Helena juguetea nerviosa con el papelito del número entre sus manos, ese que debe salir en pantalla e indicarle la consulta a la que debe pasar para saber los resultados. La incertidumbre le da miedo, aunque más la respuesta.
Mira la pantalla por donde salen las combinaciones aleatorias. Recuerda el juego del instituto en las aburridas clases de Historia: países que empiecen por B, comidas con C… Ella, encantada desde pequeña con poder jugar con las letras en su nombre, cuando quería había hache, cuando se cabreaba se la quitaba, siempre tenía respuestas para todas las preguntas. «Menos para la de hoy, claro», pensó repasando la pantalla de nuevo. No, su combinación no estaba. Parpadeó el P7L. «Praga, Lisboa». Se rio. Patricia y ella jugaban a menudo a decir nombres de ciudades donde se irían a vivir. Recordó que, entre tequilas, cambiaron las normas: las iniciales de las ciudades pasaron a las de los amantes ocasionales con los que volverían a estar. La pantalla luce una nueva combinación: L8M. «Lucas, Mario». Lucas lo habrían dicho las dos.
Animada por el juego de letras, puso nuevas normas: ciudad o país al que nunca iría y persona con la que no tomaría jamás un avión. En la pantalla aparece L3F. «Luxemburgo, Fran». Recordó su orden, su vida planificada. Lo que se aburrió esos tres años junto a él.
El papel se arruga entre sus manos. Mira a su alrededor y ve que los demás van acompañados. Mira el asiento vacío a su lado. Vacío porque ella quiere, porque está asustada y no le ha dicho a Pablo que iba allí. Porque no quiere que sepa; porque, si las cosas van mal, Helena, aunque esta vez sin hache, ha decidido marcharse sin decirle nada.
La lista aumenta. Ahora aparece R9J. Cambia las normas: ciudades que visitar con tíos memorables. «Roma, Jorge». Acabarían discutiendo después de nueve días, pero merecía la pena: por el sexo y por las risas. Se estremeció al recordarlo.
Ya lleva veinte minutos. Pablo estaría entreteniéndola o escuchándola en silencio. La calmaría y le devolvería la hache de su nombre, siempre lo hacía. La pantalla parpadea de nuevo. G5P. Helena no mira. Saca el móvil y llama: «Estoy en el hospital». La pantalla sigue parpadeando. G5P. «Sola». G5P. «Sí, por favor. Ven». Cuelga. G5P. Nueva norma: lugar y persona para siempre. «Groenlandia, Pablo, cinco días, cinco meses o cinco años».
Alguien le toca el hombro y le señala el papel entre sus manos: «Es el suyo, señora». Y Helena, con hache de nuevo, pasa a la consulta.
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Postales desde Ítaca
Beatriz Abeleira
Como decía el periodista francés Alphonse Karr, «consideramos la incertidumbre como el peor de todos los males hasta que la realidad nos demuestra lo contrario».
Bueno, ‘Helena’ siempre contiene la letra ‘h’. Al menos, a mí me gusta con ‘h’.
Es esa letra ‘h’ la que da a la mujer una personalidad llena de energía que nunca se cansa de buscar un nuevo desafío para no aburrirse.
Felicitaciones…..
Como decía el periodista francés Alphonse Karr, «consideramos la incertidumbre como el peor de todos los males hasta que la realidad nos demuestra lo contrario».
Bueno, ‘Helena’ siempre debe contener la letra ‘h’. Al menos, a mí me gusta con ‘h’.
Es esa letra ‘h’ la que imprime en la mujer una personalidad llena de energía, que nunca se cansa de buscar un nuevo desafío para no aburrirse.
Felicitaciones…..
Como decía el periodista francés Alphonse Karr, «consideramos la incertidumbre como el peor de todos los males hasta que la realidad nos demuestra lo contrario».
Bueno, ‘Helena’ debe siempre contener la letra ‘h’. Al menos, a mí me gusta con ‘h’.
Es esa letra ‘h’ la que imprime a la mujer una personalidad llena de energía, que nunca se cansa de buscar un nuevo desafío para no aburrirse.
Felicitaciones…..
Charles, me sales por triplicado, como los papeles oficiales.
¡Muchas gracias!
A veces la informàtica nos gasta este tipo de bromas…..
Y… olé. Esta si es «mi» Beatriz.
Cuando las letras que juntas describen lo que necesitamos saber y a esa descripción le acompaña un poquito de emoción, y cuando además se hace utilizando tan poquito espacio, lo primero que me sale es un olé (soy atávico aunque no taurino).
Gracias por contar una historia que podría parece nimia, pero a la que has acompañado otra tan sentimental (romántica).
Que tengas un buen día y las musas te acompañen.
Un cariñoso abrazo
¡Mil gracias, Miguel! Me alegro de que te haya gustado.
Precioso, Beatriz.
¡Ay, muchas gracias, Santos!