Juan José Rubio Guerrero. Catedrático de economía aplicada de la UCLM.– En un contexto de moderación de los datos de crecimiento en las principales zonas económicas mundiales, la economía española habría mantenido, en este primer semestre, la inercia positiva que se refleja en ritmos de crecimiento trimestrales del 0,6%/0,7%, lo que supone crecimientos anuales más cercanos al 2,5% que al 2%.
En el primer trimestre del año, el PIB español creció, según datos provisionales, un 0,7 % (tres décimas más que en la UEM). La información disponible hasta el momento apunta a que el avance del producto en el segundo trimestre podría haber sido del 0,6 % en España (frente a la desaceleración más pronunciada en el área del euro).
Los favorables vientos de cola, especialmente el mantenimiento (e incluso ampliación) de la laxitud de las condiciones de financiación (bono a 10 años español cotizando al 0,3%) favorecen el buen comportamiento del gasto público y privado, compensando, en buena parte, los efectos negativos sobre la demanda externa y el sector industrial de la incertidumbre geopolítica.
De esta manera, el crecimiento estaría algo por encima de lo que estimaban los analistas a finales del año pasado, por lo que podríamos tener algún ajuste al alza en las previsiones de crecimiento para este año, en línea de lo anunciado por el Banco de España recientemente (2,4% frente al 2,2%).
El escenario central de las proyecciones más recientes del Banco de España contempla una prolongación de la fase expansiva. Estas perspectivas se sustentan sobre el hecho de que el avance sostenido de la actividad observado hasta ahora haya sido compatible con el mantenimiento de algunos equilibrios macrofinancieros, como la mejora de la competitividad exterior y su reflejo en la persistencia de un superávit frente al resto del mundo, o la continuación del proceso de corrección de algunos otros, como el endeudamiento del sector privado.
A esta evolución favorable proyectada contribuyen adicionalmente las perspectivas de que el tono acomodaticio de la política monetaria siga favoreciendo el mantenimiento de condiciones financieras muy favorables. Además, bajo los supuestos utilizados en el ejercicio de proyecciones acerca del crecimiento de los mercados de exportación (que proceden de las últimas proyecciones del Eurosistema), en ausencia de nuevas perturbaciones, este se recuperaría gradualmente a partir del tramo final de este año.
En este momento, la cuestión es si podemos estar ante un punto de inflexión, que daría paso, en la segunda parte del año, a ritmos de crecimiento más próximos al 0,4%/0,5% que a los registrados en los últimos trimestres y si, en ese contexto, podría producirse un rebrote de los desequilibrios, especialmente los externos. Para ello debemos seguir con atención los últimos datos que se vayan produciendo sobre la evolución del empleo y de las decisiones de gasto, ahorro e inversión de los agentes económicos.
A priori, el escenario próximo está sometido a riesgos a la baja de magnitud significativa. Estos proceden, fundamentalmente, del contexto exterior a la economía española. En particular, como se ha apuntado, en las últimas semanas se ha producido un agravamiento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, que ha conducido a un aumento de la probabilidad de que las negociaciones actualmente en curso culminen sin acuerdo. No obstante, parece que la última reunión del G-20 en Osaka ha permitido abrir cauces de entendimiento en este frente que pueden hacer rebajar la incertidumbre.
Por otra parte, el repunte de las tensiones entre Estados Unidos e Irán con las repercusiones inmediatas que puede tener en el tráfico de crudo por el Golfo Pérsico son un elemento adicional de inquietud económica. Además, persisten los riesgos de que la salida del Reino Unido de la UE se produzca sin un acuerdo previo, lo que podría tener consecuencias globales severas. Por último, no se han despejado las dudas acerca del grado de efectividad de las medidas expansivas adoptadas por las autoridades chinas para impulsar la actividad en esa economía.
En el plano interno, no se ha constituido todavía un gobierno de la nación tras las elecciones celebradas hace dos meses, por lo que subsisten las incertidumbres acerca de las futuras políticas económicas.
En el ámbito fiscal, la Comisión Europea ha recomendado al Consejo Europeo que derogue el Procedimiento de Déficit Excesivo en el que las finanzas públicas españolas han estado inmersas durante la última década. No obstante, las cuentas de las Administraciones Públicas (AAPP) continúan presentando una situación de desequilibrio que, de acuerdo con las reglas acordadas por los Estados miembros de la UE, requerirá la aplicación de medidas en el marco del denominado «brazo preventivo» del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
El cumplimiento de estas obligaciones contraídas frente al resto de los países europeos ha de servir de acicate para intensificar la consolidación presupuestaria, necesaria para aumentar la resistencia de la actividad y del empleo de la economía española frente a eventuales perturbaciones futuras. Hasta el momento, la economía española ha solventado bastante bien el enfriamiento de nuestros socios comerciales, pero es prudente considerar que nos vamos a dirigir hacia tasas de crecimiento en la zona del 0,5%, pues no parece que la tasa de ahorro pueda seguir reduciéndose, ni que la inversión en bienes de equipo pueda compensar la pérdida de impulso que cabe esperar para empleo y consumo; a no ser que se produzca un rebote de la actividad en la zona euro, algo no muy probable a juzgar por los mensajes del BCE de las últimas semanas.