Manuela Casado. Diputada regional del PSOE en las Cortes de C-LM.- Es paradójico como las mujeres hemos luchado a lo largo de toda la historia por un derecho que es nuestro: “ser iguales a los hombres”. Es triste pensar que hemos carecido de tantas y tantas cosas por el hecho de haber nacido mujeres y que tengamos que demostrar ser mucho mejores que los hombres en cualquier aspecto de nuestra vida diaria para poder compararnos con ellos.
Pero lo peor de todo es que somos nosotras, las mujeres, las que hemos propiciado en muchos casos esa desigualdad. Unas veces porque nos hemos creído inferiores, otras porque como madres y educadoras de nuestros hijos, los hemos educado en el machismo( al igual que fuimos educadas por nuestras madres) asumiendo que la madre y las hermanas estaban para servir a los hombres de la casa.
Y es que somos las mujeres las que tenemos que creer y reivindicar esa igualdad.
No hace tanto tiempo que las propias mujeres criticaban la actitud de aquellas que iban a tomar un café solas o en compañía de otras mujeres .Eso estaba mal visto. También estaba mal visto que la mujer saliera sin la compañía de su marido.
Todavía más grave es que se considerase el maltrato como algo normal y además se pensase que “si tu marido te pega es porque te lo mereces”. Esa manera de pensar tiene como consecuencia los tantos y tantos casos de violencia de género que asolan nuestra sociedad.
La vida de tantas mujeres muertas a manos de sus parejas inspiradas en ideas como “la mato porque es mía” o “si no eres para mí no eres para nadie”, la sinrazón de unos huérfanos al abrigo de su padre, asesino de su madre, o de unos familiares con los que no habían pensado jamás que compartirían el resto de sus vidas.
La violencia de género es una lucha que tenemos que combatir y ganar entre todos, hombres y mujeres. Por fortuna las cosas van cambiando y de unos años a esta parte, la mujer ha empezado a tomar conciencia de que es igual que el hombre. Está valorándose, queriéndose como la mujer que es, con los mismos derechos que el hombre. El empoderamiento de la mujer ha comenzado.
Atrás quedan todas esas mujeres que lucharon por la igualdad y por la libertad de la mujer; mujeres que reivindicaron los derechos de las mujeres a la educación, el derecho al voto, el derecho a un trabajo en las mismas condiciones que un hombre. Hoy esas mujeres vuelven a nuestra memoria; ellas, sin saberlo, son las precursoras de la lucha contra la desigualdad entre hombres y mujeres y son el ejemplo de nuestro día a día para conseguir nuestra causa.
Cada día son más mujeres las que se unen a este proyecto de igualdad. La sororidad comienza a dar sus frutos. Incluso las mujeres católicas se rebelan ante esa jerarquía eclesiástica masculina reivindicando la igualdad como una costumbre. Los colectivos de mujeres cristianas feministas reivindican la plena igualdad hombre-mujer en la iglesia católica. Es una larga y dura tarea la que reivindican estas mujeres, que son el noventa por ciento de la vida de la Iglesia, y que se ven relegadas a la asistencia de curas y obispos o a tareas de limpieza. Pero es grato ver como este grupo más conservador reivindica un papel más representativo dentro de la Iglesia está empezando a presionar a las altas esferas religiosas para plantearse la posibilidad de adjudicar altos cargos a mujeres dentro de la hegemonía religiosa masculina. Si esto fuese así, sería un gran paso en la lucha por la igualdad.
Grandes pasos se han dado en la lucha contra la discriminación de la mujer, aunque todavía quede mucho por hacer.
El papel de la mujer en la actualidad es de mucha más relevancia que en décadas pasadas. La presencia de la mujer en las universidades, en grandes empresas ocupando altos cargos, en el mundo de la ciencia como investigadoras o en el mundo de la política, sectores a los que habíamos tenido un acceso altamente restringido.
Esto no quiere decir que bajemos la guardia. Las nuevas generaciones de mujeres asumen la igualdad entre sexos como lo que es, un derecho al que no están dispuestas a renunciar. Tenemos que seguir luchando.
VAMOS POR BUEN CAMINO.