11-M, los tristes días de marzo. In memoriam

Manuel Valero.- Recuerdo cada minuto de ese día. Había quedado con unos amigos en el Bar Emi para tomar un café y seguir luego rumbo a la redacción del periódico.

Bajé de casa y puse automáticamente la radio del coche para conocer la última hora de la campaña electoral cuando me encontré con la voz algo trémula y perpleja de Iñaki Gabilondo, nuestro comunicador de cabecera: había habido un atentado en Madrid y de momento se desconocía el alcance, podría haber muertos… y muchos.   Aparqué  el coche cerca del bar y al entrar me recorrió un escalofrío: el rostro de terror de los parroquianos mirando la televisión me indicó que no se trataba de un atentando más a los que estábamos tristemente tan acostumbrados. Las imágenes de coches, sirenas, gente corriendo de un lado a otro, bomberos, policías, ambulancias, heridos y el desconcierto casi bélico que se adueñó de la espesa atmósfera de aquellos días fueron interrumpidas por una breve intervención de un demacrado Juan José Ibarretxe, presidente del País Vasco. Apenas comenté nada con mis amables tertulianos de café, apuré el mío y corrí hacia el coche. Durante el trayecto hasta la redacción de Lanza fui conectado con la SER y siguiendo los pormenores de lo acontecido por boca de un cada vez más espantado Gabilondo. Creo que estuve a punto de parar para respirar. En la soledaddel automóvil, con la radio vomitando cadáveres –diez, quince… -no me pude reprimir: lo que salió de mi boca fue una cólera tan espesa como un grumo y un exabrupto intranscriptible que era un reproche a la misma divinidad por permitir a tanto hijo de puta sobre la tierra.

Lo demás ya fue una recepción continua de datos y detalles de aquella fecha infausta, trágica, horrorosa. Las estaciones de cercanías donde habían estallado las bombas, el número de muertos que aumentaba por momentos, la tarea inenarrable de los sanitarios que se vieron cara a cara con el horror, la coordinación de todo aquel desastre que improvisó un tanatorio de urgencia en el Ifema de Madrid donde se depositaron los cadáveres y se atendían y recibían a los familiares rotos como los cuerpos de los suyos. Todo cuanto puede imaginarse de pavoroso. A media mañana España estaba conmovida pero a esas horas no había el menor indicio de los autores de los atentados.  A tres días de las elecciones generales aquello era la puerta de entrada a un armagedón por que todavía no conocíamos las verdaderas dimensiones de aquella endemoniada vileza. A media mañana, el redactor jefe Raúl Gratacós me encargó que hiciera un artículo a modo de editorial que luego él supervisaría. Así que a esa hora todos los indicios apuntaban a ETA y así lo enfocamos. Sin embargo, a lo largo de la mañana y de primeras horas de la tarde sostuvimos un debate en la redacción.  Ciertamente tanto a mis compañeros como a mí,i aquello nos parecía tan monstruoso que superaba los niveles de los terroristas vascos.  La jornada transcurrió traspasada por el helado filo de una tragedia inconcebible. Comenzamos a recibir fotografías de los atentados, algunas espeluznantes, mientras la televisión y la radio  mantenían la conexión permanente con el único foco informativo que nos acompañaríano solo a lo largo de esa jornada sino durante mucho tiempo.

Ylas elecciones a la vuelta de la esquina sin que a primeras horas de la tarde e incluso echada la tarde se supiera nada oficial u oficioso sobre las manos asesinas. Lanza había redactado su editorial que iniciaba en primera página y ahora que lo releo, y con el visto bueno tanto de RaulGratacós como de la directora Laura Espinar recuerdo y evoco la contundencia con la que mi periódico pedía al Gobierno, no que descargara todo el peso de la ley sobre los autores sino el peso de toda la Ley:  el atentado fue tan horrible y tan inasumible que de haber sido ETA hubiera sido también el fin de la autonomía vasca.

No se nos pasó por eso comentar luego de masticar cada cual como pudo el asombro ante lo que estábamos viendo y lo que recibíamos por agencias, lo que a buen seguro se comentaba en todas las redacciones del mundo. A cuatro días de unas elecciones generales… qué iba a ocurrir. ¿Se celebrarían? ¿Se pospondrían aunque eso supusiera la evidencia de que el terror había alterado el calendario democrático? Y en caso de celebrarse… ¿influirían las diez bombas que destrozaron trenes y vidas en el resultado electoral? Recuerdo que en la comida que hicimos los compañeros el día de las elecciones del 14-Mbarajábamos la posibilidad de un vuelco.Como así fue.

Pero volvamos al 11-M. Al anochecer y de regreso a casa la radio dijo que un periódico árabe con sede en Londres había recibido una carta de un grupo yihadista que en nombre de Al Qaeda afirmaba estar detrás de los atentados de Madrid. En el editorial escrito esa misma mañana no citábamos a ningún grupo terrorista islámico pero a medida que la jornada llegaba a la noche las informaciones que apuntaban a la Yihad eran cada vez más. Raúl Gratacós me llamó por teléfono a casa y me dijo que había actualizado el editorial con las noticias que hasta ese momento llegaban a la redacción y que aludían al terror integrista como una de las hipótesis sobre la autoría de los atentados. Ese día concluyó sin que tuviésemos certeza de quien había sido: si ETA o AL Qaeda. Y así lo publicamos.

Lo que vino después fueron días tristes con el país enfrentado entre sí, unos culpando al Gobierno de mentir y otros a los socialistas de aprovechar la trágica circunstancia. Hubo manifestaciones con reproches al PP y algún ministro tuvo que salir por piernas en Barcelona. Alfredo Pérez Rubalcaba apareció el día de la reflexión diciendo que España no merecía  un Gobierno mentiroso, el candidato Mariano Rajoy lamentando los asedios a las sedes del PP, mientras una gigantesca manifestación desunida bajo la lluvia recorría las calles de Madrid con más reproches que otra cosa: ¿Quién ha sido? era la pregunta. 

Con el tiempo compruebas  la capacidad de manipulación afectiva y efectiva que tienen los  aparatos de propaganda política y la influencia ya evidente de los teléfonos móviles en la movilización de masas, porque esa curiosidad popular no sólo obedecía a la natural ansiedad de la gente por saber quién o quiénes habían traído el mismísimo infierno a los trenes de Madrid que sí, que era cierto, sino que se trataba a niveles políticos de una pregunta con respuesta igualmente diabólica: si ha sido ETA, el PP ganaba las elecciones y por eso retuvo información  que la  descartaba, y si había sido Al Qaeda era el PSOE el que se alzaba con la victoria por la política de José María Aznar en la guerra del Golfo.

De repente los brutales atentados pasaron de un registro de consternación emocional a una estrategia electoral. 

Si uno ve con distancia los videos y las imágenes de lo que ocurrió en este país los días 12 y 13 de marzo sentirá el mismo escalofrío que cuando vivió los acontecimientos como coetáneo. Personalmente, desde ese día tuve la certeza de hasta donde se es capaz en este país para ganar unas elecciones y alcanzar el poder y la constatación de pertenecer a un pueblo dispuesto a sacarse los ojos a la menor ocasión. Menos mal que el comportamiento solidario de los madrileños, las colas para donar sangre, los voluntarios para ayudar en cualquier tarea lo reconciliaron a uno, un poco, con sus compatriotas de calle y asfalto. Los otros, los de la moqueta y las responsabilidades públicas no desaprovechan la menor ocasión para trazar zanjas de separación entre la gente con ese  añadido tan español de antipatía y grima en el noble ejercicio de la política y su interpretación frentista y excluyente de la democracia. 

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7 COMENTARIOS

  1. Nadie puede negar que el PP cometió un grave error en cómo gestionó la información el 11M. Y eso le costó el castigo en aquellas votaciones. Pero tampoco se puede negar que el PSOE se aprovechó de tal circunstancia para cargar contra el partido que, supuestamente, iba a ganar dichas elecciones. La figura del Gabilondo fué determinante. Las soflamas anti PP, totalmente manipuladoras, que éste personaje lanzó tras el atentado, durante los pocos días previos a dichos comicios a través de la SER, fueron determinantes para que muchos electores cambiaran el voto.
    Gabilondo no tragaba a Aznar y usó temas como los del Prestige y la guerra de Irak para cargar contra él y el PP, desde su atrio en la SER. ¿Por qué no se metió con Felipe González cuando envió tropas a la guerra de Kuwait?.
    Y por otro lado su influencia mediática nos trajo a ZP, personaje nefasto donde los haya.
    Y ahora, su alumno aventajado Sánchez pretende liderar un país, España, con ayuda de antisistemas y golpistas que quieren destruirlo; un país que, con muchos esfuerzos por parte de todos, se dió una Constitución que pasaba página y que unos políticos se están encargando de volver a unos tiempos que nadie desea….salvo, al parecer, ellos. En nuestros votos está la solución.

  2. A todos los españoles que vivimos ese día se nos hizo un callo bien gordo dentro. Un callo que en vez de curar, nos lo dejaron peor Aznar, Acebes, Pedro J y toda esa caterva de mentirosos que, en vez de buscar la verdad, intentaron engañarnos para ocultar la famosa foto de las Azores.

    Por eso el callo, no solo no desaparece, sino que cada 11M duele más. Y, sobre todo, viendo como los cachorros fascistas siguen insultando a las madres y familias de los asesinados.

    Que no se nos olvide esta foto:

    https://estaticos.elperiodico.com/resources/jpg/5/9/1458075036395.jpg

  3. La ocultación de información fue una canallada gigantesca que no tiene parangón con las reacciones más o menos airadas de la población o la oposición política. Las víctimas , sus familiares y amigos- sobre todo ellos- no merecían tanta mentira en esos días y en los muchos que vinieron después, cuando algunos diarios y la gente del PP seguían manteniendo la hipótesis conspiratoria. Contrariamente a lo afirmado por Manuel Valero, en cualquier otro país la reacción de la población e incluso de los políticos de la oposición habría sido similar ante tamaña manipulación. En lo relativo a la manifestación del 12 de marzo, día siguiente de los atentados, puede asegurar , porque era mi primer año en la Complutense , mis primeras elecciones con derecho a voto y mi primera mani, que el único ruído que se oía era el de la lluvia. Caras serias y silenciosas. Y, en el terreno político, los que más perdieron no fue el PP, que bien merecido se lo tenía, sino otros partidos que vieron como el PSOE se beneficiaba de la teoría del voto útil. Yo mismo voté a un PSOE por primera y última vez, pese a que no pensaba- ni pienso hoy- votar ni a pp ni psoe.

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