Más allá del coronavirus

La vida nos da sorpresas.

Enfrascados en cuestiones tan “sustantivas” como los derechos de los animales, la maldad intrínseca del varón, la identidad del anciano que se siente niña, el heteropatriarcado opresivo, o que el ser humano es un virus para la Tierra y por eso hay que recuperar el culto a la Pachamama, apareció sin avisar una nueva ponzoña con vocación de pandemia y, en cierto modo, las cosas comenzaron a removerse, buscando poner a cada una en el lugar que verdaderamente les corresponde en el orden de importancia de la existencia, la que verdaderamente importa: la humana.

La cuestión es que hemos creado un Estado y un gobierno poco aptos para enfrentar asuntos de enjundia.

El Estado de las autonomías es la plasmación del ensueño de unos niños caprichosos –repásense las opiniones de Negrín o Azaña sobre el comportamiento de los nacionalistas en la II República y la Guerra Civil- adecuadamente consentidos por las potencias extranjeras que influyeron decisivamente en la planificación de la España posfranquista y el panfilismo, más o menos interesado, de los partidos de la oposición, convencidos de que con Franco muerto la “Armonía Universal” se adueñaría de nuestro querido país, algo materialmente imposible porque  tal armonía no existe en la realidad, salvo en el plano metafísico.

Ni en una situación como la actual, el Estado Autonómico ha sido capaz de coordinarse con rapidez, coherencia y, por tanto, eficacia.

La misma “Armonía Universal” hizo que el gobierno no creyera conveniente prohibir los vuelos procedentes de Italia, a pesar de las medidas de contención decretadas por el propio ejecutivo italiano. España abraza a todos: “Refugiados, sed bienvenidos”. Disculpen el sarcasmo. No pretendo ser irrespetuoso, sólo reflejar hasta qué punto las políticas gubernamentales pensadas para el País de las Maravillas de Alicia, nunca para el mundo real, acaban extendiendo su influencia de manera inercial e irresponsable a otros ámbitos.

El problema es que tanto desvarío costará vidas humanas.

Si el modelo de Estado es fruto del capricho y la malcriadez de algunos, el ejecutivo es consecuencia de múltiples piezas de rompecabezas pensadas para la ingeniería social y la implosión territorial. Era imposible tomar determinadas medidas en contra de banderas ajenas al bien común, pero justificativas de una ideología determinada. Si a la vicepresidenta consorte y Ministra de “Igual-da” le hubieran prohibido las manifestaciones del 8-M, ¿qué habría sido de su Ministerio?: un erial. Sin “performances” activistas, Irene Montero debería matar el tiempo haciendo sopas de letras y similares. Hoy, esta señora irresponsable está infectada. Ojalá se recupere pronto, como todos los afectados.

La crisis que se nos viene encimase tiene muy mala pinta; no es una broma, ni una representación callejera; es absolutamente real; dejará a la de 2.007 en un juego de niños.

De repente, Sánchez advirtió que todo el recorrido forjado para aprobar los presupuestos no servirá de nada. Primero, porque los ingresos se desplomarán; segundo, por el imprevisto incremento de los gastos para evitar el colapso de la economía, si tiene a bien ampliar las raquíticas medidas anunciadas en su comparecencia de ayer. Da la impresión de no querer reconducir el coste monetario de su acuerdo con los separatistas para aplicarlo a la emergencia actual y, si no lo hace, no habrá dinero.

La organización del Estado y configuración del gobierno nunca se pensó para resolver problemas que exigieran verdadera talla de los representantes políticos y el modelo educativo jamás se preocupó de forjar personas de elevada calidad. Con facilitar el trapicheo con los nacionalistas –había que integrarlos- y formar mayorías tóxicas para ir tirando al rebufo de Europa era suficiente.

Cuarenta años repitiendo que Franco había sido el mal endémico de España y que sin él todo sería color de rosa, por obra y gracia de su expulsión de la historia y del pensamiento positivo de la nueva era, ha creado una sociedad meliflua con demasiados líderes incapaces de ejercer el poder y la autoridad cuando es necesario; me explico:

Autoridad viene de autor y un autor es un creador, y para crear algo virtuoso y útil a los semejantes hay que saber; es imposible crear sin saber y es tarea inútil pretenderlo sin el esfuerzo necesario.

El ejecutivo actual es fruto de esa degradación paulatina e incesante de los últimos 40 años. Un ejecutivo que debe pensar que la guerra no existe, que a los enemigos se les derrota dialogando, de lo contrario no hubiera cometido la irresponsabilidad de promover la asistencia a las manifestaciones del 8-M en vez de prohibirlas. Besos y abrazos por doquier, que los virus son heteropatriarcales y nosotras somos inmunes.

¿Alguien puede entender que en el aeropuerto de Madrid-Barajas no se hubiera establecido ni el más mínimo control?

La guerra de este momento es vírica, pero el enemigo es real. Decir que vivimos una situación nueva ante la cual no existía un manual de instrucciones sólo refleja la talla enana y el déficit de autoridad política de quienes nos gobiernan. Ahora bien, ¿qué se puede esperar de una casta – incluida la mayoría de la oposición- encantada de dar el Vº Bº al uso del término portavoza?

La fortaleza de un Estado, de un gobierno y de una ciudadanía, sale a relucir en situaciones críticas, muy críticas.

Se dice que el Buda solía afirmar que al aprendizaje se llegaba por medio de la sabiduría o el dolor.

Las sorpresas de la vida van a poner al Estado, al gobierno y a toda la sociedad, ante una prueba nunca imaginada; para la que no estábamos preparados y cuyas consecuencias hoy resultan muy difíciles de prever por la falta de altura de las élites dirigentes y un pueblo llano que se dejó hipnotizar con una facilidad inquietante. No obstante, mi confianza es que será de este último de donde salgan la alternativa, la energía y el sentido común necesarios para sacar las castañas del fuego.

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz