Cada 28 de diciembre, los hermanos de la Cofradía de las Ánimas de Almedina llaman a la puerta de todas las casas para solicitar un donativo con el que encargar misas por las almas en pena del purgatorio.
Desde bien temprano, una docena de almedinenses se reúnen en la plaza del pueblo para comenzar su particular recorrido por las calles de la localidad, repicando una pequeña campana, que avisa a los vecinos que los animeros están pasando por delante de sus casas. El Animero Mayor, ataviado de pies a cabeza con rojos estampados, hace sonar los cascabeles colgados de su sombrero y amenaza con multar a cualquier vecino que no colabore “como Dios manda”. Esta figura puede multar, simbólicamente, a las personas que estime oportuno por haber cometido algún tipo de “infracción”, ya sea en la vestimenta, en el comportamiento, o simplemente por caminar por la calle y cruzarse con la comitiva.
Los animeros que acompañan al Animero Mayor portan una bandera negra símbolo de la hermandad, así como un crucifijo y unas canastas de mimbre para recoger los mantecados, rosquillos, botellas de anís, etc., que los vecinos donan a los miembros de la comitiva. El Animero Mayor llevará sobre su hombro un gran calcetín en el cual introducirá los donativos económicos que al paso de la comitiva harán los vecinos del pueblo.
Hasta el mediodía, los animeros recorren las calles de la localidad al grito de “¡ánimas!” pidiendo sus donativos, para dar paso a la misa que se celebra en honor a los Santos Inocentes en la Iglesia Parroquial de Almedina. Tras la homilía, los vecinos vacían las calles de la localidad hasta esperar a la medianoche, cuando se celebra el Baile de las Ánimas.
Baile de las ánimas
El Animero Mayor es el encargado de abrir este baile, dando paso a que los hombres y mujeres pujen por las “pistas» o piezas musicales y entren en competencias y rivalidades que harán reír y divertirse a todos los asistentes.
Un ejemplo claro de estas pujas y, sus consecuentes rivalidades, está en que cualquier hombre puede pujar por cualquier esposa o novia, ofreciendo más dinero que el marido y ordenar al resto de los asistentes ocupar sus asientos. Toda puja ha de comunicarse al Animero Mayor, que a la voz de «¡Ánimas!», ordenará detener la pieza musical y comunicará a la orquesta y a los asistentes el motivo y la cuantía de la puja.
Históricamente, eran solo los hombres quienes podían pujar por las mujeres, mientras que en los últimos años esta tradición se adaptó para que también pudieran hacerlo las mujeres. Antiguamente, la puja la utilizaban los hombres para cortejar a una mujer, y cuanta más alta era la puja, más alabada se sentía la mujer por la cual pujaban.
El baile termina a la luz del alba, dejando un buen recuerdo a los visitantes que lo hacen por primera vez, y el compromiso de volver el próximo año a aquellos que habitualmente se acercan hasta Almedina para vivir una noche original y, tradicionalmente, divertida.
Significado de la tradición
El purgatorio, impuesto por decreto por el papa Pío V en el concilio de Trento, en el siglo XVI, creó una zona donde las almas permanecían suspendidas hasta que pudieran salir mediante oraciones que compensasen los pecados inconfesos. Inhabilitadas para salir solas y corregir su propia purificación, los vivos eran los encargados de interceptar por ellas. Las cofradías de ánimas fueron destinadas a rezar por las almas sancionadas que no tenían a nadie y ofrecerles misas para evitar su molesta presencia en fechas señaladas.
Aunque el culto a los muertos tiene su fecha más importante el primer día de noviembre, desde Navidad hasta carnavales las cofradías de ánimas se manifiestan en toda Castilla desde tiempos inmemoriales.