Manuel Valero.- A trazo grueso la política se explica así sobre todo en aires de campaña cuando los aspirantes/as se enredan en la brega: tú eres muy malo, no vales; yo sí. O de este otro modo casi parvulario: tu partido es nefasto para la gobernanza; el mío es el tarro de las esencias. Obviamente, simpleza como la de arriba viene alimentada por la lógica natural de la competición política por el voto.
De manera indisociable del sistema democrático aparece la crítica del adversario para devaluarlo ante los electores con el fin de acopiar la fuga de papeletas para la opción que se defiende como elemento fundamental de las reglas del juego. Claro.
A lo largo de estos años he asistido a unas cuantas paradas electorales y a los suculentos mítines que se marcaba un Alfonso Guerra en estado de gracia o un José Bono con su edulcorado colmillo retorcido impregnado de sulfúrico o un José María Aznar exultante contra Felipe o Almunia. En cierta ocasión asistí junto a los compañeros de profesión a un mitin.
Manuel Marín formaba parte de la lista del PSOE para el Congreso por nuestra circunscripción. El marco era el Paraninfo de la Universidad y, las circunstancias muy diferentes a las de ahora pues el PSOE se paseaba por la provincia y la región como quien reposa el almuerzo con una larga y tranquila caminata por el campo sin temor a sobresalto alguno. Manuel Marín, más europeo soltó un speak didáctico, casi de aula que no acaloró ni entusiasmó al personal que sin embargo lo siguió con un silencio a veces reverencial. Apenas criticó a nadie. Ganó el PSOE, claro pero el comentario de los colegas fue el mismo: El discurso de Marín fue estupendo pero muy poco mitinero, debido sobre todo al carácter del gran político ciudarrealeño, un tanto distante y aparentemente altivo que es la forma en que los tímidos sobrellevamos la timidez. Nada que ver con el modo en que ha ido evolucionando la esgrima electoral. El cuerpo a cuerpo, la degradación del adversario, la cornada en la ingle, -Bono contra Molina por las vides, Cospedal contra Barreda por el trágico incendio- el navajazo sutil o el hachazo frontal se ha naturalizado tanto que en ocasiones roza la falta de respeto. Hoy mismo podemos escuchar a grandes comunicadores referirse a partidos o políticos en un tono despectivo que con frecuencia toca la degradación y el menosprecio. Da igual la dirección. De izquierda a derecha, de arriba abajo o de lado a lado. Y lo consideremos natural.
En democracia la crítica y el ataque son ineludibles pero cuando el discurso de los políticos o los candidatos centra la mayoría de su contenido en golpear al adversario están perdiendo un tiempo precioso para dedicarlo a narrar qué harían ellos si gobernaran. Además los mítines tienen el contrasentido de celebrarse ante los propios lo cual no garantiza el voto del elector E que es el que interesa. Alguien escribió una vez que los candidatos tendrían que ir a mitinear a territorio enemigo y no a territorio conquistado. Pero ya se sabe que los medios sobre todo la tele y ahora las redes, son imprescindibles para expandir la imagen de un candidato rodeado del pueblo entusiasta y enardecido.
Oír, ver, o leer a un político centrado exclusivamente o casi en lo mal que lo ha hecho o lo haría el contrario o la contraria produce el peor efecto que puede padecer un aspirante a servidor público: que aburra hasta las vacas. Las redes son hoy ricas en raciones generosas de una reiteración tediosa. Ahora que se acercan las elecciones de mayo, apenas cuatro meses que son un soplo, asistiremos de nuevo a la misma representación. En el fondo se trata de captar un voto pasional, emotivo más que racional. ¿No sería mejor que los candidatos explicasen qué proyectos tienen, se implicasen personal y honestamente en llevar su propuesta adelante, a ser capaces convencer al elector no de lo malo que es el otro sino de las bondades de la propuesta propia, llegar incluso a ignorar al contrincante, a aplicar el modelo Marín?
Luego de cuatro décadas es de suponer que los electores han o hemos cambiado, unos por la experiencia, la pérdida de la fe, otros porque se suman a la edad reglamentaria con nuevos bríos, pero sería interesante asistir a una campaña más pedagógica que de riña cuartelera, a nuevos modos que troque el agreste tono mitinero por un estilo más elegante y didáctico, que haga pensar el voto en clave de ciudad y no de partido como si fueran equipos de fútbol. A uno le apetecería mucho. Cualquier cosa menos la frase hecha, el zarandeo previsible, la mezcla de contextos y claves estatales y municipales y las mentiras y maldades del adversario. O sea cualquier cosa menos el aburrimiento.
Es precisamente la bronca la que atrae la atención de los medios de comunicación.
Posiblemente la política esté sobre representada.
Y creo que además la bronca gusta a los españoles, que tendemos a odiar con facilidad.
Ha habido una cosa que es de reprochar a los medios de comunicación, que descartaron al analista y escogieron al opinador profesional, porque era más democratico.
Opinar todos podemos…pero analizar…
Buen artículo. Pero una voz en el desierto.
El profeta debe tener más mala leche.
La política del siglo XXI utiliza recursos menos lógicos y formales y màs emocionales y argumentativos.
Creo que en el siglo XXI no es del todo seguro que lo que la gente común precisa sea más información.
En un mundo hiperinformado e hipercomunicado el exceso de información llega a aturdir, confundir y desconcertar.
Seguramente, lo que la gente desea es creer en cosas, y no tanto conocerlas a través de complejas preguntas……