El puente de los Santos comunica por carretera, desde 1987, los dos extremos de la ría del Eo, o de Ribadeo. La construcción de esta infraestructura de más de seiscientos metros de longitud supuso el ocaso para las golondrinas, pequeñas embarcaciones que cruzaban pasajeros por esta frontera natural entre Galicia y Asturias.
Una de ellas, llamada Catro Vellos Mariñeiros –igual que la canción popular gallega-, ha sido recuperada como barco turístico varías rías y decenas de kilómetros al oeste, en Viveiro (Lugo). Desde el puerto deportivo de esta localidad de La Mariña Occidental realiza un recorrido hasta la boca de la ría a la que da nombre. Algo más de una hora para disfrutar de las vistas de sus playas – como las de Covas, Abrela, de Area o de Sacido-, de las puntas do Cabalo o de Fuciño do Porco (y la cueva que la atraviesa), del islote Gaveira o de los montes, como el de San Roque, que abrazan a esta villa marinera.
La embarcación apenas tiene capacidad para una docena de pasajeros y recorre sin prisa la ensenada. El viejo motor martillea sus tripas con estruendo, con la cadencia de los latidos de un corazón apasionado. Como el de su patrón, un “enamorado del mar” que prefirió rescatar una pequeña embarcación tradicional a botar un moderno barco turístico. Catro Vellos Mariñeiros no tiene aire acondicionado, visión submarina ni asientos ergonómicos. Tampoco unos altavoces que bramen una grabación enlatada con descripciones del paisaje en varios idiomas. Y ese es su encanto: disfrutar palpando las cicatrices de la madera, historia viva de pueblos marineros. Entre arrullos de las olas, escuchar de boca de su capitán cómo funcionaba el cable aéreo del viejo cargadero (reconvertido en el siglo XXI en Área Etnográfica A Insua) con el que se embarcaba el mineral de hierro; la trágica historia de una noche de galerna de comienzos del XIX, en la que naufragaron la fragata Magdalena y el bergantín Palomo, y que costó la vida a más de medio millar de marineros; el porqué del color verde y rojo de los faros instalados a ambos lados de la entrada a la ría; lo del desembarco del emperador Carlos V y la puerta del casco viejo de Viveiro; o el relato sobre aquellos que se escondían en recónditas cuevas de islotes o acantilados durante la Guerra Civil y de cómo se trató de apaciguar el hambre de aquellos tiempos con huevos de gaviota.
Una travesía para deleitarse en la conversación, averiguar de qué diantres va eso de “SOS praia” que cuelga de los balcones del pueblo, los secretos de cada playa o por qué “hay que jugar con la marea” antes de reservar billete en la golondrina sexagenaria por culpa de las piedras del fondo del puerto. El caso es que cuando en un sitio mandan unos y, en otro, los de más allá, al final no se soluciona nada. Manda carallo que los malos vientos soplen igual en todas partes.
Catro vellos mariñeiros,
Catro vellos mariñeiros
todos metidos nun bote.
Voga, voga, mariñeiro,
imos pra Viveiro,
xa se ve San Roque.
Voga, voga, mariñeiro,
imos pra Viveiro,
xa se ve San Roque.
Delicioso, Eu. Y estírate mas, jodío
Algo tiene que ver la construcción del espigón de Celeiro. Buen articulo….
Al pasar el río, me dijo el barquero….estupendo relato