No es, pese a lo que pudiera parecer, una consideración sobre las manos y las mentes de los Think-tank que, desde las sombras presidenciales y desde los mullidos gabinetes, mueven el mundo próximo. Se llamen Dominic Cummings, Iván Redondo o Miguel Ángel Rodríguez recalado ahora en la Comunidad de Madrid. Los fogones ideológicos que exploramos son mucho más simples, alimentarios y alimenticios y están referidos a cierto mainstream fulgurante y colorista.
Así el programa de la televisión municipal, Ciudad Real TV, Cultura Real ha tenido la idea de invitar a los cabezas de cartel en las últimas municipales a desplegar sus sabidurías gastronómicas y sus artes culinarias. Todo ello en un formato habitual en el medio televisivo desde que Bertín Osborne, entre otros, recurriera al lado humano y cocinilla de la galería de famosos, entre los que no podían faltar los políticos. Que ya son parte habitual de estos menesteres
Todo ello da cuenta de la potencia creciente del universo gastronómico, por si hubiera dudas de su ascenso a los altares mediáticos e informativos a golpe de estrellas Michelin. Una ola creciente de programas televisivos, de cocineros de campanillas en ejercicio, de restaurantes premiados.de concursos con reconocimiento global, de bibliografía extendida hasta los altares, de páginas y secciones en medios de comunicación componen el nuevo continente del universo culinario y su dogmática.
Más allá de las advocaciones antropológicas y sociológicasdel mundo básico del alimento y de la comida–que las hay a patadas–, la gastronomía tiene a sus espaldas unas indudables capacidades interpretativas que caen de lleno dentro de lo simbólico y de lo narrativo. Comer para crecer en influencia social, comer para vivir y crecer, comer para significar y comer para adquirir poder y presencia, son las nuevas relaciones que se disponen hoy desde los fogones y manteles. Y por ello el interés repetido de indagar en el mondongo de la política, para que la máxima “uno come como es” o “uno como lo que es”, arroje alguna luz sobre otras cosas.
Aunque a la postre se descubren realidades discutibles. Tales como que las ideologías se disuelven en los fogones, que hay más parecido entre los políticos en mandil fogonero (aunque el programa comentado lo omita reiteradamente, demostrando que se puede cocinar en traje de calle y sin guantes) que, en sus confrontaciones en los Plenos municipales, y que la comida –como otras realidades primarias y evidentes– nos unifican más que nos separan. Las otras conclusiones tienen que ver con las lecturas e interpretaciones de las actuaciones de los políticos actuantes. Actuaciones tanto en el mundo ofrecido de sus casas, cocinas y hogares –sobre todo para la representante de Ciudadanos, Eva María Masias que insiste en que “su casa es muy hogar”– como en los platos propuestos por los participantes.
Desde el buenismo ofrecido por la alcaldesa Pilar Zamora y sus elementales ‘galletas saludables de Navidad’; al tradicionalismo hípster de Francisco Cañizares y sus ‘gachas manchegas’; el neo-costumbrismo de Eva María Masias y sus ‘perdices en escabeche’ que aúnan lo vernáculo con lo sofisticado; el populismo acartonado de Nieves Peinado de Unidas-Podemos y sus ‘patatas en caldillo’, que ella misma disloca y descoloca y llama de otra forma: ‘caldillo de patatas’; para acabar con el solipsismo de Vox y su representante José Antonio Ruíz Valdepeñas, quien quiere evitar la falacia del fingimiento de ‘hacer lo que no se sabe hacer’–el reconoce no saber cocinar– y se conforma con un café compartido en un establecimiento público. Circunstancia excepcional que rompe la baraja del pacto de los fogones y sus ecos.
Probablemente se puedan y se deban extraer otras conclusiones de este Master chef municipal, que dejo a los lectores imposibles de estos desvaríos periurbanos. La reiteración del reconocido ‘pan de cruces’, la competencia de los vinos aportados como maridaje del condumio, la indumentaria carente de protecciones de mandiles y petos, y el eco decorativo de las cocinas y salones familiares. Que abiertos nos descubren cierta intimidad desvelada al calor–no de la lumbre– sino de la placa vitrocerámica o la placa de inducción.
Ahora y a escala local, Gema Martín ha recorrido en un programa de nombre enfático como el de Cultura Real– una demostración más del peso de la gastronomía condecorada–, las distintas ideologías actuantes en el municipio para llegar a un aserto parecido al de ‘los extremeños se tocan’, por otro similar de ‘los manchegos se tocan y cocinan parecido’. Si cocinan tan parecido, ¿cómo distinguirlos? Y este es parte del enigma concluido. Distintos son, pero iguales parecen. O ¿será al revés?: Distintos parecen, pero iguales son.
Periferia sentimental
José Rivero
Siempre me han jodido mucho los think-tank, con gente muy lista, como el aterrador Ludolfo Paramio, a quien conocí en su día y daba más miedo que Drácula, hasta impresentables como el tal Rodríguez que solo podía hacer lo que ha hecho en Madrid, para vergüenza de los españoles con algo de sentido del ridículo.
Si nos damos cuenta, en este tipo de organizaciones siempre hay gente con un afán espectacular de poder, pero sin la menor posibilidad de ganar cualquier elección. Son los losers de la política que no pueden dejar de «afanar poder».
Esto da lugar a dos situaciones muy raras, por un lado candidatos como la presidenta de la Comunidad de Madrid, a quien yo personalmente no le daría mi voto ni siquiera para ser la portera de mi piso, a tipos como el propio Trump, a tipos como el propio Boris Johnson….gente sin un dedo de frente política, y por otro lado sirve como cobijo para políticos que han sido expulsados por el voto de los ciudadanos y que no quieren entender que ya no forman parte de la vida activa, como el propio Aznar, con sus Faes del demonio y sus declaraciones plagadas de odio y veneno.
Es verdad que hay otros muy interesantes que se dedican al estudio de la economía, al análisis de la sociedad, al análisis de las empresas. Pero en todos ellos hay un denominador común, que es el afán del poder en la sombra, y por eso no me gustan nada. Luz y taquígrafos, siempre.
Todos los políticos no son iguales. Por lo menos, como dice la fórmula orwelliana, unos son más iguales que otros…….
Pues quien dependa de Iván Redondo…. Uy Uy uyyyyy
Le sacas punta a tó, amigo José. Personajes ha habido cuya influencia y poder han sustentado sobre frugalísimos platos, tales como Gandhi que comía una torta de arroz entre ayunos inhumanos o más cerca de nosotros, Adolfo Suárez, que gestionó la Transición a base de tortillas francesas, litros de café y cigarrillos. Sobre el tabaco, elemento incorrecto hoy como remate burgués de una buena comilona, ahí tenemos a González que tenía buen saque y a Carrillo que ya era en los 80, de livianos platos de viejo. En cuanto al fogonazo mediático de los ediles capitalinos prima lo culinariamente correcto, de modo que no se han dejado del todo su rol público detrás de la puerta para enfundarse el mandil: ¿cómo hacer una buena fabada asturiana, un marmitaco, un guarrillo a lo segoviano? Hay que hacer tierra aunque sea con forceps. Zamora tira de travesura incorrecta y se da a un alimento navideño; Cañizares se va a las gachas comm,il faut, racial y de derechas; Masia ensaya el centrismo culinario con una perdiz de clase media; Peinado se decanta por la modesta patata proletaria y Ruiz Valdepeñas por un café en un bareto que la cocina es cosa de ellas.
Los vulgares huevos fritos con aceite, vinagre y pimentón no tienen predicamento mediático ni rutilancia alguna, pese a que le vega ni pintado el refrán que dice que de lo que se come se cría o el más perverso y con retintín, ellos(as) se lo guisan y ellos(as) se lo comen. Buen provecho.
Te mereces, Manolo, un espacio parecido con los cabezas de cartel de Puertollano y el ensayo culinario. Has captado a la perfección el tono populista del fogonario y sus vericuetos amables. Yo había echado en falta –no ya el marmitako o la urta a la roteña– sino la ausencia de pescados en los preparativos. Incluso de los huevos costumbristas, que manda mucho. Con una dieta dizque cárnica o elemental, todos salen beneficiados. Igual que han huido de otras delicatessen o florituras de la Cuaresma que se avecina. Aunque haya quien quiera remar a su favor, negando la igualdad del fogonario. ¡No todos los cocineros son iguales! Pero sin ya son todos millonarios.