Toriadas

El fuerte anacronismo de la Fiesta Taurina, por mucho que se quiera atufarar de actualidad y de gestos modernos y pintureros, tiene que ver con la creciente velocidad que nos acorrala.

Como aparece acorralado ese indigno puesto de venta de localidades, en la peor embocadura posible del callejero local.

Creciente velocidad en algunas cuestiones vitales y centrales, que fijan y señalan el anacronismo taurino.

Mejor dicho, tiene que ver  con su ausencia.

No es que para ser actual o para sentirse moderno haya que ser raudo y veloz, como una centella.

Eso ya lo denunciaba Paul Virilio cuando hablaba de ‘velocidad y desaparición’.

Veloz a la manera que exhortaban los Futuristas con Marinetti al frente de la tropa militarizada.

Incluso Jacques Tati, en su primera película Jour de féte, ya confundía la modernidad con la rapidez del servicio postal USA.

Pero algo tiene que ver, de forma incomprensible, la mística de la lentitud y  el mundo taurino.

 Diego Urdiales, un torero actual, hablaba hace años, en 2015, de que lo que le gustaba era torear ‘despaciosamente‘, tras su éxito en la Feria de Bilbao.

No dice ‘torear despacio’, que puede ser razonable y posible; sino torear ‘exageradamente despacio’.

Que eso debe ser el torear ‘despaciosamente‘.

Ese toreo lento ante el morlaco, es definido por los lidiadores como ‘torear gustándome‘.

Esa sensación del gusto propio y de la lentitud, con la embestida embebida en los trapos de torear, se produce cuando el animal está repetidamente sometido ante el engaño.

Sometido ante el engaño el animal, que es tanto como quieto él y ‘quieto parado’ el lidiador.

Un ‘quieto parado’ como entonan los cánones de la quietud, que es otra forma de lentitud pegajosa.

Pero ese torear como ‘torear gustándome‘, se ejecuta exclusivamente para uno.

Olvidándose de los espectadores.

En una mostración de la soledad del lidiador.

De esa soledad, del riesgo negro, y de esa lentitud nace el miedo del  torero ante el toro.

No solo, por tanto, ‘el miedo del portero ante el penalti’ como llamó Peter Handke a una de sus novelas.

Si Handke hubiera sido sevillano o rondeño, tal vez habría llamado a su novela ‘El miedo del torero ante el toro’.

Con la diferencia de que el penalti no mata, y el toro puede hacerlo eventualmente.

A fin de cuentas, esa repetida lentitud del toreo tiene que ver con la excepcionalidad de la lidia y de la fiesta de los toros.

Y con su perfecto anacronismo cromático.

Una excepcionalidad que rechina y patina ante las prisas del productivismo de nuestras sociedades.

Y ante la emergencia de los grupos antitaurinos y animalistas.

La lentitud del toreo, desde esa perspectiva, se emparenta con el ‘Dolce far niente‘ de los italianos.

Y con el más reciente ‘Slow motion’.

Ese ‘Slow motion’, era el deseo confesable de un toreo antiguo y majestuoso, como Curro Romero.

Quien fijaba su ambición lidiadora en “torear más despacio cada día”.

Quien además, fijaba su deseo en torear ante un público silencioso y callado.

Silencioso como el público del tenis, decía el maestro camero.

Y Callado como predicaba Pepe Bergamín y su ‘Música callada del toreo’.

Lo Parado y lo Callado como un anticipo de lo Mortuorio.

Lo Quieto-Parado y lo Silencioso-Callado como un trasunto del toreo hondo.

Por ello hay movimientos de toreo que se llaman ‘estatuarios‘.

El torero fijo en el albero, con las manoletinas atornilladas al piso, queriendo ser una pura estatua.

Parada en el espacio y quieta en el tiempo.

La bronca actual en torno al taurinismo, hará que esa ‘estatua taurina’, sea vista y vituperada como una ‘estatua de sal’ que merece perecer.

O como un estafermo al que alancear.

Estatua de sal taurina como en Sodoma, como en Gomorra.

Pero ese es otro debate que se repite en marzo en Valencia, en abril en Sevilla,  en mayo en Madrid, en julio en Pamplona, en agosto en Bilbao y Málaga, y en septiembre por San Miguel, otra vez en Sevilla. Y en octubre en Zaragoza.

También en agosto en Ciudad Real y Almagro.

Pos scriptum. La Toriada es un poemario de Fernando Villalón-Daoiz y Halcón, publicado en 1928 en la imprenta Sur de Málaga, situada en la calle de San Lorenzo numero 10. Y que mañana día 12 de agosto, hace, justo, 91 años de su aparición pública. Fernando Villalón, el poeta invisible del 27 y el ganadero imposible de Isla Menor, bien merece otros comentarios. Un recuerdo, maestro.

José Rivero
Divagario

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33 COMENTARIOS

  1. El toreo no entiende de velocidad, ni de números ni de cosas materiales.
    Ya decía José Álvarez ‘Juncal’ que «las prisas para los delincuentes y los malos toreros».
    ‘Despacio’, como se besa y se quiere….

  2. Es cierto, como los torturadores más perturbados a lo largo de la historia y a los monstruos mas depravados, a los ansiosos de dolor y violencia, les gusta recrearse despaciosamente.
    Doble placer ver el dolor que provocan y sentir su posición de superioridad frente a la víctima.

      • Cuando no existen razones, mejor huir por la respuesta burda.
        Que tendrá que ver… ETA ya ni existe ni tiene sucesores,por mucho que a algunos os joda por no poder seguir usandolo vilmente como arma arrojadiza.

        Ni tiene ningún sentido aquí tu comentario, pero vamos, aunque existiera…¿y que? Seguirían siendo unos asesinos despreciables y los toreros unos torturadores anacrónicos.

        • Torturadores eran los etarras por ejemplo con Ortega Lara.

          Asesinos los que pusieron la bomba en Hipercor o en el cuartel de Zaragoza o Vic.

          Pero un torero no es ninguna de las dos cosas, se juega su vida sacrificando un animal que puede matar al ser humano.

        • Que si, que los etarras eran unos asesinos y torturadores asquerosos, por suerte la historia les ha puesto en su lugar, y jamás pudieron doblegar a la sociedad española con la violencia.

          No quiero seguir mezclando los dos temas, porque me parece repugnante las equiparaciones que haces y el uso que haces del dolor.

        • Que es distinto en el caso de un animal y en el del ser humano.

          Asqueroso es confundirlos.

          Y los etarras están donde están…ya sabemos, implantando el terror del pensamiento único en Navarra y el País Vasco, desde las instituciones.

        • Te honra que reconozcas que te has confundido, porque nadie estaba comparando ni mezclando hasta que has sacado tu a ETA.

        • Cuando habláis de torturas y asesinatos no comprendo que os refirais a los del sacrificio de un toro de lidia.

          Se tortura y asesina a seres humanos no a animales.

          Un terrorismo del lenguaje que no admitimos.

        • Moraleja para zoquetes:

          La realización de actividades como la ejecución, que no sacrificio, de toros debe seguir el mismo camino que ETA,… Osea su desaparicion.

        • Los sacrificios de animales para consumo en países modernos se hacen en mataderos industriales reglados en donde a los animales se les debe sacrificar por normativa con el mínimo dolor y sufrimiento posible,…. Todo lo contrario ocurre con los toros a manos de quienes vestidos raramente y de forma totalmente voluntaria acaban con su vida previa tortura a base de someterlos hiriendoles a puyazos, banderillas, estoques o rejonazos y posteriores, a veces, descabellos, amputandoles apéndices como trofeos…. Parece un cuento de tribus del Amazonas, pero no, es lo que se sigue haciendo en las zonas más cavernarias e incultas de este mediocre país.
          El que después de esto siga creyendo que lo de los toros en las plazas es un sacrificio es que está más cerca de los Matsigenkas que de los ciudadanos europeos, entre los que nos encontramos España.

        • Pedid fileton de ternera asesinada y torturada, por no decir carrillada de cerdo torturado y asesinado en un restaurante…ya sabéis.

          Hay que ser ignorante.

          Tortura es como van apiñados en camiones si lo pensamos en lógica estúpido animalista. En el matadero los mamíferos son capaces de anticipar en su cerebro el sacrificio y sufren.

          Quien haya ido a un matadero lo percibe perfectamente o haya estado en una matanza.

          Así que a comer césped camaradas. A pastar si sois coherentes después de haber ido a un matadero.

        • Efectivamente Manolete tanto como lo de que lo que le hacen a un toro en la plaza es «sacrificio».

        • No hablaba del carnicero de Mondragón, el de una plaza de toros despieza al toro para luego llevarse al restaurante.

          Todavía la mayoría de los seres humanos somos omnívoros. No está prohibido comer carne.

        • Por supuesto, comer carne es una opción muy sabrosa de nuestra nutrición.
          Lo que debe prohibirse por puro sentído común es la forma de torturar a un animal hasta la muerte innecesariamente sólo por gusto de cada vez menos zoquetes.

        • Solo los gilipollas llaman tortura al sacrificio de un animal salvaje que es puro músculo y está seleccionado para embestir y no para huir ante una amenaza.

          Y llega a ser tan resistente y bravo que puede matar a un hombre.

          Un espectáculo radical que atrae a millones de personas en todo el mundo, desde los famosos encierros hasta las corridas o rejoneos y hasta recortadores.

          Un espectáculo muy hispánico, que es lo que realmente jode.

  3. Me van a disculpar, pero a mí los escritos de don Rivero me recuerdan a la casa de Sara Montiel, en paz descanse. Incapaz de asimilar tanto adorno, tanta cita y neologismo. Seguro que la culpa es mía. No sé apreciar tanta belleza. Sin acritud, don José.

    • Don Censor, no he tenido el gusto, como vos, de ser invitado a la casa de Sara Montiel, Sarítisima de León Felipe y de Gary Cooper. Por ello desconozco los gustos decorativos de la musa criptanenese, y claro no confundo la decoración con el cloroformo. A lo más que he llegado es a conocer sus collares, películas y abanicos.
      Y al mismo tiempo de aborrecer cierta estética camp y campanuda que sorteó, fumando y esperando, camuflada como purista de la decencia y de la decadencia. Decencia escrita y decencia moral, que no siempre coinciden.
      Por cierto no se si su comparación de lo escrito con el universo inmobiliario Saritísimo, desde su confesa admiración saritil, es una crítica inane o un elogio envenenado. Además ‘adorno, cita y neologismo’ fueron frutos nacidos de la mismísima tauromaquia. Pues no hubo modernos en los años veinte enamorados de cuernos y capotes, de morenazos matadores y de colorines en la grada.

  4. Lo de Toriadas, corríjame usted si me equivoco, debe ser por asociar el Griego con las tauricidades, (Ilíada, Orestíada, etc).

    Y a partir de ahí, mucho culteranismo, mucho gongoriada, pero al final, «fue y no hubo nada».

  5. Debo confesar que los únicos toreros que me gustan son los Toreros muertos. Condeno toda distracción que use armas (también la guerra es una trágica distracción de lo que debe importar: la politica es una continuación de la guerra por otros medios, y el fin de toda ley es la paz: es la ley, o más bien lo justo, lo que debe dar esos medios)

    Cierto que hay una épica, una lucha, un sacrificio pagano, un mito, una tragedia en cada faena (como en las tragedias clásicas, siempre tiene que haber un muerto al final, el toro o el torero), pero cualquier paso que se dé contra la vilonvia física, emocional o intelectual (que es la peor y consiste en memtir) es un paso correcto. Cualquier animal con sistema nervioso es capaz de sentir dolor… Y solo el hombre es capaz de olvidarlo y no matar para comer.

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