En 1998 el llorado Ignasi Solá-Morales, publicaba su trabajo Patrimonio arquitectónico y parque temático en la revista Loggia: Arquitectura&Restauración, para hacernos ver de forma anticipada la proximidad de algunos conceptos inicialmente separados, como los relativos a la disciplina arquitectónica y los correspondientes a las elucubraciones y sofismas de los turgentes Parques temáticos.
De tal suerte que lo que anticipó Walt Disney en sus ciudades temáticas de ficción recreativa, sería años después carta de naturaleza en proyectos de restauración, intervención y de preservación de núcleos históricos y conjunto monumentales. De tal suerte que la transitividad advertida entre Patrimonio material y Patrimonio inmaterial se colmataría de sentido con la nueva categoría conceptual del Interés Turístico, como nueva categoría metodológica del patrimonio en su conjunto. Como se verá próximamente con la apuesta toledana de Puy du Fou, un parque temático para teatralizar la historia y la cultura con criterios recreativos y turísticos.
Viene todo ello a cuento con la reciente presentación en FITUR 2019 (que no olvidemos es una Feria Internacional del Turismo) de la ya denominada como Colección Roberto Polo, recientemente tutelada y apadrinada por la Fundación Roberto Polo, que ha montado y creado la Consejería de Cultura del Gobierno regional de García Page. Donde se predican las bondades, pero se silencian los inconvenientes, como hacía el Extraconfidencial.com del 20 de septiembre de 2017, al llamar a la colección como: “El ‘regalo’ artístico envenenado del multimillonario polémico y ex convicto Roberto Polo al presidente Emiliano García-Page: Una Colección de 7.000 obras de arte para Castilla-La Mancha”.
Colección y Fundación que han surgido con cierto hermetismo administrativo, con ausencia del necesario debate cultural sobre el estado de las Artes plásticas regionales y con nula participación de los agentes culturales implicados en el mundo de las artes plásticas en Castilla-La Mancha, que ven como una vez más los esfuerzos por políticas planificadas, se dilapidan con operaciones de prestigio y boato. Como está ocurriendo últimamente desde la Consejería que dirige Ángel Felpeto, capaz de montar performances de Bill Viola o eventos de Ai Wei Wei, pero incapaz de sentar las bases de la colección regional de Artes Plásticas del siglo XX, o de contar con el equivalente del IPH (Instituto del Patrimonio histórico) andaluz. Y que ante estas deficiencias estructurales y reiteradas de política cultural, ve como, de la noche a la mañana, la mano proveedora del mecenas Roberto Polo nos regala (¿…?) con una colección más valorada que destinada a ser una herramienta de compromiso y de progreso, para constituirse como una plataforma del entendimiento de las Artes plásticas del siglo XX en la región. Pero no, otra vez no.
Podrán exhibirse piezas de Oskar Schlemmer, de Kurt Schwitters o de Schmidt-Rottluf, pero seguiremos ignorando a Alberto Sánchez, a Benjamín Palencia, a García Maroto, a Miguel Prieto o a Pepe Ortega. Piezas de la futura colección, que a lo sumo compondrán una suerte de puzle de difícil encaje, en una suerte de bric-à-brac: piezas del Bauhaus, arte expresionista, fotografías de procedencia diversa, obra gráfica menor y algún recuelo surrealista. Cuando lo lógico en la construcción del relato artístico del citado siglo, sería comenzar por lo próximo y no por lo lejano, cuya musealización tiene otros responsables y otros lugares preferentes. Pero la política cultural regional incomprensible, opera con movimientos tan sorprendentes como periféricos.
Y pese a la evidencia de lo citado, se recurre al pleonasmo administrativo y al anacoluto expositivo. Es decir se verifica lo que las fuentes oficiales han denominado como “uno de los hitos culturales de mayor relevancia en España en los últimos años”. Ni más, ni menos. Pero cometen la indelicadeza de presentarlo en una Feria turística, cuando bien podrían haber esperado al próximo ARCO para presentar en sociedad ese hito cultural de mayor relevancia en España. Pero quedarían en evidencia sus ausencias reiteradas en años anteriores en el entorno de las Artes Plásticas. Y quizás se delataran en sus intenciones propagandísticas y turísticas. Por más que el vice consejero de Cultura, Jesús Carrascosa, aclare a ABC (25 de septiembre de 2018) cómo va uno de los proyectos culturales más mimados de García-Page para Toledo y Cuenca y aproveche para zanjar algunas dudas y críticas ante la llegada de esta “colección única en todo el Estado que servirá de revulsivo cultural y turístico para la región”. Y tenga a bien insistir: “¿Qué noticia ha habido en los últimos años que haya conseguido página en todos los medios nacionales? Eso da muestra de la potencia de la noticia.
Solo con la posibilidad de traer la colección a Toledo y a Cuenca hemos generado interés en todo el mundo. Y cuando lo abramos no solo serán expectativas, será una realidad. En Toledo vamos a dar el salto al arte del siglo XX y XXI, que ahora no está bien representado. La colección que traemos es única en todo el Estado y lo vamos a conseguir para Toledo y Cuenca. Será otro foco de atracción de turistas y de amantes de la cultura, en general, un tipo de visitantes muy específico, con alto nivel cultural y económico, de los que se quedan a dormir. Es el turismo que se busca en Toledo, en Cuenca o cualquier ciudad. Y eso genera empleo y riqueza y me hace feliz. Estoy encantado de que este Gobierno haya impulsado este proyecto”.
Encantados de la que ya llaman como operación Paggenheim. Lo iremos viendo.
Periferia sentimental
José Rivero
Mientras tanto, Cuenca y Toledo se convierten en las capitales españolas del arte moderno…..
Esa es una afirmación condicionada por el futuro. Lo iremos viendo, lo que hay de cierto y lo que hay de ruido.