Una familia de Puertollano sufre 48 horas de angustia e incertidumbre a la espera de la repatriación de una mujer fallecida

Santos G. Monroy.– «¿Cómo se puede perder un féretro?». La pregunta ha golpeado como un martillo en las cabezas de toda una familia que ha soportado 48 horas angustiosas en un tanatorio de Puertollano, a la espera de la rocambolesca repatriación desde México del cuerpo de un ser querido.

Juan Carlos Cuevas, natural de Puertollano, y su novia Belinda Hernández prepararon su boda en México, país de origen de la joven, con la ilusión de regalar a sus allegados unos días inolvidables. Pero la fatalidad truncó las expectativas.

La repentina muerte de Josefina Pedrero, la madre del novio, justo la víspera del enlace, marcó trágicamente la ceremonia religiosa de los esponsales, que se convirtió en homenaje a la fallecida. El triste suceso obligó a suspender la celebración festiva, pero también inició un calvario sentimental y administrativo que ha culminado en Puertollano como una dolorosa y surrealista pesadilla.

Al desconsuelo por la pérdida en semejantes circunstancias se sumó la agitación de una familia que esperaba en un tanatorio de Puertollano la repatriación de un cadáver que no llegaba, sumida en la frustración y confundida por informaciones contradictorias, según relata Juan Carlos.

Josefina Pedrero, de 61 años de edad, viajó el 17 de septiembre de Puertollano a México con dos de sus hijos para asistir a una boda que aguardaba desde hace meses como el gran momento de su vida. El 20 de septiembre, la víspera de la ceremonia, sufrió un infarto en la localidad de Talpa de Allende, en el estado de Jalisco. Pese a los intentos de reanimación, la mujer falleció en la ambulancia que la trasladaba a un centro sanitario en Mascota.

Una odisea emocional de dos semanas

Para su familia, especialmente para sus hijos, su esposo y su nuera, fue la hora cero de una odisea emocional que se prologaría durante dos semanas, hasta este jueves, cuando Josefina ha sido inhumada en el cementerio municipal de Puertollano.

Según relatan Juan Carlos y Belinda, tras la muerte de Josefina pusieron en marcha los trámites para que la compañía de seguros española gestionara la preparación, conservación y repatriación del cuerpo. Ya entonces les extrañó la tardanza de la funeraria de Guadalajara (México), autorizada por la aseguradora para recoger el cuerpo en Mascota, al emplear casi 17 horas en el trámite, entre confusas explicaciones.

Aún así, todo transcurría con relativa normalidad, pese a las dificultades, y la aseguradora comunicó finalmente a la familia la fecha y el número de vuelo de Aeroméxico en que regresaría el féretro.

El día 1 de octubre ya estaban los allegados de regreso en Puertollano aguardando la llegada del cuerpo para el velatorio, previsto para la tarde. Fue una jornada penosa y complicada. En el tanatorio se reunieron todos esperando un cuerpo que no llegaba, abandonados a una montaña rusa de sentimientos, abrumados por las informaciones contradictorias de una compañía de seguros que llegó a apuntar que el féretro «no venía» en el manifiesto de vuelo, para señalar horas después que los restos mortales aún seguían en México.

Nadie en Puertollano, con los nervios a flor de piel, daba crédito a las noticias que se recibían de Madrid, recuerda la pareja, que lamenta la falta de información rigurosa de la aseguradora sobre la gestión del traslado y su coordinación con la funeraria de México.

El 2 de octubre se despejó en parte la incertidumbre después de que la compañía constatara que el cuerpo había llegado al Aeropuerto de Madrid-Barajas, pero a la familia aún le aguardaban más zozobras.

Los «problemas» en la aduana

Una nueva llamada de la aseguradora apuntaba que habían surgido «problemas» con el féretro en la aduana del aeropuerto, al tiempo que fuentes de la funeraria comunicaron a la familia que podría tratarse de problemas «graves» que estarían siendo investigados por la Guardia Civil.

La familia ya no sabía qué pensar, ni siquiera en el momento de alivio en que recibió el féretro, el miércoles sobre las 22.00 horas. Fue entonces cuando el chófer expresó sus «sospechas» de que un vehículo de la Guardia Civil podría haber seguido al coche fúnebre. También verificaron que el cuerpo no estaba depositado en una caja de zinc y que el ataúd venía con los precintos abiertos y embalado en cajas de cartón. Para más inri, la caja mortuoria presentaba un tamaño incompatible con el tamaño del nicho, lo que les ha acarreado más problemas.

Juan Carlos y Belinda no pueden ocultar su indignación por todo lo sucedido. Se sienten agotados y muy vulnerables emocionalmente. Aseguran que se han visto totalmente abandonados, y han lamentado la falta de «decoro», las irregularidades y la total «desinformación» que han rodeado este trasladado en unos momentos tan sensibles.

El cuerpo de Josefina Pedrero ha permanecido en el tanatorio hasta la tarde de este jueves, 3 de octubre. Ha sido enterrada en el cementerio de Puertollano, donde, por fin, puede descansar en paz.

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