La ciudad y los ciudadanos

Manuel Valero.- El otro día en el taller de lectura que imparto como voluntario de Cáritas en el Centro de Transeúntes de Puertollano les pregunté a los participantes cómo debiera ser para ellos la ciudad ideal. Les precisé que no me refería a una ciudad celeste, perfecta, utópica, sino a una ciudad humanamente habitable, amable, en la que simplemente diera gusto vivir y en la que se ejerciera con naturalidad la condición de ciudadanos, críticos, muy críticos, si fuera preciso, pero desde un registro positivo y una participación desinteresada.

Los “chicos y las chicas” del taller como yo les llamo, hombres y mujeres que tratan de recomponer los pedazos rotos de sus vidas con una dignidad admirable, que vienen del otro lado del dolor y de los sueños truncados, me respondieron con sabiduría de trotamundos.

Uno me dijo que una ciudad debe tener buenos servicios, que funcionen, que se presten con la silenciosa perfección de lo cotidiano. Otro añadió que una ciudad debería contar con suelo industrial para atraer a empresas y emprendedores que generen empleo y riqueza. Con esta segunda respuesta comprobé que no había diferencia alguna entre ellos, inquilinos de la calle, con una mochila vital llena de cicatrices y de callos, y cualquier político que se esmera en captar el voto de sus convecinos.

La tercera respuesta ya apuntó más fino. Uno dijo: “una gran ciudad –no en el sentido de las dimensiones, sino de la grandeza- debe estar bien gobernada”.  Lo debatimos. Explicaba que solo desde un buen gobierno conformado por un buen equipo de políticos honestos todo puede funcionar bien. Hubo quien perfiló su modelo de ciudad como un centro activo de cultura y alternativas de ocio para sus habitantes. Y, volviendo a los servicios, se apuntó que los servicios sociales es un matiz diferenciador de política humana

No faltó de nada. Unas ordenanzas justas en pro del bien común y la buena vecindad, una buena policía, un buen diseño del tráfico, una administración ágil, una limpieza de brillo, un cuidado espacio verde saludable y ecológico, bien comunicada y dotada de transporte público, políticas sectoriales de juventud o tercera edad… Todos y cada uno de ellos ajustaron su criterio en lo que es indispensable para que una ciudad sea una vecindad compartida, próspera, en armonía, con un patrimonio cultural en valor, bien gestionado y en la que hubiera empleo, ocupación para sus habitantes, progreso y bienestar.

Nadie habló de felicidad que son palabras mayores.  Y así fuimos perfilando esa ciudad ideal que cualquier ciudadano quiere para sí. Pero hubo quien dio directamente en el clavo y provocó un interesante debate: una ciudad no son sus políticos sino sus ciudadanos, dijo. Y todos nos quedamos en silencio pensando en aquel disparo certero. Claro. Era tan evidente el aserto que lo demás quedaba arrumbado a un segundo término. Nos enzarzamos en una entretenida conversación. Ellos y ellas que han deambulado por calles y plazas de las ciudades de España conocían mejor a los ciudadanos que nadie y sabían perfectamente distinguir por su experiencia quienes y en qué ciudad –citaron muchas- son más generosos, más educados, más limpios… ¿De qué sirve, pues, protestar, reivindicar desabridamente, echar pestes contra los gobernantes si falla lo principal: la simple tarea de ser un buen ciudadano. No un ciudadano ejemplar, sino simple y llanamente un buen ciudadano?

La limpieza es un servicio tan fungible como vital por lo que tiene de visibilidad y de indicio del buen estado de salud de una ciudad. Puertollano no es una ciudad limpia, como suele ocurrir en las ciudades del sur con respecto a la ciudades del norte. Pero la limpieza, la buena cara de las calles, los rincones, las plazas, las aceras, los parques de cualquier enclave urbano no es responsabilidad del alcalde o alcaldesa y su equipo de gobierno o del concejal competente sino de todos y cada uno de los ciudadanos, porque somos los ciudadanos quienes ensuciamos el espacio público o no respetamos las horas de la basura, no clasificamos o atiborramos los contenedores hasta el estercolero. El Paseo de San Gregorio en verano es una cadena de bancos asediados de pipas y envoltorios y colillas de cigarrillos, hasta el punto que si un policía se acercara a los irresponsables de tal fechoría incívica escoba en mano y les conminara a barrer y luego les apretara una multa de dolores, le aplaudiría hasta que se me acorcharan las manos.

La conversación se centró entonces en la actitud de cada vecino en el cumplimiento de las normas y en el necesario celo en el comportamiento cívico. De nada sirve un buen gobierno, unos servicios de excelencia, una ciudad dinámica… si los ciudadanos no estamos a la altura, si no nos exigimos a nosotros mismos como ciudadanos libres contribuir al buen estado de la ciudad para que la ciudad sea la ciudad que queremos. La educación tiene un rol vital que desempeñar en el hallazgo de la ciudad ideal. La ciudad ideal no es el mejor gobernador si los gobernados son asilvestrados, egoístas, irresponsables o insidiosos. Así que si queremos una ciudad abierta, moderna, de progreso, culta, limpia, deportista, solidaria, debemos primero y sobre todo ser merecedores de ella, siendo eso mismo que exigimos.

De modo que no vale con vociferar contra éste o aquel candidato o candidata, o alcalde o alcaldesa sino detenerse un momento a procesar, en clave local de Puertollano, las palabras que un día dijo el carismático presidente de EEUU, John F. Kennedy: no te preguntes qué puede hacer la ciudad por ti sino qué puedes hacer tú por tu ciudad. Convendría tenerlo muy en cuenta antes de que empiece la cuenta atrás de la campaña electoral. Estoy seguro que todos los aspirantes y aspiranta a gobernarnos -sólo hay una- lo harán con la mejor intención al margen de otras consideraciones de herencias imperfectas o pluscuaimperfectas.

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7 COMENTARIOS

    • Posiblemente Ortega definiría lo de ciudadanía como masa algo más dignificada por la clase dirigente, pero masa al fin y al cabo.

      Muy interesante tu artículo Manuel y tu conexión con la realidad a través de Cáritas.

  1. Puertollano solo es un vertedero de mierda y de mala gente.. acumulada a través de los años para lograr un censo para ayudas.. si alguien es inteligente ahí es el que se va.
    El q se queda y reclama es tonto de saber que algo no llegara. Y vive esperando el paraíso.

    Háganme caso marchense de ahí y no le den popularidad cuando ahí una procesión o una mierda cabalgata y sale la gente a la calle y uinsss q gentío… Por dios vayan a los pueblos de al lado q la alcaldesa se sienta sola ahí no le den pululismo en tiempo de míseria.

    • Puertollano no es eso, amigo. Puertollano es una ciudad que entre todos tenemos que hacer mejor, aparcando la autiflagelacion y el desencanto de una vez

    • Cada vez que oigo eso de que a Puertollano se ha traído gente para engrosar el censo me pongo enferma. Se me vienen a la cabeza los vagones llenos de judios y gitanos en la Alemania de Hitler. No se me ocurre mayor barbaridad y esperpento que esta afirmación, de verdad.
      Ahórrese el populismo de repetir cuentos de viejas y entérese que los pobres de la etnia que sean también son personas, que no se cambian ni se traen ni se llevan a ningún lugar.
      Me voy a permitir darle un consejo, viendo la cantidad de tiempo que dedica usted a verter mierda sobre Puertollano, dedique la mitad a colaborar con sus vecinos y vecinas, hágase voluntario de Caritas, Cruz Roja, Secretario Gitano, Aldabon… incluso Huellas… y en lugar de estar todo el santo día odiando, haga usted un mundo mejor y una ciudad mejor, si usted cree que Puertollano está muerto, dele vida, desde la humanidad y el amor. Y si no deje ya sus vomiteras de odio que solo nos llevan a pensamientos negativos y más odio.

  2. La ciudad ideal necesita de unos buenos ciudadanos.
    Un buen ciudadano no es solo el que denuncia un hecho de corrupción, paga a tiempo sus impuestos, ayuda a su vecino, cede el puesto en el autobús o vota en las elecciones. Es más, mucho más.
    Ejercer bien la ciudadanía implica estar informado, compartir esa información, ser ético e incluso rebelde cuando acciones arbitrarias generan indignación……

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