nuestra ciudad han marcados records y que se transformaban en respiradores y otras necesidades.
El confinamiento obligatorio para lograr la distancia social, la principal arma preventiva para evitar el contagio, se convertía, entre otras, en la principal dificultad para semejante ola de solidaridad. Desde el Ayuntamiento, se ha puesto al servicio de este movimiento medios humanos y materiales, para la coordinación, canalización y apoyo logístico necesario. Se creó una oficina capitaneada por la Concejalía de Cooperación, y una técnico municipal, una oficina de” resistencia” que coordinara todo este movimiento.
Los Servicios Sociales ponían en marcha en la web un punto de entrada con un formulario que permitía atender, gestionar y derivar los diferentes ofrecimientos según su tipología.
La Agrupación Local de Protección Civil y la Brigada Polivalente han distribuido diariamente el material que llegan de las diferentes administraciones públicas y los donantes, desde los puntos de recepción, principalmente el Hospital distribuyéndolo entre los más de 300 domicilios de las costureras y recogiéndolo de nuevo de los mismos puntos, una vez transformado en útiles y prendas sanitarias: cerca de 30.000 mascarillas o más de 6.000 batas, además de gorros o delantales. De la misma forma, estas dos unidades recogen las pequeñas y más grandes donaciones en los hogares o instalaciones de los donantes.
La Agrupación Local de Protección Civil, junto a empleados de los Servicios Municipales del Ayuntamiento, son los encargados de gestionar el Centro de Transeúntes instalado en el Pabellón Paqui Moreno donde actualmente hay instaladas 10 personas.
Finalmente, gracias también al ofrecimiento solidario y voluntario de 4 psicólogas y psicólogos de la ciudad, se ponía en marcha el “Servicio de Apoyo Psicológico” que lleva activo ya más de 10 días.
Una ola de solidaridad recorre la ciudad minera, en palabras de algunas de estas voluntarias: “una expresión de la ternura de los vecinos y vecinas de Puertollano para con el Hospital, centro neurálgico de la lucha contra el coronavirus”. Algunos y algunas señalan que ser útiles en estos momentos es una de las mejores armas para luchar contra este maldito virus.
Cuando pase todo esto quedará en el recuerdo lo más importante: el dolor por los que ya no están y el daño sufrido. Pero igualmente habrá que recordar el valor positivo de la solidaridad y el trabajo de toda una ciudad que se unió como una piña para que ese dolor y ese daño fueran los mínimos posibles.
Un Puertollano positivo, activo y resuelto para lograr un único objetivo: cuidarnos en lo local, del daño de un virus global. Un Puertollano unido confiando en el mañana.