Manuel Valero.– Está bien lo del bando que dicho sea de paso no es el masculino de banda, ni siquiera en su acepción más artística, cual es la de la música, que hay más. Pero la recuperación por la alcaldesa de Puertollano de esa manera histórica y antañona de dirigirse a los vecinos en momentos que lo requieran viene a darle una pincelada simpática a estos tiempos de lija gruesa.
Por lo que supone de cercanía y por lo que tiene de regresión romántica. Hoy los tiempos son tan veloces que adelantan hasta los hechos. Y ya se sabe que no hay tiempo si no hay hechos o acontecimientos. La gran novela del devenir humano es el relato de lo que ocurrió, las causas que originaron lo que ocurrió y el tiempo nuevo que floreció después de una gran turbulencia. Y así hasta la fin del mundo.
Los bandos municipales han quedado en el pasado colectivo y no son absolutamente necesarios. Por eso precisamente es de agradecer que la gobernanta de la ciudad se haya permitido el uso de tal desuso, por el mero hecho de darle una pincelada de dulzor a la agrura de los días.
Obviamente una gestión no es el compendio de ocurrencias sino el buen trabajo por el bienestar de la comunidad y el interés general, pero como esto se le supone a Isabel Rodríguez, como a cualquier otro alcalde o alcaldesa que han de someterse al juicio sumario de las urnas cuando toque, resulta vivificante que como medio distendido se haya optado por ese modo de llamada que antiguamente los alcaldes hacían a los vecinos y no hace tanto -¿o sí?-utilizaba el inefable alcalde de Madrid, don Enrique Tierno Galván. Y eso que no eran pocas las ocasiones en las que los bandos eran una llamada a rebato ante una tragedia o acontecimiento luctuoso. Afortunadamente el bando también se abría al discurso edilicio en circunstancias más alegres y distendidas.
Si se las hace convivir con la modernidad de manera inteligente, las tradiciones no tienen por qué resultar un retorno inútil a algo que también lo es. La fuerza de la tradición reside precisamente en evocar modos y costumbres superados en el fluir de los tiempos por el simple hecho de concitar un recuerdo colectivo o un hito histórico del pasado común. “No desprecies las tradiciones que nos llegan de antaño. Guardan en la memoria cosas que los sabios de otro tiempo necesitaban saber”, que dejó escrito el celebrado autor de El señor de los anillos, JRR Tolkien.
Tan antigua o más que el bando es la vara de mandar que es una suerte de cetro regio más pedestre y popular en manos de la primera autoridad civil. Y sin embargo no hay transmisión de poderes sin vara de por medio. Y eso que una vara lo mismo sirve simbólicamente como apoyo al edil en su ardua tarea de mandar como de aviso a las costillas del administrado díscolo.
Estamos tan subsumidos en el vértigo de un mundo que parece girar más deprisa que un detalle pintoresco como el de los bandos municipales recuperados por el Ayuntamiento evoca una imagen de cercanía, y un paisanaje literario. Porque los bandos que son al libre albedrío del alcalde o alcaldesa de turno en su estilística tienen su pizca de literatura, como la salpimienta de una buena receta. A gusto del consumidor.
Insisto en que antes que el bando está todo lo demás, lo importante y prioritario. Nuestros gobernantes, el Ayuntamiento pleno y todos los vecinos lo sabemos de sobra –el empleo, la limpieza, la seguridad, la administración de la Casa Consistorial, la priorización de los recursos, etc- pero no está de más un guiño a la tradición. Qué se pierde con eso, si el bando es conveniente, está bien escrito y acentúa la complicidad de las partes. Tierno Galván fue el rostro del cambio en Madrid cuando España abrió las compuertas para que entrara el aire nuevo. Pero hizo más cosas y dejó de hacer otras. Incluso en el cinismo que destilaba con su retranca de sabio viejo, hizo arte del bando municipal.
No se trata de eso. Pero el que suscribe, hace apuestas por que el primer bando municipal de Puertollano con motivo del Día Internacional de la Mujer -el último fue firmado por Mayte Fernández en abril de 2019 con motivo de los 40 años de ayuntamientos democráticos- de la nueva Corporación sea el paso de otros que vendrán. Ya solo faltaría leerlos en la plaza pública –Hago saber y tal- pero sería pedir demasiado y de todo punto extemporáneo. O tal vez no.
Una tradición discursiva que se prolonga desde la Edad Media hasta la actualidad. Enhorabuena por el artículo (bando)……
Casimiro dio algún bando y recuerdo que llevaban bastante retranca.
Cierto