La edad tiene dos estados significativos, el estado mental y el estado físico. En general, a cada edad se le atribuyen signos particulares, aunque no estén escritos en ninguna parte.Como diría Shakespeare, el dilema que surge es “ser … o, si no ser, parecer”.
La imagen que la mayoría de la gente tiene del éxito, es una imagen opuesta al fracaso: una imagen de lustre, de energía, poder y atractivo (y poder adquisitivo – pero esa es otra historia).Nada representa mejor esos valores que la juventud. Pero la eterna juventud tiene tanto de utópico como de distópico, justamente porque no existe.Resulta patético ser víctima del paso del tiempo y pretender mostrarse como lo que uno no es: canas (o calvas), arrugas y michelines desvelan lo que somos.Podemos tratar de ocultar la evidente huella del paso del tiempo – y hacer ejercicio hasta igualar las marcas de un jovenzuelo – o aceptarla – y hacer ejercicio simplemente para bajar el nivel de colesterol.Hay signos evidentes de que uno ya no es joven: llega un momento en que uno no se sienta en el suelo de la calle cuando está cansado, o no se sienta encima de otra persona en un transporte público, o no da saltitos cuando le hacen una foto, o no baila en una discoteca rodeado de gente mucho más joven. La edad madura comporta cierto tipo de dignidad, distinta de la que merece la gente de edad más inmadura.
Cuanto más mayor se hace uno, más cuesta creer que nuestro estado sea similar al de la gente anónima de nuestra generación que uno se va encontrando por la calle. Recordar alguna imagen propia, como si fuera actual, aunque tenga unos años, nos distancia de esa imagen que nos da la gente de nuestra edad. Ni siquiera la mirada que nos devuelve el espejo nos trae al presente: uno se mira al espejo para mejorar su presencia, no para retratarse. Como contrapartida, es el paso del tiempo que reconocemos en los demás – los que vienen detrás, o los que reencontramos al cabo de mucho tiempo – lo que nos da la medida de nuestra realidad.
Uno asocia la imagen de la tercera edad a la que es propia delos abuelos de cada uno. Uno ve en las fotos de los años sesenta a las mujeres mayores de luto, a los hombres con traje de chaqueta o con boina, o con la cara muy arrugada … y cree que no le ha llegado la hora, por el mero hecho de no vestir como ellos. Pero si ni siquiera la moda juvenil es muy diferente de la moda “senior”.Está hecha para jóvenes y “viejóvenes”, aunque sean “cincuentañeros”. La camiseta y el pantalón se ha impuesto como prenda común para todas las edades; así que la ropa cara (a la que no puede acceder la gente joven)y la camisa abotonada a diario son prendas propias de la gente mayor.Alguien dijo alguna vez que uno tiene la edad de la mujer a la que ama. Puestos a parafrasear, me gusta más lo que dijo Andreu Buenafuente: el verano es el tiempo en el que las mujeres se visten de mujer, y los hombres se visten de niño.
Pero todo esto son superficialidades sobre la imagen. La juventud no depende ya de alcanzar o no determinada edad, de la apariencia o del estado físico, habida cuenta de la mejora de la salud general de la población. Por ejemplo, la vida útil de un deportista de élite en otros tiempos era mucho menor que ahora.Entonces, el paso del tiempo implica madurez; por el contrario, negarse a aceptar dichas implicaciones es signo de inmadurez. Madurez no significa inteligencia, o sabiduría, sino asumir responsabilidades, en definitiva. La gente de mi generación seguramente sea la que comenzó a posponer el momento de la emancipación familiar: no mucho antes, los jóvenes regresaban de la “mili”, se casaban y se ponían a trabajar. Las mujeres eran madres antes de cumplir los treinta años. Esto es solo un síntoma.Frente a dicho síntoma la posición más corriente de la gente joven actual es aplazar al máximo el momento de tener descendencia para disfrutar de la independencia que uno tiene cuando no cría. No se entienda como una crítica a quienes, como opción de vida, renuncian a criar; ni a quienesles paraliza la incertidumbre para garantizar unas condiciones de vida dignas para la familia: el miedo es libre. No estoy criticando las decisiones que cada uno tome, no soy quién: constato cuál es la respuesta más común de la juventud actual ante ese síntoma(tener hijos).
Cada nueva generación va dejando su impronta frente a las generaciones más mayores, y casi siempre la respuesta de éstos ha sido de cierta incomprensión, o incluso desaprobación. Hasta en el lenguaje. Se ve que me estoy haciendo mayor, porque a mí me cuesta entender las aportaciones y propuestas de las nuevas generaciones. Sí, el mundo digital condiciona el modo de ser y de pensar: los estímulos visuales, la comunicación digital, la impaciencia, la agresividad, el nivel de exigencia … nos condiciona a todos; pero los mayores tenemos otras referencias que también nos han condicionado nuestro modo de ser y de pensar. El resultado es lo que cuenta. Y si lo que nuestra generación ha sembrado ha producido un total desconcierto – cuya mayor consecuencia tal vez sea nuestra contribución al cambio climático – resulta mucho pedir una respuesta alternativa al presente y al futuro a una juventud por lo general hedonista y pasiva. Yo por mi parte, no veo esa respuesta. Por el contrario, ante los nuevos desafíos no veo nuevas respuestas, sino viejas; tal vez por su ignorancia, o porque el mundo que nos tocó vivir de jóvenes creía en utopías, y cada uno en su pequeña parcela empujaba en esa línea por intentar lograrlo. Hoy la utopía no va mucho más allá de recuperar un planeta más sostenible o los derechos perdidos – en especial desde la crisis que estalló en 2007. Pero, en mi opinión, lo mismo que la sostenibilidad del medio ambiente es tarea de todos, la sostenibilidad del país, y de su población, son los mayores desafíos a los que se enfrenta nuestra juventud.
Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde
Precioso artículo Antonio.
Lo que peor veo de la juventud es que es resultado, la culpa no es de ellos, de que se les ha querido ocultar que la vida es dura y va en serio.
Sólo lo auténtico es exigente.
Cuando uno quiere reaccionar o es demasiado mayor y digerirlo es muy duro, o tiene que empezar completamente de casi cero.
No creo en más utopías que la que uno se marque para su vida. Pretender que mi utopía sea la del otro también me parece autoritario y hasta peligroso.
En la realidad hay y habrá siempre cosas buenas y malas.
La clave está en saber diferenciar lo correcto de lo que no lo es, y actuar en consecuencia.
Aprender a pechar con las consecuencias de nuestras decisiones sin echarle la culpa a los demás o al sistema es clave para madurar. Medir las consecuencias de nuestras decisiones antes de tomarlas, un signo de sabiduría.
Has dicho cosas muy ciertas y quizás coincidas conmigo en que tenemos sobrevalorada a la juventud.
Yo disfruto más de la vida ahora que cuando la vivía subido en una montaña rusa.
La experiencia es un fruto delicioso…el éxito no está a su altura, es un atracón de palomitas.
Es cierto que la juventud ha sido calificada de inútil, rebelde y desorientada, pero, también es cierto que sus críticos olvidan que su ímpetu pone a prueba el presente. La edad no se cuenta por los años.
Como decía el ensayista francés Joseph Joubert, «el atardecer de la vida trae consigo su lámpara». Y hoy, hemos podido ver su luz en la Cámara Baja a través del Sr. Zamarrón Moreno….
Veo a la juventud más angustiada y con más motivos que a los jubilatas.
Espero que llegue y lo diré, el momento en el que conecte con el articulista. Cuando veo gente de mi edad solo veo gente de mi edad, unos están mejor y otros peor, que misterio. Por suerte la gente madura quiere vestir juvenil. Vestir de viejo te hace viejo. Una frase tontaca es en verano las mujeres visten de mujer y los hombres de niños….pos vale…viniendo de quién viene de un millonario progre. La juventud está empanada, manifestaciones desnatadas. Contra el fascismo y salen cuatro memos que ni saben a qué salen, manifestaciones feministas contra un enemigo ficticio. Luego sigo
Yo no siento que mi generación sea culpable del cambio climático. Yo no culpó a mis padres de las guerras mundiales ni a mi abuelo de la guerra civil. Si queremos comer todos hay que enlatar y plastificar alimentos. Esta nueva generación que invente otra cosa.