Jesús Millán Muñoz.– Atilano Domínguez, profesor emérito de la UCLM, gallego de origen, manchego de destino, ha realizado una nueva traducción de la Ética a Nicómaco de Aristóteles, editorial Guillermo Escolar, Madrid, 2019. ISBN 978-84-17134-06-8.
– No sé, si hay que recordar que el trío de Sócrates-Platón-Aristóteles, crearon junto a la herencia judeo-cristiana la base de la ética y la moral de Occidente.
Europa habría sido otra, si no hubiesen existido, al menos esas dos grandes raíces que han constituido la base de todos los edificios posteriores.
En concreto la Ética a Nicómaco es o sería, no solo el libro, sino la enciclopedia ética y moral más importante, junto con los diez Mandatos de Moisés de todo el mundo occidental. No se puede entender, ni comprender la realidad humana, social, cultural, moral, espiritual, sin esos dos grandes catálogos morales, diríamos, diferentes en cierto modo, pero que se interpretan uno frente a otro o con el otro.
Alguien puede pensar, con razón, que los mandatos de Noé, anteriores a Moisés, serían o podrían ser otro de los fundamentos, pero también el Código de Hammurabi, y sin olvidar los 42 Mandatos de Osiris de los antiguos Egipcios.
– Siempre se indica que esta obra de Aristóteles, con el resto del corpus, otras obras de Ética y toda la filosofía práctica es el pilar de todas las filosofías posteriores en estos campos, o dicho de otro modo, no habría surgido de la misma manera: Agustín de Hipona, ni Tomás de Aquino, ni Descartes, ni Kant, ni Heidegger sin Aristóteles, sin la moral surgida y derivada de todo ello.
Existen, diríamos demasiada crítica negativa a la cuestión de las traducciones. Diríamos, para ser más positivos, que cada traducción aporta algo nuevo. O diríamos, que la última es en cierta medida la suma y la combinación de todas las anteriores. Toda traducción de un libro clásico, aquel que se lee durante generaciones y durante generaciones nos miramos en ellos, como un gran espejo, está basado en multitud de principios culturales, sociales, gnoseológicos, epistemológicos, e incluso de intención y finalidades de cada época o cada traductor.
Toda traducción en Occidente, es derivada de una problemática religiosa y espiritual desde la antigüedad, es decir, del problema de la Biblia. No podemos entrar en esta cuestión, pero así es, es decir, de lo que más tarde se ha ido denominando exegética, hermenéutica, heurística. Y que más tardíamente, se ha incluido como teoría del texto, teoría de la literatura, teoría del símbolo, que se ha ido concretando en cada filosofía que ha ido surgiendo en cada época y tiempo, podríamos incluir algunas, las diversas fenomenologías, los existencialismos, los humanismos, los marxismos, los kantismos, los hegelianismos, por solo narrar algunos nombres.
– No soy un experto en traducción y traducciones, es más, seamos realistas y verdaderos y bondadosos, apenas sé otro idioma, que no sea el español y el castellano. Por lo cual, siempre he valorado enormemente las personas que se dedican, parte de su actividad a la traducción, porque nos intentan expresar, quizás, a veces, equivocándose, los diferentes planos del significante y significado, del contenido y continente, los diversos planos y horizontes de la interpretación. Incluso, de los añadidos que se han podido ir acumulando a lo largo de los siglos. Cierto es, que nunca, casi nunca, estamos seguros, si un texto antiguo es exactamente del autor. Pero si podríamos indicar que al menos, al menos si es la intención profunda, aunque se hayan ido modificando algunos sentidos o algunas palabras. Porque las palabras, no son semejantes en todos los idiomas, ni todas tienen el mismo significado, además que pudieron ser escritas con una finalidad y no otra, etc.
– En cualquier feria de las que recorren las espaldas de la Iberia, siempre hay algún tenderete de y con libros, generalmente, también de filosofía, casi siempre están varios títulos de Nietzsche, a veces algo de Platón, pero pocas veces, de Aristóteles, Kant, Agustín de Hipona, Descartes… Es decir, uno se pregunta, que si se ofrece al público en general, no demasiado culto en temas de filosofía, ya una orientación filosófica.
Invito a que lean este libro de Aristóteles, porque comprenderán, se les ensancharán la conciencia y la consciencia, las perspectivas y las dimensiones del existir y del comprender. Percibirán que en el mundo existen muchos mundos. Y comprenderán y entenderán las enormes consecuencias de este pensamiento aristotélico.
A mi antiguo profesor de filosofía, Atilano Domínguez, uno más, de las docenas que he tenido a lo largo de mi modesto transcurrir por este mundo, darle la enhorabuena que continúe con esta labor, grata e ingrata del pensamiento y del pensar y del filosofar y de la filosofía, del traductor y la traducción.
E, indicar a las fuerzas vivas de pueblos y regiones, que copien esa idea japonesa, que valoran y homenajean, a personas, que con cierta edad, sean ceramistas, pintores, artesanos han dedicado sus vidas, cincuenta, sesenta años a una labor. Creo que el señor Atilano Domínguez, pensador y filósofo, con muchos libros a sus espaldas, se merecería, al menos, una entrevista en alguna televisión regional o provincial. Y que él nos cuente algo de su itinerario intelectual.