La historia de Robin y Cooper, los amigos que nos cambiaron la vida

Luis Mario Sobrino Simal.- La verdad es que «cabrea» y mucho leer estas cosas que sabemos que pasan. A mi hijo le regalaron hace más de 10 años un cachorro de bóxer, precioso, «Robin». Al principio nos costó acostumbrarnos pero a los pocos días ya era uno más de la familia.

Venía de un criador sensible, con todos sus papeles en regla, con pedigrí. A mi mujer no le gustaban los perros, de hecho cuando veía uno de pequeña se cambiaba de acera, pero con «Robin» fue distinto, fue como una terapia…

Nos cambiamos de vivienda, ya queríamos cambio y además empezó a crecer y ya se le quedaba pequeño el espacio en un piso… Lo «matriculé» en la clínica de Rosa, la autora de este artículo, una persona maravillosa, humana y muy profesional.

Siempre vivió sano, dentro de las normales recaídas de todos los perros.

El Día de Castilla-La Mancha de hace dos años, con 10 años de existencia, un día, de repente, mientras lo paseaba, se paró, y se quedó en el suelo con las cuatro patas estiradas y dando movimientos bruscos: se había mordido la lengua y tenía sangre. Me asusté como os podéis imaginar.  Llamé a la clínica de Rosa y a través de ella a Urgencias, al ser día de fiesta. Lo llevamos rápidamente en el coche. Le hicieron análisis. Se quedó en ella para su observación. Al llegar a casa nos faltaba alguien, él y su espacio… La noche fue muy mala… y larga.

Al día siguiente, la peor de las noticias: un tumor cerebral sin solución… Imaginaos como nos quedamos…

Lloré, junto a mi mujer y mi hijo. Lloramos todos. Rosa, mi veterinaria, me llamó para ayudarme psicológicamente, ella lo quería lo indecible y yo lo notaba en mis visitas periódicas. «Robin» murió y nos dejó un vacío tremendo.

“Robin” me enseñó a amar aún más a los animales y sobre todo a los perros. Me hizo crear rutinas, como pasear y andar más. Gracias a él conocí a mucha gente en los espacios caninos, por aquella época aún escasos en Ciudad Real.

Me hijo, a través de una amiga voluntaria de la Protectora “La Bienvenida”, no nos dejó tiempo para el duelo… y a las pocas semanas nos «encargó» otro. Mi mujer no quería pues su «Robin» era único e insustituible a pesar de que de pequeña le daban miedo…

Llegué a la protectora con el coche para recoger al nuevo cachorro. El que iba a ser en un principio ya se lo habían llevado. Había dos hermanos allí, uno me gustó y mientras acariciaba a uno… se me subió a los brazos y allí se quedó. La voluntaria me dijo: «Luis Mario, te ha elegido». Firmé los papeles y a casa. Cooper es una mezcla de mastín y pastor alemán, muy peludo…

Mi mujer al principio estaba recelosa y triste por el recuerdo de Robin… pero no dijo nada. El nuevo cachorro se llamaba «Apolo», mi hijo le puso «Cooper», por un personaje de una serie que le gustaba. Lógicamente lo empecé a llevar a la clínica de Rosa para su seguimiento.

Cooper tiene ya casi dos años. Una joya, bueno, cariñoso, pacífico, todo lo que diga es poco. ¡También me ha roto varios pares de zapatillas! Es como Robin, uno más de la familia y ahora es uno de los más sociables en los recintos caninos a los que vamos a que juegue y desfogue. Sus amigos, Fito, Zeus, Buñuelo, Trasto, Sena, Aria, Sirio, Tizón, Kurdo, Viña, Yumbo, Mary y un montón más que no recuerdo el nombre le adoran y hacen con él lo que quieren. Se deja acariciar, marcar, se deja que le toquen y, cuando falta un día, lo echan de menos. Voy con él a casi todas partes, incluso a las concentraciones de todo tipo, sobre todo a las animalistas.

Ahora no podríamos vivir sin él… A Cooper junto a su hermana Dafne los tiraron por la valla de la protectora unos incalificables. Cooper se vino conmigo, Dafne tuvo suerte y al poco tiempo la adoptaron en Alemania.

Y no tengo más que decir excepto maldecir a quienes los maltrataran, abandonan o matan cuando ya nos les sirven.

Si compras, que sea de criador acreditado y legal, pero mejor ADOPTA. Ellos te necesitan y tú los necesitarás a ellos, con el tiempo lo comprenderás.