Malvinas: La historia no contada

El argentino Julio González es uno de los grandes historiadores hispanoamericanos. Entre su minuciosa obra hay dos libros de importancia capital para entender el descalabro que supusieron las falsas independencias de los países nacidos con la balcanización del Imperio español, y el protectorado ejercido sobre ellos por los países anglosajones:

La involución de América Latina y Los Tratados de Paz por la guerra de las Malvinas.

Lo primero que debe saberse es cómo los ingleses ocuparon las Malvinas.

Corría el año 1.833. La corbeta argentina Sarandí, al mando del Tte. Coronel D. José María Pinedo, custodiaba las islas. Otra corbeta, ésta con pabellón británico, apareció en el horizonte y fue al encuentro de la primera.  El capitán inglés informó al argentino que iba a tomar posesión de las islas. Pinedo puso cara de no entender nada. Entonces el británico le dijo “(…) que él creía que la toma de las Malvinas había sido negociada por ambos gobiernos, Londres y Buenos Aires. Que lo atribuía a cuestiones que había con los norteamericanos. Que él (el capitán inglés) después de cumplir con sus órdenes daría vela a Buenos Aires.” Es decir, después de usurpar el territorio, iría a la capital argentina a decir “he usurpado vuestro territorio. Que la amistad y el comercio sigan como siempre”.

Todos los oficiales de la Sarandí, excepto uno, eran ingleses, y le informaron a su superior argentino que ellos no abrirían nunca fuego sobre una corbeta de su marina. A su vez, el Tte. Coronel Pinedo alegó en su defensa que él había recibido órdenes de no disparar contra ningún buque de bandera extranjera.

Julio González encontró la documentación del proceso que se le abrió al militar argentino por su actuación. En realidad, se trató de un proceso de cara a la galería, pues todo indica que la entrega de las islas había sido pactada y el Tte. Coronel se encontraba al tanto. Pero había que cocinar una papilla digerible por el pueblo, que la ingirió como se esperaba y se manifestó airado por la afrenta recibida, como también se esperaba.

Este hecho es paradigmático para entender el protectorado ejercido, no sólo sobre Argentina, sino sobre todos los países hispanoamericanos recién independizados.

91 años después, en 1.982, el gobierno argentino del general Galtieri ordenó invadir las islas. Este artículo no pretende juzgar la decisión de la junta militar. El objetivo del mismo es analizar algunos hechos sucedidos durante la guerra y las consecuencias de los tratados de paz de 1.990.

Contra todo pronóstico la casi totalidad de los países hispanoamericanos ofrecieron ayuda militar a Argentina. Cuba, presidida por un gobierno formalmente opuesto al argentino, apoyó a la junta, mientras que Pinochet, en Chile, se puso al lado de Gran Bretaña. En España, se formaron grupos de voluntarios para combatir junto a las tropas argentinas. Salvo Chile, el mundo hispánico se movilizó de una u otra forma a favor de Argentina o en contra del R.U., según se mire. No se trataba de un apoyo a una junta militar. Fue la respuesta de unos pueblos que aún conservaban el sentimiento de pertenencia a una patria común.

Los británicos tomaron nota de aquello. Perder una guerra no sale gratis. Los tratados internacionales tienen cláusulas públicas y, en algún caso, también secretas.

El Tratado de Madrid, firmado en Londres, tuvo unas consecuencias nefastas para la Argentina y el conjunto de la Hispanidad.

Argentina tuvo que aceptar el desmantelamiento operativo de sus fuerzas armadas. Hoy su ejército difícilmente podría defender su soberanía ante cualquier ataque exterior. El control político, económico y de las aguas territoriales del país no es argentino. Las privatizaciones posteriores de sus empresas públicas, la nueva Constitución, la convertibilidad de la moneda con el dólar, los canjes de la deuda externa y, muy importante, la reforma educativa, fueron consecuencia de los Tratados de Paz.

La Constitución estableció un estatus especial para la ciudad de Buenos Aires, centro financiero del país, que sigue el modelo de la city londinense.

En Argentina, la Leyenda Negra había sido más suave que en otros países hispanoamericanos. Desde entonces, la idea dominante es que el Imperio español fue un paréntesis en el devenir de la historia –¡¡un paréntesis de 300 años!!- y que la personalidad de la república tiene su fundamento en los pueblos indígenas precolombinos. Este es el planteamiento dominante en cualquier país hispanoamericano. De esta forma se pretende debilitar no sólo cualquier vínculo natural con España, también entre las propias repúblicas de la ex América española. La reacción espontánea de solidaridad vivida en la Guerra de las Malvinas no debía repetirse. Esa es la meta.

Las reivindicaciones indigenistas comenzarían a aflorar por todas partes. Las estatuas de Colón derribadas y/o decapitadas.

En determinada ocasión le preguntaron a Henry Kissinger su opinión sobre Argentina: “Una daga que apunta a la Antártida”. Esa daga es la Patagonia. De ahí surgen las reivindicaciones mapuches. Se trata de desgajar este inmenso y riquísimo territorio compartido entre Chile y Argentina, y anular así toda reclamación sobre la citada Antártida. Curiosamente, la sede central de esta reivindicación se encuentra en Bristol, una ciudad muy araucana y muy indígena como todo el mundo sabe.

El mismo Kissinger afirmó a Carrero Blanco dos días antes de ser éste asesinado que “Cuando España es importante es peligrosa”.

Sustitúyase España por Hispanidad.

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz