La importancia del talento y la objetividad

Ayer decíamos que no hay unanimidad acerca del número de muertos por el Covid-19. Tampoco la hay sobre qué medidas tomar para minimizar las consecuencias del desplome económico. Por eso, es tan importante rodearse de talento. Siempre lo es, y su necesidad es mayor cuando la toma de decisiones debe hacerse en circunstancias fuera de norma, fuera de lo común. Tan importante como el talento es la objetividad.

Ahora bien, definamos talento: La capacidad de entender sobre algo determinado, de tener las ideas claras; es indispensable saber del asunto a la perfección, lo que permitirá resolver el problema. Es fundamental tener una gran experiencia en el manejo de cuestiones complejas y aportar una cartera de logros profesionales.

A la objetividad la podríamos definir como la cualidad del que actúa desinteresadamente y es capaz de desprenderse de su forma de pensar o sentir a la hora de acercarse a un objeto

Hay indicios racionales de que el talento del gobierno no estuvo, ni está, a la altura de las circunstancias; tampoco la objetividad, si no, ¿cómo explicar que rehusara la colaboración de Inditex o que no se pusiera en contacto con los fabricantes españoles de respiradores hasta el 17 de Marzo, según El País? El 3 de Abril, Sánchez se desplazó a las instalaciones de una de estas empresas para darles ánimos. Lo hizo saltándose el confinamiento, a pesar de que en su entorno hubiera varias personas infectadas.

En otros artículos, alabé su decisión de centralizar las compras y el aprovisionamiento, dando por supuesto que la operativa de la centralización estaría en buenas manos y debidamente organizada. Por motivos difíciles de entender, salvo las carencias de talento y objetividad ya citadas – prefiero no apuntar otras posibilidades-  rehusó la colaboración de un grupo empresarial cuya parte fundamental del éxito se lo debe a la logística. Inditex hubiera sido un operador muy experimentado en el mercado chino que podría haber sido complementado, por ejemplo, en el mercado interior, por Cofares, la principal empresa logística sanitaria de España, acostumbrada a servir en tiempo récord a infinidad de farmacias. Había alternativas solventes.

La logística lo engloba todo, desde los pedidos de los mercados hasta las compras de las materias primas; fabricación; control de calidad; recursos materiales y humanos; distribución de largo y medio alcance; reparto en el corto radio; formas de pago y plazos de entrega; además de las incidencias y el servicio posventa.

La logística es un rompecabezas vivo regido por las matemáticas; un servicio logístico tan complejo no se improvisa.

Suele decirse que cuando Indalecio Prieto se hizo cargo del Ministerio de Hacienda en la II República reunió a los principales funcionarios de la etapa de Primo de Rivera y les preguntó: “Díganme lo que tengo que ordenarles”. Si el Gobierno actual hubiera reaccionado así posiblemente los resultados habrían sido distintos.

Para salir con cierto decoro de la emergencia sanitaria y afrontar con alguna posibilidad de éxito la crisis económica en ciernes hay que recurrir a gente con un talento y una objetividad muy superiores a las existentes en el Consejo de Ministros. Estamos ante una situación excepcional, por peligrosa. España necesita un ejecutivo también excepcional. No debería considerarse un demérito que los ministros vigentes no sean los idóneos; posiblemente sucedería lo mismo en mayor o menor medida si los partidos gobernantes fueran otros.

El talento y la objetividad se encuentran en el conjunto de la Nación, no parapetado en siglas partidistas.

Aparte de subsanar el colosal error de minimizar la complejidad logística en el aprovisionamiento del material sanitario, el cierre de las fronteras supondrá para cualquier gobierno enfrentarse al desafío de desarrollar el mercado interior; desafío importante teniendo en cuenta la dependencia exterior de España en gran parte del sector secundario. La mayoría de los países recurrirá a su propio mercado cuando regrese la normalidad –malo será quien no lo haga-. Cuando la situación sanitaria vaya regularizándose las exportaciones españolas no volverán por arte de magia a los valores previos al coronavirus. Si el mercado interior no se salvaguarda y desarrolla de inmediato, las consecuencias podrían ser más desastrosas aún. El escenario de pérdida de mercados exteriores debe tenerse en cuenta, lo improbable sería que no sucediera.

Las ayudas a cuentagotas serán ineficaces. El Estado debe proveer de recursos a los particulares y a las empresas con un plan superior a un año.

Tengamos en cuenta que las Pymes y Autónomos forman la mayor parte del tejido empresarial español; viven casi al día o, en el mejor de los casos, con unas reservas financieras limitadas. Conceder ayudas cada dos o tres meses no puede considerarse un plan, es pura subsistencia; ir de subsistencia en subsistencia es engañarse y privar a este frágil entramado empresarial de la capacidad para reconvertirse, para reinventarse.

Es necesario cubrir la temporada de verano, si es que no se perdiera del todo; el sector turístico (directo e indirecto) supone el 15% del PIB, pero alrededor de la mitad se juega en el período estival. El previsible desmoronamiento de la demanda del exterior sólo tiene una alternativa: el  mercado doméstico.

Habrá que adaptar la oferta de bienes y servicios a la nueva situación: Nos encontraremos con exceso de oferta en algunos sectores, como el turístico, y carencia en otros. A pesar de las dificultades, puede suponer una oportunidad para impulsar el ramo industrial, el tecnológico y la investigación; algo de lo que siempre se ha hablado y olvidado con la misma rapidez.

Para darnos una idea de la irrelevancia de las ayudas propuestas por  el Gobierno, reproduzcamos cuatro datos del estudio hecho por el gabinete de análisis de Jean Claude Trichet, expresidente del BCE.

Ayudas directas del gobierno español: 0,9% del PIB

Ayudas directas del gobierno alemán: 4% del PIB

Préstamos a largo plazo en España: 2,2% del PIB

Préstamos a largo plazo en Alemania: 32% del PIB

Avales del Estado en España: 3%

Avales del Estado en Alemania: 40%

La escasez está provocando que los préstamos avalados -70% Estado y 30% banca- se otorguen por este orden de preferencia: 1º.- A las empresas de los propios bancos; 2º.- A empresas clientes de la banca; 3º.- Otras empresas de elevada solvencia. Apenas queda dinero para el resto; para el entramado más débil; el que constituye el núcleo del país.

España no puede dedicar una cantidad de recursos similares a los de Alemania porque ni los tiene ni puede respaldar su adquisición. Lo que sí podría es guillotinar, literalmente, el inmenso gasto político.

El gasto político ha sido una perforadora que lleva horadando décadas nuestros cimientos.

Hablaremos en otros artículos del indigno papel de Alemania, independientemente de la mejorable administración de los últimos gobiernos españoles.

¿Unos nuevos pactos de la Moncloa? Permítanme que proponga ocho puntos.

Uno: Acabar con el gasto político,  comenzando por la organización autonómica.

Dos: Implantar unos presupuestos del Estado con base cero, para ver en qué se gasta cada euro y su eficacia.

Tres: Renegociar – e incumplirlo si fuera necesario- el sistema de cuotas impuesto en nuestra firma del Tratado de Adhesión a la CEE, con el fin de liberar todas las capacidades técnicas y creativas de la Nación y dejar de ser la piscina con olas de la UE.

Cuatro: Implantar un verdadero sistema representativo donde en las Cortes estén representantes de los ciudadanos, no de los partidos. Aquellos partidos cuya finalidad sea la ruptura de España no podrán sentarse en las instituciones representativas de la nación ni vivir a costa del dinero de todos los españoles.

Cinco: Modificar el sistema de elección de los órganos de dirección del poder judicial, tanto del CGPJ como de la Fiscalía General del Estado, para separarlos de la corrupta influencia de los partidos.

Seis: Un plan de crecimiento demográfico general y de desarrollo de la España interior.

Siete: Preparar un plan de contingencia escrupuloso para abandonar el euro o disponer de una moneda nacional interna que lo complemente.

Me explico: De la misma forma que vivíamos sin ser conscientes de que un meteorito podría caer sobre nuestras cabezas –llamémoslo virus-; no somos conscientes de que el sistema financiero del que formamos parte está quebrado, cogido con alfileres, y puede tambalearse en cualquier momento. Es una irresponsabilidad no tener un Plan de Seguridad Financiera del Estado.

Ocho: Desarrollar una política exterior propia, principalmente con los países iberoamericanos y Portugal.

Nueve: Aseguramiento de las fronteras. No puede ser que Marruecos pretenda extender su soberanía sobre las aguas españolas del archipiélago canario o que Argelia amague con cosas parecidas. Las sucesivas debilidades gubernamentales lo han propiciado.

Unos pactos, se llamen de la Moncloa o de otra manera, no deben ser una forma encubierta de blanquear ni a un partido político, ni a un gobierno, ni a una clase política derrochadora, corrupta e incompetente.

España tiene demasiadas papeletas para salir de esta doble crisis –sanitaria y económica- muy mal parada.

Por su parte, Alemania y Cía se quejan cuando les conviene; así son los juegos de intereses; así es la política.

En las relaciones internacionales no existen corros de gente sonriente repartiendo flores y besos por doquier cantando el Imagine de Lennon: bonita canción, a fuer de bobalicona y empalagosa con un fuerte contenido hipnótico, que en vez de llamar a la acción provoca acostarse a contemplar las estrellas convencidos de que por mover los encendedores o las linternas de los móviles de un lado a otro aparecerá por arte de magia la armonía universal, algo materialmente quimérico.

En las relaciones internacionales cada uno defiende lo suyo; a ellas se debe ir sabiéndose de memoria El pueblo unido jamás será vencido y Resistiré, himno indudable de esta época, por aclamación popular y, por si hiciera falta algún bis: Sólo le pido a Dios.

Sánchez señala a la UE y Mérkel señala a España. Quizá D. Pedro ya no se acuerde de cómo trató de ganarse el favor de Dña. Ángela tras ganar la moción de censura. El acuerdo podría resumirse así: España apoyará los acuerdos comerciales con terceros países que promueva Alemania para facilitar las exportaciones de su industria y, a cambio, Alemania dará el Vº Bº a la permanente compra de deuda española por el BCE y financiar un dispendio disfrazado de políticas sociales. A Mérkel tal proceder no le molestaba en absoluto. Y ¿por qué no le molestaba? A ella y a los suyos la UE les importa en tanto en cuanto Alemania sea la potencia dominante. Y todo, en contra del sector primario español. Que cada cual califique a cada quien.

España está tan desnuda como el famoso rey del cuento.

¿Tenemos el peor gobierno en el peor momento? Sin duda. Pero la desnudez patria a la que me refiero viene de antes, apenas tapada con unas hojas de parra que servían para disimular la realidad. La hoja de parra por antonomasia ha sido el sectarismo ideológico y el tú más. Cada uno defendía los desmanes de los suyos y atacaba a los del otro. Jirón a jirón van camino de dejar al país en cueros. La razón ha sido triturada por la bronca, la gresca continua. Y todos lo vamos a pagar.

Creo que es la hora de un gobierno de concentración nacional. Un gobierno nombrado por la solvencia de sus miembros, no por su filiación partidista. Personas sin aspiraciones políticas. Con suficiente edad y trayectoria para actuar con talento y objetividad al servicio real –no retórico- de España y los españoles. Un Consejo de Ministros muy reducido: 5 o 6 carteras, a lo sumo. El talento y la objetividad tan necesarios en estos momentos críticos, superan cualquier operación de medio pelo tan usual en la partidocracia reinante.

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Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz